
Hace unas fechas, en una de esas multitudinarias reuniones telemáticas que habitualmente ocupan el tiempo de muchos de nosotros, confieso que mi paciencia se agotó.
Estábamos repasando la planificación de un proyecto cuando llegamos a los trabajos que se estaban llevando a cabo en uno de nuestros talleres colaboradores: me gusta emplear el término “colaboradores”, porque una de las claves del éxito de una empresa es encontrar buenos colaboradores y a lo largo de mi carrera he tenido la suerte de trabajar y aprender con muchos de ellos.
Como les decía, los trabajos en uno de nuestros talleres colaboradores se iban a retrasar unos días debido a contratiempos no atribuibles a ese taller, unos trabajos que debían concluir un jueves se iban a alargar hasta el lunes siguiente.
Aparecen los atributos
Por nuestra parte, y sabiendo que el montaje de los equipos que allí se estaban fabricando no era para nada urgente en obra, ni mis compañeros ni yo mismo le dimos mayor importancia al retraso, pero el jefe de proyecto por parte de nuestro cliente empezó a alzar la voz preguntando los motivos de la demora, así que le justificamos que habíamos tenido falta de materiales por una compra escasa y contradicciones en algunos planos que nos habían parado un par de días a la espera de respuesta.
Por el rumbo que tomaba la conversación, nuestro interlocutor debía de ser alguien con bastante poder dentro de su organización, porque ninguno de sus propios compañeros se atrevía a contradecirle ni a hacerle un mínimo apunte a sus autoritarias intervenciones, y por eso debía de estar acostumbrado a tratar con gente que no tuviera inconveniente en achantarse.
Los argumentos que le exponíamos, lejos de calmar su exaltación, hacían que la indignación de ese hombre fuera en aumento y siguiera pidiendo explicaciones sobre el alcance de los trabajos pendientes, así que yo mismo le expliqué que quedaban por hacer unas soldaduras, luego presentar el equipo para definir y realizar otras soldaduras, hacer ensayos, decapar y pasivar el interior del recipiente (limpieza profunda en los equipos de acero inoxidable), volver a tapar y soldar con máximo cuidado para no deformar el equipo y decapar y pasivar por el exterior.
“¿Soldar unos tubos?, ¡eso lo sueldo yo con la minga!”, nos espetó a todos.Sin poner en tela de juicio las habilidades del susodicho y su minga, nunca he visto a nadie soldar con semejante adminículo; pero, en serio, en la inmensa mayoría de ocasiones en las que alguien ha aludido a sus atributos sexuales para argumentar alguna instrucción la cosa no ha salido bien.
Cargando un barco por c……
Recuerdo en una ocasión en el puerto, durante el embarque de un proyecto en el que ya habíamos cargado la bodega del barco y estábamos empezando a meter bultos en el entrepuente… a mí me parecía que todo no iba a caber y le pregunté al muchacho de la naviera si el barco sería capaz de llevar todo el material y cuándo se terminaría la operación de carga, a lo que él me respondió de una manera respetuosa pero bastante optimista: “esto se carga todo hoy por mis huevos”.
Cuando faltaba poco ya para completar la operación y casi entrada la noche el muchacho pensó que debía estar todo controlado y emprendió marcha para su Bilbao de origen: fue irse él y ceder el entrepuente, lo que obligó a desalojar el barco y descargar gran parte de la mercancía ya cargada. Ni que decir tiene que el barco zarpó sin esa parte de la carga que tuvo que esperar unos días a un segundo barco.
Ignorancia osada
Volviendo al impertinente de la discusión del principio, cuando sacó su miembro a pasear (o a soldar, más bien) yo no me pude contener y le respondí a él y a sus compañeros que le respaldaban: “pero… ¿alguno de los presentes ha visto el plano?, ¿sabéis los internos que lleva ese equipo?, ¿el alcance de los trabajos que quedan por ejecutar?”, a lo que todos en la reunión contestaron con un silencio que -en el fondo- reconocía que ninguno había visto el plano y mucho menos sabía de lo que estábamos hablando.
Nuestro protagonista maleducado no tuvo mejor idea para romper el silencio que atreverse a decir: “me da igual, que pongan más soldadores o hagan horas extra” … y a partir de ahí empezaron las voces entre él y yo (mientras algún amigo me decía por mensajería interna “respira dos veces”).
La reunión se pudo encauzar y al final el agua no llegó al río, pero espero que entiendan mi indignación cuando uno tiene que dar las explicaciones oportunas a alguien que no sólo no las entiende, sino que no se ha molestado en intentar entenderlas, en abrir un plano o un documento para disponer de toda la información y saber de qué habla… o intentar saber de qué habla, porque les aseguro que muchos de los que se acercan a un plano o a cualquier documento técnico no son conscientes de lo que esos dibujos y esos números suponen, de los procesos productivos que conllevan o de la particularidad o dificultad que entraña su fabricación.
Incultos ilustrados
Si la gestación de un niño le lleva a una mujer nueve meses, les aseguro que hay cenutrios ilustrados que piensan que nueve mujeres embarazadas, en un mes son capaces de conseguir ese niño… y se atreven a defenderlo en una discusión.
Lo que acabo de relatar es otra anécdota más del día a día, pero es fiel reflejo de lo que vivimos en nuestra sociedad y en nuestras empresas: lamento generalizar -con la injusticia que eso lleva aparejada-, pero se está dando la responsabilidad de la opinión y de la toma de decisiones a auténticos irresponsables e incultos que no sólo no tienen la madurez para asumir el mando, sino que su falta de humildad les impide reconocer sus limitaciones y madurar con pasos seguros para convertirse en buenos profesionales.
Si tenemos en cuenta esta cultura que se está imponiendo, y repasamos los resultados de nuestras administraciones públicas (déficit generalizado) o de muchas de nuestras empresas (problemas económicos y resultados mediocres), quizás podamos concluir que las casualidades muchas veces no existen, que no hay tanta mala suerte o tantos elementos externos que sean capaces de ocultar la manifiesta incapacidad de los responsables al mando.
Dadas las circunstancias, muchos ya casi nos conformamos con tratar con gente que sume trabajo y -sobre todo- educación y respeto en el trato.

Licenciado en Filología Española (Literatura)
https://www.linkedin.com/in/j-aurelio-su%C3%A1rez-devesa/