Desde hace unos años algunos de mis colegas suelen afirmar que “el mundo del EPC está muerto”. Para aquellos que no tengan ni idea de lo que es un proyecto EPC, se trata de un acrónimo que significa “Engineering, Procurement and Construction” (ingeniería, suministros y construcción), o lo que antes se denominaba “contrato llave en mano”: una modalidad de proyectos en la que por un precio fijo el contratista asume toda la responsabilidad ante el cliente.

Cabría preguntarse el motivo de la defunción del negocio “epecista” y buscar al responsable, pero como muchos de ustedes saben, a veces para encontrar soluciones precisas a los problemas complejos se requiere huir de los tópicos que –aunque, sin duda, influyentes- sirven de argumentario para los mediocres: fluctuaciones en el cambio de moneda, los contratistas orientales (primero coreanos y ahora chinos), la mano de obra barata de nuestros queridos hindúes, la entrada en la escena de los contratos de los tan denostados como necesarios abogados, etc…

En mi opinión todo esto empezó cuando el mundo cambió el criterio de contratación y pasamos de encargar este tipo de proyectos a las empresas mejor preparadas técnicamente para fiar la suerte del proyecto a los contratistas más baratos, engañándonos a nosotros mismos y pensando que no habrá problemas cuando lo que vale 10 alguien lo hará por 7 o por 5 de la misma manera y con la misma calidad. Paralelamente, muchas de las empresas epecistas no se quedaron ahí y también buscaron el beneficio en el proyecto escatimando el coste y la calidad en sus hombres, prescindiendo de los más expertos y eficaces y cambiándolos por otros más baratos, pero con menos experiencia y “expertise” (habilidad o conocimiento especial).

Pero el problema no sólo se queda ahí. Vivimos en una época en la que el poder de decisión ya casi nunca está en la obra, sino en el Home Office -con todo lo que ello conlleva- y así tenemos proyectos dirigidos a distancia, algo que escasamente funciona. Escatimamos unos dólares a los soldadores y personal de obra en sus condiciones de trabajo mientras que en las oficinas centrales armamos un ejército de burócratas de informe semanal y reunión diaria que raramente tienen capacidad para decidir algo: bien por falta de conocimiento o bien por ser miembros de organizaciones excesivamente pesadas y jerarquizadas.

¿No les llama la atención que, de unos años a esta parte, con equipos humanos altamente cualificados (másteres y preparación aparte), reuniones, gráficos, informes y tablas dinámicas, etc… la mayor parte de empresas de ingeniería estén teniendo problemas para defender muchos de sus proyectos? No conozco ningún proyecto que salga adelante sólo con reuniones, ni con informes o tablas dinámicas (por muchos datos que estas contengan), si todo esto no es efectivo y sirve para tomar decisiones: el tiempo es oro, las horas son dinero, una reunión de 6 personas de una hora son 6 horas consumidas en el proyecto, y de su responsable depende que sean gasto inútil o inversión.

Por si todo lo anterior fuera poco, en muchas empresas han confiado su suerte a tipos que no saben dónde están parados y se limitan a pedir datos, informes, documentos, correos… para no hacer nada o –lo que es peor- para ver de qué manera pueden justificar su puesto o maquillar su ineficacia.  

Miren a su alrededor, sean honestos y –los veteranos- echen la vista atrás, a los “prehistóricos” que sabían qué tecla tocar para que las cosas salieran adelante. De nada sirven los avances tecnológicos y los datos si (por unos u otros motivos) nos falta la capacidad para tomar decisiones acertadas.

Les dejo una escena de la película Spectre en la que el jefe de James Bond (M), tras hablar con éste, argumenta ante su superior la necesidad de los hombres de campo que analizan sobre el terreno qué hacer o qué no hacer, en contraposición al programa de seguridad que se pretendía implantar para sustituir a los doble cero:

“Have you ever had to kill a man, Max? Have you? To pull that trigger, you have to be sure. Yes, you investigate, analyze, assist, target, and then, you have to look him in the eye and you make the call. And all the drones, bugs, cameras, transcripts, all the surveillance in the world can’t tell you what to do next. A license to kill is also a license NOT to kill.