
Fue un discurso que no se esperaba. O quizá sí, pero no con la misma nitidez que exhibió en su brillante etapa de gobierno tras desbancar al socialismo de Felipe González.
José María Aznar nunca se fue del todo e irrumpió con la voz del que no tiene que pedir permiso para hablar. En el Congreso del PP, donde el ambiente olía más a sonrisas de transición que a determinación, Aznar encendió las alarmas. No vino a sugerir. Vino a advertir. Y lo hizo sin afectación ni retórica amable.
Habló como se habla cuando el país te duele de verdad: sin alharacas, pero con filo.
España, en modo colapso
El diagnóstico fue severo. España no atraviesa una crisis: sufre una degradación programada. La ley se retuerce, la nación se trocea, la Constitución se manosea, y el Estado se prostituye al mejor postor. No son palabras improvisadas: son acusaciones con dirección.
El Gobierno, según Aznar, no gobierna, delinque:
- -Pacta con prófugos,
- -Reescribe el Código Penal para amigos,
- -Negocia presupuestos en la cárcel y
- -Convierte el chantaje en procedimiento parlamentario.
España, dijo, es ya una colonia de Waterloo, donde el forajido manda y el presidente obedece.
Y si el juicio fue duro, más lo fue su advertencia: esto no es una deriva, es un plan; no es un error, es una estrategia; no es una anomalía, es el nuevo régimen.
Aznar no pidió matices. Exigió definiciones. Ni equidistancias, ni prudencias. Frente a un Gobierno que ha convertido la democracia en coartada, no cabe la moderación tibia. Lo llamó “golfería estructural” y sentenció: “Si pactas con delincuentes, no te extrañe acabar en la cárcel: es tu ambiente.”
El programa de gobierno que subyace

Entre líneas, su discurso contenía un programa de acción sin ambigüedades:
- -Derogación inmediata de la amnistía y restitución del Estado de Derecho.
- -Reforma constitucional para blindar la soberanía nacional.
- -Prohibición de pactos con formaciones contrarias a la unidad de España.
- -Recentralización estratégica y revisión del modelo autonómico.
- -Reforma judicial urgente y separación de poderes efectiva.
- -Auditoría integral del Gobierno actual y responsabilidad penal.
- -Reencuentro con el relato nacional, sin revisionismos ni concesiones seudomorales.
Aznar no vino a gestionar. Vino a redefinir. No a conservar lo que queda, sino a reconstruir lo que ya se ha perdido.
Feijóo: claridad templada

Y entonces, al día siguiente, habló Feijóo. El contraste no fue una sorpresa. Feijóo no rugió. Habló como quien se postula para gobernar sin romper nada.
Mostró un plan, sí, pero con voz baja. Más sereno que valiente, más gestor que estratega, más prudente que urgente. Reivindicó la necesidad de un cambio político, pero no lo presentó como refundación, sino como reparación.
Rechazó el “régimen del poder personal” de Sánchez, denunció la división social y el deterioro institucional.
Se mostró rotundo en el rechazo a Bildu y al chantaje nacionalista, pero dejó abierta la puerta a pactos parlamentarios desde el vaivén de la tranquilidad cuando lo que se impone hoy es la lógica de la urgencia.
Sus diez compromisos para los 100 primeros días fueron sensatos, necesarios, razonables. Pero insuficientes para quienes creen, como Aznar y con él que el país ya no está simplemente desordenado, sino roto.
Feijóo ofreció regeneración democrática, rebaja fiscal, reformas laborales, plan de vivienda, defensa del español en las aulas, control migratorio, y una política exterior seria. Una hoja de ruta coherente.
Pero le faltó una frase que lo empujara al lugar que la historia ya ha colocado frente a él: no basta con gestionar un Estado, cuando ese Estado ha sido corrompido por dentro.
¿El mismo partido?
La pregunta flota en el aire: ¿de qué PP estamos hablando?
- -Aznar exige una movilización nacional, moral y constitucional.
- -Feijóo ofrece una administración responsable, transversal y técnica.
- -El primero llama a las armas del alma.
- -El segundo, al buen juicio de las instituciones.
- -Aznar pide un León.
- -Feijóo nos promete un mayordomo eficaz.
Pero no estamos en tiempos de protocolo. La situación, como recordó el expresidente, no se soluciona desde la discreción, sino desde la firmeza. No se reconstruye una nación con informes: se hace con voluntad, con principios y con coraje.
Mientras Aznar traza un mapa de batalla para rescatar el orden constitucional, Feijóo redacta un contrato social para gestionar lo que quede.
No se trata de una pugna personal, sino de una diferencia de estrategias ante una misma amenaza.
-El rugido y el murmullo.
-El fuego y el plano.
-La ofensiva o la administración.
-La refundación o la gestión.
España decidirá qué quiere. Pero que no se diga que nadie advirtió.
Aznar ya lo hizo. Ahora le toca a Feijóo demostrar si está dispuesto a algo más que gobernar.
Porque, cuando el poder se ha degradado hasta la raíz, no basta con heredarlo: hay que redignificarlo.Y eso no lo hace un gatito. Lo hace un León.
ENLACES A LOS DISCURSOS DE JOSÉ MARÍA AZNAR Y DE NÚÑEZ FEIJÓO:
1.El discurso íntegro de Aznar en el Congreso del PP: «Si pactas con delincuentes, no te extrañe acabar en la cárcel«
Aznar pincha el caparazón de la moderación política. Con tono adusto, acusa al Gobierno de pactar con delincuentes, pervertir el Estado de Derecho, reescribir privilegios legales para condenados y subordinar la soberanía nacional a intereses populistas. Su intervención marca un punto de inflexión: no basta gobernar, hay que reconstruir la nación.
2. Discurso de Alberto Núñez Feijóo. Clausura del XXI Congreso Nacional del PP (6 de julio de 2025)
Feijóo se presenta como gestor institucional. Apuesta por regenerar la política y garantizar normalidad parlamentaria: auditorías, límite de mandatos, reforma judicial, plan de vivienda, rebaja fiscal, control de inmigración, defensa del español, y firmeza frente a Bildu. Su mensaje es serio, pero menos radical: busca gobernar y reconstruir paso a paso.Enlace al PDF:

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED