
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho, y eso conlleva pasar mucho tiempo fuera de casa.
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho, y con ello le acompañan intangibles como la soledad o la impersonalidad de todos esos aeropuertos fríos y atemporales.
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho y vive la quieta tranquilidad de los hoteles con su música de fondo, sus restaurantes cerrados a la llegada e, incluso, sus impersonales máquinas de snacks.
Sí, es cierto, el comercial es un verdadero maestro en el arte de la contradicción. Por un lado, se sienta en restaurantes de lujo degustando langosta, mientras que, por otro, su familia se conforma con lentejas en casa. ¡Qué generoso! Al fin y al cabo, ¿quién no necesita poder relatar una historia épica sobre cómo se cerró un «trato» en un lugar exótico?
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho, que intenta acompasar sus llamadas extemporáneas con las de su familia.
Sí, es cierto, el comercial maneja ciertas habilidades, tales como la comunicación, la negociación y la persuasión. Tiene una gran interacción social: conoce gente nueva, interactúa con diferentes personas y construye relaciones, ya sean cortoplacistas, de un único proyecto, o largoplacistas… ¡Quién sabe!
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho, que come fuera y que tiene como hoja de ruta las estériles conversaciones con las que se llenan espacios muertos o los trayectos de ascensor.
Sí, es cierto, el comercial es ese individuo cuyo pasaporte parece más una novela de aventuras que un documento de identidad. Callejea por ciudades desconocidas, escucha idiomas que suenan como si estuvieran hablando en clave. Pero no hay que preocuparse, siempre encuentra la manera de expresarse en esas reuniones, utilizando un inglés barriobajero que haría sonrojar a cualquier profesor. ¡Menudo espectáculo!
Sí, es cierto, el comercial tiene un trabajo muy variado. Cada día puede ser diferente, ya que se enfrenta a nuevos clientes y desafíos, lo que puede hacer que el trabajo sea más interesante. O no…
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho, luchando por abrir mercado, inasequible al desaliento con el cliente, impertérrito ante los «noes» de este a recibirlo, incluso tras haber viajado ex profeso para ello.
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho, que es contratado porque «sabe vender» y que, después, generalmente no se le tiene en cuenta en la toma de decisiones o, incluso, se ignoran sus recomendaciones a la hora de preparar las ofertas.
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho y lucha sin descanso por conseguir que estas sean ganadoras.
Sí, es cierto, el comercial es una persona que viaja mucho…
Pero no es menos cierto que:
- – Sufre una gran presión por resultados: la necesidad de cumplir con cuotas de ventas suele generar estrés y/o presión constante.
- – Posee una inmensa incertidumbre con sus ingresos: si su salario depende de comisiones, puede haber meses en los que sus ingresos sean de aquella manera, incluso de «cero» relacionados con esa partida…
- – Suele sufrir rechazos frecuentes: no todos los clientes estarán interesados, y enfrentar el rechazo puede ser desalentador.
- – Se desplaza constantemente: dependiendo del tipo de ventas, puede que necesite viajar o desplazarse mucho, lo que puede ser agotador.
- – La competencia suele ser feroz, lo que puede hacer que sea más difícil destacar y lograr ventas.
- – Cuando las cosas vienen mal dadas, el comercial es el primero del que se prescinde o, al menos, de sus viajes.
- – Es a él a quien se le echan las culpas cuando un pedido sobrepasa las horas presupuestadas, el resultado es negativo (incurriendo en pérdidas en lugar de beneficios) e, incluso, cuando el cliente ejecuta la penalización por plazos fuera de los contractuales.
Sinceramente, el comercial es una persona que viaja mucho, come muchas veces bien (y cena incluso), pasa la vida en hoteles y aeropuertos, pero no decide a la hora de ejecutar las OT, no fabrica, no compra la materia prima, aunque sí es la parte visible ante el comprador.
En resumen, el comercial es ese viajante que vive la vida al máximo, disfrutando “presuntamente” de los placeres del mundo mientras nos recuerda que, al final del día, siempre hay que volver a casa con un par de lentejas en la maleta.
P. D. 1. A mí no me gusta «ese» trabajo comercial. Suele ser alguien muy envidiado dentro de la organización y, de igual manera, posteriormente criticado cuando los números no salen. Será que me estoy haciendo mayor, pero prefiero comer en buena compañía un plato familiar y, por supuesto, dormir en casa antes que hacerlo en hoteles de lujo comiendo manjares de estrella Michelin.
¡Salud por esos comerciales!
P. D. 2. En 10 minutos quedé con un cliente para tomar un café en una terraza, y seguro que alguno que me conozca y me vea pensará: «Jolines, qué bien vive López, comercializando…». A veces, hay que comer langosta o tomar cafés para traer las lentejas a casa.

Consultor empresarial.
Germánico en organización, perseverante en las metas, pragmático en soluciones y latino en la vida personal.
¿Y por qué no?