Asturias Liberal > Aportaciones > Un bardo en su vida

Algunos de los problemas actuales de las administraciones y empresas se entienden cuando uno revisa sus estructuras y comprueba su funcionamiento: una empresa o una organización es como una máquina, y para que funcione correctamente y con eficiencia todas sus partes o mecanismos tienen que trabajar perfectamente sincronizados.

Cuando en 1962 John F. Kennedy visitó las instalaciones de la NASA en Cabo Cañaveral fue guiado por las diferentes dependencias conociendo a todos los trabajadores que tenían una gran desafío en la carrera espacial; después de saludar y charlar con ingenieros, matemáticos, administradores, contables, etc… que le iban describiendo sus respectivos cometidos y responsabilidades, la comitiva pasó cerca de un empleado de limpieza al que Kennedy también quiso saludar: “y tú, ¿qué haces aquí en Cabo Cañaveral?”, le preguntó el presidente, a lo que el empleado le respondió con una gran dosis de orgullo:

“Señor, estoy haciendo lo mismo que todo el mundo: trabajar para llevar al hombre a la luna. Eso es exactamente lo que estoy haciendo aquí”.

En la organización de la NASA de 1962 todos los empleados tenían claro el objetivo de la compañía y para qué trabajaban, pero los años y los nuevos modelos empresariales han traído cambios estructurales que influyen decisivamente en el rendimiento de las personas y en los resultados de sus empresas. Hoy en día un mal menor suele ser una falta de comunicación entre departamentos o entre compañeros que suele concluir en pérdida de eficiencia, tareas sin ejecutar o mal ejecutadas por esa falta de instrucciones claras, o un reparto de responsabilidades deficiente por culpa de unas jerarquías más preocupadas en conservar su posición que en trabajar por el objetivo común de la empresa.

Cuando la situación de la empresa es sólida, ésta es capaz de asumir un mal funcionamiento durante un tiempo limitado con –tal vez- algunas molestias para los empleados que siguen haciendo gala de su profesionalidad teniendo claro su objetivo, mas, si nadie hace nada por atajar esa situación, las molestias iniciales pueden llegar a irritar al personal al comprobar cómo su compromiso y trabajo por la empresa –a pesar de las circunstancias- no es valorado.

Si la situación persiste lo más probable es que lleguemos a un colapso de la empresa y un cabreo generalizado entre sus empleados, porque llegará el momento en el que nadie tenga claro para qué va cada mañana a la empresa, su objetivo y qué hacer.

Miguel Gila describía muy bien la diferencia entre molestar, irritar y cabrear:

Les aseguro que he conocido casos en los que los “supuestos profesionales” (me resisto a calificar como “profesional” a personas que no saben dónde están paradas) no son conscientes ni de para qué empresa trabajan, ni de la situación en el mercado de esa empresa ni de cuál es el objetivo… hasta que tienen encima la consecuencia del problema, porque todo en esta vida suele tener consecuencias: las cosas pasan por algo y generalmente no es por azar.

La cuestión en estos casos es si la incompetencia es inocente o es omnisciente, y debemos reconocer que a determinadas edades cada vez queda menos inocencia.Sólo con repasar la prensa diaria y ver la cantidad de empresas con problemas o echar un vistazo a las estadísticas de salud mental podemos deducir que demasiadas personas han pasado de la molestia a la irritación o al cabreo y, como afortunadamente no vivimos en una película, no nos convertiremos en Michael Douglas en “Un día de furia” (aunque ganas –a veces- no falten).

En los maravillosos cómics de Astérix tienen la figura de Asurancetúrix, el bardo que tiene un concepto de sí mismo tan alto que no sólo se cree un genio y un virtuoso musical, sino que incluso vive en una casa en un árbol como señal de que se siente en un supuesto nivel superior al del resto de habitantes de la pequeña aldea gala. Ocupado sólo en su casa y en su música, y ajeno a los problemas de la aldea gala, cada vez que este artista pretende intervenir lo suele hacer generalmente de forma inoportuna y con su innata pedantería, por lo que acaba amordazado cuando sus convecinos sólo quieren disfrutar de una fiesta… o maltrecho cuando su intervención es por otro tema más serio y hace irritar a algún aldeano.

Volviendo al siglo XXI y a nuestras situaciones cotidianas, algunos siguen empeñados en no aprender de los ejemplos que la historia y la ficción han puesto a nuestra disposición:

Si todos en nuestros trabajos tuviéramos tan claro el objetivo de nuestra empresa y la actitud del señor de la limpieza de Cabo Cañaveral en 1962 estoy convencido de que los resultados serían igual de exitosos que los de la NASA y su carrera espacial del siglo pasado; y si los bardos de nuestros días tuvieran la misma respuesta por parte de sus compañeros de hábitat a su actitud que en la pequeña aldea gala de Astérix, quizá nuestro humor, nuestra salud y la de nuestras empresas y organizaciones serían más lozanas.