
Hace unos días salí a correr por primera vez desde hace años. Resaltar que, aunque juego al fútbol amateur (mucho menos del que quisiera), sobre todo con viejunos y barrigones como yo, no me prodigo en otros menesteres como la carrera continua, el running, el footing, el correr o el jogging.
Me preparé
Me calcé mis zapatillas de deporte (que son las mismas que para caminar o ir de paseo), mi pantalón corto de un millón de lavados (aquella prenda a la que se tiene cierto apego y con la que se lleva toda una vida y cuesta desprenderse), mis calcetines blancos subidos/estirados a más no poder, a la moda de hace 30 años, y mi camiseta de manga corta, seguramente del I Certamen del Botijo —o similar— acaecido hace varias décadas.
Salí y ví
Sí, salí a dar vueltas a un parque cercano…Vislumbré en lontananza y me crucé con docenas de caminantes y corredores, solos o acompañados de otros o, incluso, de sus mascotas. Unos en forma estilizada, otros como yo, en forma, pero en forma de “tonel”, y otros con cadencia renqueante, seguramente haciendo rehabilitación de lesiones recientes o pretéritas.
El estilismo es prioritario
Y todos, pero todos sin excepción, con equipación conjuntada de colores notables, por no decir deslumbrantes (me imagino que sea por si algún ave en vuelo rasante o algún conductor que atravesare el parque pudiere esquivarlos antes de chocar):
- -zapatillas de marca,
- -malla ajustada,
- -camiseta de tonos fosforitos —y seguramente también de marca—,
- -contador de pasos, metros, kilómetros o años luz sujeto en el brazo,
Y un largo etcétera de suplementos que, no me cabe duda, son necesarios para un control conciso y exhaustivo del ejercicio cuando éste se hace de forma recurrente y periódica.
Después pensé
“¿En qué momento de mi vida me perdí ese punto de inflexión entre la práctica del deporte —fuere andar, caminar, correr (al trote cochinero o en sprint)— y el postureo RUNNINGUERO?
”Ya verás, en lugar de ir a correr (como se decía toda la vida), voy a tener que apuntarme al gimnasio (al “gym”, que es más sexy) y, encima de apuntarme, voy a tener que ir.
Resulta curioso cómo antaño, para mantenerse en forma, bastaba no tirarse en el sofá cual seta en el campo, y simplemente había que salir de casa. Ahora necesitamos un patinete eléctrico para ir al gym a hacer deporte, ese gym lleno de máquinas que hacen misteriosos ruidos, ropa deportiva de diseño e incluso personal trainers que nos gritan más que en el pasado nuestras madres (eso sí, no nos tiran la zapatilla voladora que arreglaba cualquier discrepancia).
¡Rediosssss, la era del fitness!
Ahora no nos movemos, no salimos a caminar o a jugar al aire libre. Ahora es esencial saber correr 5 kilómetros, cual maratón de supervivencia. Eso sí, sin olvidar las nuevas tendencias de adelgazamiento: ¡fuera chorizo, jamón y queso y adelante batidos verdes con sabor a césped!
Una olvidada calidad de vida
Ocurre que que, en lugar de disfrutar de una buena comida —en excelente compañía— y un paseo, ahora nuestra vida es un sprint constante de marcas de levantamiento de pesas o récords personales de aguante o velocidad en el correr.
Todo aderezado de infinitos selfies durante el proceso.
Así, ¿quién necesita una vida activa cuando tiene su Instagram lleno de fotos haciendo running con sus zapatillas de marca?

Consultor empresarial.
Germánico en organización, perseverante en las metas, pragmático en soluciones y latino en la vida personal.
¿Y por qué no?