
Ha pasado el tiempo. No se escucha la música que ofrecía un futuro feliz: «España, camisa blanca de mi esperanza».
Hoy desteñida por el tiempo y la lluvia pertinaz de la sospecha y la traición. Devorada por la política de navaja, barro, clavel y espada que atesora la amnistía, la financiación singular o las transferencias de la seguridad social. La perfidia de una sonrisa fría.
Para las tierras astures, un pufo monumental: las ruinas adornadas del viejo Huca, la Fábrica de Armas, dos mausoleos sin dinero y un futuro errático de larga data. Una insuficiencia para la razón que avizora una protesta mínima de quien debería y debe.
En tanto, un agente satelital requiere el silencio para las cosas de Cataluña.
Un mutismo de conejo astur, los vahídos intermediarios de quien aconseja. Un «¿Por qué no te callas?». Aun así, en estos días de zozobra sin reacción, los mismos acuden a los llantos lastimeros con sus lágrimas de marsupial. Como esa microalga Marsupiomonas pelliculata, con su propio flagelo dispuesto para fustigarnos.
Dicen, los susodichos, los que aconsejan al presidente de acá, que «no aceptarán» esas cosas que les manden los de allá.
Rechazarán, afirman, los trasuntos enviados desde la quasi península arábiga con capital en Magerit, que decía Muhammad I de Córdoba, citando a la ciudad de la Villa y Corte. El libro de Ester cita al villano Hamán, alto funcionario del rey Jerjes I de Persia, que perdería su baraka mora, su «Pur», la suerte propia de los persas.
Dice Ester 9:25: «Pero, cuando se presentó ante el rey, este ordenó por escrito que recayera sobre la cabeza de Hamán el plan perverso que había concebido contra los judíos, y lo colgaron del patíbulo, a él y a sus hijos«.
El destino nos ha torcido el gesto con los principios definitivos del mal de la nación española. ¡Cuando más se precisaba de la sombra fresca del poder en estos días de estío! ¡El abandono definitivo! ¡No quedará nación, si acaso los escombros del Partido!
El «Prínceps de Llaviana» sucumbió, en unas jornadas crudas, al azote impropio de uno de esos bichos que te enferman lo justo, en gravedad y tiempo. Una ausencia irreparable para defender la «nuesa identidá» en el Magerit del moro, en la vieja calle de san Marcial que atesora la memoria de la batalla contra los hijos de Napoleón (1813).
Dicen por ahí, con su mala fe, que algún Hamán de los de allá prefiere el solaz descanso de un vapor turco, un hammam entre escuchas y susurros encendidos por la temperatura del local.
Una cosa triste para el gobierno teniendo en sus manos el programa Magerit. Una aplicación propia de espías del ministerio de Asuntos Económicos y el Centro Criptológico Nacional. Una metodología analítica con sus afanes que integra, entre otros, el propósito de «Identificar activos digitales relevantes (sic erat scriptum)».
Aunque habrían de pasar los años, para saber de ello y de las aficiones impropias por los derivados de la química orgánica del polvo blanco. De pocos escenarios dispone ya el «Gobiernu del Principáu d’Ásturies». De un bastión venido a menos, quizá recurrir a la Feria de Muestras de agosto o al 8 de septiembre presto, éste último, a reciclarse por el 25 de mayo. ¡Cómo si esto fuera Buenos Aires o la Organización de la Unidad Africana!
No sabemos, en estos días de nubes y calor, qué pasará con «La Llingua», cuando todo apunta al camino chino para releer los rótulos de las baterías y las pilas que haremos para los orientales. Quizá quede en el tabernario astur de la calle «dalguna pallabra», pa poder «entendenos» con la nueva «mocedá de Sotrondio», muy «cerquina» de Llaviana.
Va a cambiar la demografía del «pueblu» con los ciento ochenta hijos del moro, los MENAS que no serán menos, hasta que se sature y pasen a ser quinientos o cinco mil.
¡Se pondrán nerviosos pensando en el regreso de los moros que envió Franco en la revolución de 1934! El canto de un cisne disfónico para las tierras de España, perdidas las instituciones y la orfandad de los camaradas escribiendo, ahora, con letra blanca en la prensa regional.No quedará ni el recordatorio del desfile con camisa roja del 1 de mayo de 1936.
El ruido aún persiste en la calle militar de Valentín Ferraz, antes san Marcial, que habría de sangrar en los combates de la Guerra Civil Española. Alejada un poco, del camino de las ánimas que te llevan al cementerio. El run run de las viejas y estrechas calles de Madrid, de la calle Cuchilleros abastecedora de la Casa de la Carnicería y las Cuevas de Luz Candelas.
En sus limitados espacios, se debate la intención de una nueva ley de prostitución sin rótulo definitivo, si las muchachas, son putas o prostitutas. Quizá, para estrechar el acuerdo con los asiáticos se sugiere su transcripción al mayoritario chino mandarín: el «pǔtōnghuà».
Regresa en mí el espíritu triste de Blas de Otero inspirador (1961): «Patria de piedra y sol…, desesperada España camisa limpia de mi esperanza».
Sigue, en aquí, el aire caliente del sur transportando algo más que la calima mora. Tengo para mí, que la República Dominicana va a cerrar las fronteras a la inmigración de un fin de ciclo intuido. Así que, en mi propio sin vivir, mientras contemplo frente el muelle de la bahía, escucho las notas negras del colombiano Juanes.
Apaciguo el ánimo con un «tragüín de güisqui». Repito como uno de esos tucanes políticos desmochado, de ojos desorbitados y un blanco de lino: …Y fue pura todita tu mentira…
Tengo, tengo la camisa negra porque negra tengo el alma…Y yo con la camisa negra, y tus maletas en la puerta. Me muerdo los labios: «Voy tomar el caberu tragu y dirme».

«Encerrado en precioso mármol para la mansión eterna el tierno cuerpo de
nombre Ithacius».
Sarcófago de la capilla Nuestra Señora del Rey Casto (catedral de Oviedo,
siglo V-VI).
Acerca de las lanzas coloradas:
Novela de Arturo Uslar Pietri con alusiones a la autobiografía del general venezolano José
Antonio Páez Herrera (Capítulo IX).