Un lector crítico, como el que habitualmente visita esta web, no dudará en lamentarse de que ya están otra vez los pesados liberales echando pestes del socialismo, culpándolo de los mil males que azotan a nuestra convivencia. Qué se le va a hacer, somos así, pero es que además los socialistas nos dan motivos una y otra vez para sacarle punta a esas medidas grandilocuentes que generalmente se hacen con intereses espurios y no precisamente mirando el bien común.
Hace unos días se publicaba la noticia sobre la reforma del acceso a la carrera judicial anunciada por el ministro de Justicia y Presidencia, Félix Bolaños, para facilitar el acceso a través del cuarto turno, el de los méritos, y retocar el actual sistema recogido en la Constitución, la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1980 y su posterior reforma del 85, sistema que viene del siglo XIX, de la Constitución de Cádiz y de la época del reinado del desafortunado Amadeo I de Saboya.
Félix Bolaños, que no es que mienta pero una verdad no dice, aduce que Europa quiere menos temporalidad en el empleo público y más de 1.000 jueces y fiscales están en esa situación. Además pretende controlar a los preparadores, montar una comisión de esas que tanto gusta al socialismo para controlar a los demás (no a los suyos), acabar con el elitismo y la endogamia (típico discurso de izquierdas) y alguna idea más.
Lo que realmente pasa es que les molesta que los jueces sean el gran problema del PSOE en los últimos años y algo tienen que hacer. Como no pueden acabar con los que hay, pretenden llenar de afines las fiscalías y los tribunales como han hecho con la Fiscalía General del Estado o el Tribunal Constitucional y evitar que lleguen a estas instancias casos como el de la mujer, el hermano, el ex ministro, el chófer o lo que sea del entorno de Pedro Sánchez.
El socialismo está en contra del esfuerzo, el trabajo, la recompensa. Les parece mal que una persona luche para alcanzar grandes resultados, obtener el mejor puesto de trabajo, ser el número 1 de una oposición. En los últimos años hemos visto cómo han colado a miles de personas en lo público simplemente por el hecho de llevar tiempo como eventuales, culpando, cómo no, a Europa y las normas que nos impone, tirando por tierra el esfuerzo de aquellos opositores que se examinaron una y las veces que hicieran falta, que renunciaron a familia, amigos y ocio por estudiar y ser los mejores entre muchos, acceder a un empleo público y cumplir con su labor. El PSOE ha desvirtuado tanto el acceso a la función pública que donde antes veíamos a gente que lo pasaba mal y peleaba para obtener esa oposición ahora prima el “entra en lo público que seguro que el PSOE te acaba dejando fijo” (“Pues claro que veo justo que te hagan fijo, ¡ya aprobaste una vez!. Además tú eres muy bueno porque mira los más listos, los número 1, que no siempre son los que mejor trabajan).
Pero no solo han desvirtuado el acceso al empleo público. Con la educación han hecho lo mismo, reinventándose los itinerarios formativos para que, por ejemplo en la ESO, todos aprueben y si no pudiera ser así, pasen igualmente de curso (“no dejamos a nadie atrás”). Qué decir de los niveles superiores en los que solo hay que comparar planes de estudios para ver qué se exigía antes y qué se requiere ahora (“Hijo ¿por qué no vas a poder tener un título universitario como los demás?¡Cómo que no vales!¡Claro que sí!”)
El socialismo mata el esfuerzo, el interés, la lucha, la merecida recompensa y el orgullo de sentirse satisfecho con el trabajo realizado. La Renta Básica Universal es la máxima expresión de la desidia que pretenden para todos: cobrar por no hacer nada. ¿Qué sociedad puede prosperar cuándo tienes cubiertas las necesidades básicas?¿Para qué te vas a esforzar? ¡Que inventen otros!
Félix Bolaños dice habitualmente muchas tonterías pero afortunadamente la realidad nos da ejemplos de que las cosas van por otro camino. En este caso, frente a lo de la reforma judicial para meter enchufados, banalizar el acceso y eliminar el prestigio de los que salvaguardan el Estado de Derecho, tenemos a una asturiana de casi 30 años, Dakota Sampedro, que en 2022 fue la mejor de su oposición a juez y en estas fechas ha recibido de manos del Rey la Cruz de San Raimundo de Peñafort por haber sido de nuevo la número 1, en este caso de la LXXIII promoción de la carrera judicial. Una mujer que en su adolescencia repitió curso, piraba alguna vez, sacaba malas notas… que estuvo en varios centros educativos hasta que en Pola de Siero un atinado profesor dio con la clave para orientar un futuro que la llevó al Derecho, a comenzar la oposición para juez, estudiar 8 horas diarias durante años, aprender 328 temas (¡qué tontería si está todo en Internet!), hacer tres exámenes y convertirse en la mejor de España. Y sin ser de alta cuna, sin juristas en la familia.
Todo esto a Bolaños le suena a chino porque a los estómagos agradecidos lo del esfuerzo les sienta mal. Cuando los jueces investigaban la Gürtel y metían a Bárcenas en la cárcel todo iba bien; cuando Rajoy era llamado a declarar, cuando Urdangarín daba con sus huesos en el presidio. En aquellos momentos nuestra Justicia era la mejor del mundo.
Pero cuando es la mujer de Pedro Sánchez la que está imputada, su hermano también, y su hombre de confianza durante años (Ábalos), quizá su chófer (en la trama de los hidrocarburos), el Fiscal General del Estado, etc. Cuando han tenido que maniobrar en el Constitucional para exonerar a Manuel Chaves y José Antonio Griñán (del caso Marea en Asturias no hablamos porque importamos tan poco que ni se molestan en librar de la cárcel a José Luis Riopedre), cuando hay tanta porquería que tapar y el Constitucional no da abasto, hay que zanjar las causas y qué mejor forma que jueces y fiscales en la primera línea para conseguirlo.
Dicen los progresistas que Donald Trump va a estar solo cuatro años, que pasarán pronto y que retomarán después lo que ha quedado en suspenso (sí, lo que os ha llevado a una derrota estrepitosa). En España todavía quedan unos años de Pedro Sánchez, Bolaños, Yolanda Díaz, etc. que, mucho nos tememos, serán muy difíciles de enmendar.
Los hechos son los hechos, independientemente de los sentimientos, deseos, esperanzas o miedos de los hombres.