
Ha muerto Vargas Llosa, D. Mario, maestro en tantas cosas.
Recuerdo cuando me impactó Conversación en La Catedral, tardíamente, en 1990, cursando mi primer año de Filología. Zavalita y su Perú «jodido» se volvieron ya eternos para mí.
En 1994 (toda su bibliografía anida en mi biblioteca con el año de su primera lectura en cada primera hoja) devoré El pez en el agua, memorias intercaladas de su infancia y primer contacto con las letras, y el periplo electoral persiguiendo la presidencia del Perú y que perdió frente a Fujimori.
Así, si primero descubrí a un narrador prodigioso, de repente me encontré con que compartíamos fervor por el liberalismo y su práctica política, lo que me hizo caer definitivamente rendido a sus pies. ¿Escritor brillante, hispano y liberal?
Los siguientes años me hice con toda su obra, que fui leyendo con fervor incansable. No soy original; babeé especialmente, como todos, con La ciudad y los perros, La casa verde, La guerra del fin del mundo y, especialmente, esta ya en riguroso directo, recién salida de la imprenta, La fiesta del Chivo, sin duda mi favorita, con una estructura narrativa formidable.
Por supuesto, nunca me fue ajena su militancia en el liberalismo más pleno, a través de ensayos, artículos, debates, conferencias… Un liberalismo sin apellidos y coherente en lo moral, lo político, lo económico y lo patriótico. Un liberalismo de lecturas y de políticas activas, de compromiso cívico, contracorriente, y que bien le pudo costar el premio Nobel.
A este respecto, baste leer la necrológica que Lo País, su casa durante más de dos décadas, tiene a mal perpetrar, traicionando su memoria al vomitar textualmente: “(…) ese Vargas Llosa progresista en lo moral, pero neoliberal en lo económico que desconcertaba (y hasta irritaba) a los miles de admiradores de sus novelas.”
Progresista y neoliberal, dos etiquetas infectas para evitar el preciso término “liberal”. No descansan ni en la muerte de quienes les honraron rebajándose a escribir en sus páginas.
En la memoria siempre guardaré mi único encuentro y conversación con él. Corría el año 2012 y, en el Instituto Juan de Mariana, le dimos el premio anual “a una defensa ejemplar de las ideas de la libertad”. Llegamos literalmente a la vez a las puertas del Casino de Madrid, en un Mercedes con conductor yo, en un taxi él, acompañado de la (casi) sempiterna Patricia.
Justo detrás, Jesús Huerta de Soto, en un Bentley con “mecánico”. En mi descargo diré que lo mío era un Cabify en su primera etapa (más barato que un taxi), lejos de vanidades.
En el cocktail inicial, por cortesía de Fernando Díaz Villanueva, fotógrafo “oficial” del evento, me acerqué tímidamente, como si así le molestase menos, a donde se encontraba D. Mario y pude obtener una breve, pero amable e interesante conversación que conservo en mi memoria. La foto nunca llegó a mi poder.
Ya en el acto, tras el magistral encomio del admirable Carlos Alberto Montaner, asistí a la mejor intervención en vivo que recordar pueda.
No niego que influya en la percepción mi admiración rendida por el protagonista, pero la mezcla de canto a la libertad y su militancia, verbo florido, acento melódico, fluidez pausada y ausencia de notas durante muchos, pero apenas imperceptibles minutos, resultó embriagadora hasta la emoción.
Se fue Vargas Llosa y le sobreviven sus obras ya clásicas; se despidió D. Mario, dejándonos un ejemplo de compromiso por unas ideas tan necesarias como siempre.
Le disfrutamos y le recordaremos.
Artículo imprescindible en el Instituto Juan de Mariana:
La sabiduría de Mario Vargas Llosa: https://juandemariana.org/la-sabiduria-de-mario-vargas-llosa/

Emprendedor asturiano en diversos sectores, como el transporte, la consultoría empresarial y la construcción. Antes muerto que en el régimen general.
Estudios de filología, economía y teología. Solo me resultaron útiles las lecturas derivadas de ello.
Escarceos en política local, a través del PP y Foro Asturias en tiempos no lo suficientemente lejanos para poder olvidarlos.
Orgulloso miembro del IJM y de su gente. Católico tirando a deísta. ¿O es al revés?
Cada día más escéptico, pero demasiado obstinado como para rendirme definitivamente