
En este mercado laboral donde nos ha tocado vivir, con una competencia más que feroz, los procesos de selección terminan siendo más un juego de azar que una búsqueda de talento y me pregunto:
¿Dónde están todos esos ‘EFEPEROS» (provenientes de la extinta FP, ahora Grados Medio y Superior) que solían ser la joya de la corona?
Ahora, con más titulados que nunca, más jefes que indios en las empresas e instituciones, y numerosos reclutadores que parecen más ‘sabelotodo’ que nunca, cada vez más nos encontramos con un mar de encuestas infumables que priorizan las soft skills (sí, esas que antes llamábamos habilidades de gestión y ahora llamadas así parecen más “sexys”) sobre la experiencia de cada candidato.
Y mientras tanto, a la par que hay muchos candidatos lastrados por el edadismo, la sobrecualificación o la espada acusadora de su cambio continuo de empresas en los últimos años, no es óbice ni cortapisa para indicar que otros también en número considerable (por desgracia) se aferran a condiciones de épocas pretéritas como si el tiempo no hubiera pasado, o a situaciones “modernas” y cuasi idílicas en esta actualidad que nos ha tocado vivir, como si esas promesas del teletrabajo 100% (por ejemplo), la conciliación absoluta y demás, pudieran extrapolarse a todos los sectores.
¿Acaso no se dan cuenta de que el mercado ha cambiado y que, incluso, en algunos oficios, el teletrabajo -entre otras cosas- es absolutamente imposible?
Quizá sea posible en multitud de sectores, pero otros, por su propia función, resultan a todas luces impracticables (¿se imaginan a un conductor de autobús o a un albañil teletrabajando?).
Así que, en esta bendita región y seguramente también en el ámbito nacional, no solo hay ‘PARADOS’, sino también muchos también ‘QUIETOS’ que parecen esperar a que el trabajo ideal les caiga del cielo. Suena irónico; ¿A que sí?
Algunos ejemplos:
1. Cierre de la empresa:
Imagina a Fulano, un trabajador leal que ha dedicado 25 años de su vida a una empresa. De repente, recibe la noticia de que la misma cierra (estaba moribunda desde hacía meses, años pero Fulano miraba ese futuro incierto de soslayo); de hecho, ya ha cerrado y el tipo pasará la semana siguiente a engrosar la plantilla del SEPE, con la incertidumbre consumista que ello conlleva.
Se siente perdido, como si hubiera estado deambulando a sabiendas durante un tiempo prolongado, y, de repente, su barco se ha hundido. En su búsqueda de empleo, se encuentra con una oferta que parece perfecta y obviamente la presión de su situación lo lleva a realizar la entrevista, lleno de esperanza, pero también con una importante carga de ansiedad. Tras una hora de intercambio de información llega a decir que por menos de “X” miles de euros anuales no aceptaría el puesto pues está requiriendo un poco más de lo que cobraba en la anterior empresa.
El Reclutador chifla ante la barbarie y le dice: Pero te estoy ofreciendo un sueldo similar al que tenías (en el otro había varios quinquenios de antigüedad) y bastante superior a lo que cobrarás parado en el SEPE. Pero no acepta, pasando a su condición de parado. ¿Cuántas personas se han encontrado en una situación similar, donde la estabilidad laboral se desmorona de un día para otro? ¿Y cuántas no están de acuerdo en aceptar condiciones laborales distintas a las disfrutadas en tiempos pretéritos (aunque ahora mismo estén cobrando infinitamente menos del SEPE)? Hasta que el tiempo, más pronto que tarde, les hace bajar de la nube.
2. El «imposible»:
Fulano se sintió atraído por la oferta y responde rápidamente. El Reclutador le ofrece numerosas franjas diarias y horarias para reunirse. Sin embargo, cuando intenta coordinar, se encuentra con un «imposible». Es como si estuviera hablando con una pared. Este tipo de situaciones son comunes: personas que buscan cerrar el círculo, pero se topan con la falta de compromiso de los verdaderamente interesados.
¿Cuántas veces hemos escuchado historias de candidatos que se sienten ignorados o desilusionados por la falta de respuesta? Pero, ¿Cuántas hemos escuchado donde el Reclutador tenga que estar detrás del candidato y, este segundo con todo el tiempo del mundo, no sea capaz de dedicar unos minutos de su vida a una entrevista?
3. Vacaciones en medio de la urgencia:
En otro giro de los acontecimientos, Fulano, en el paro y ávido de trabajar (dicho por él) recibe una propuesta para reunirse al día siguiente. Sin embargo, cuando el Reclutador le concierta una entrevista éste le indica que se va de vacaciones por una semana para despejar (¿despejar de qué?) y ya hablan cuando vuelva. Es un choque con la cruda realidad: a la par que Fulano está en una situación crítica, decide desconectar.
Este tipo de situaciones pueden parecer absurdas, pero son más comunes de lo que pensamos. ¿Cuántas veces hemos visto a personas que, en medio de una crisis, se encuentran con la indiferencia de quienes podrían ayudarles? ¿Y al revés, como es este caso?
4. La espera interminable:
El Reclutador se encuentra en una situación extraña pues ha cerrado una entrevista con Fulano, pero espera hasta una hora después sin noticias. Después de varios intentos de contacto, recibe un mensaje de Fulano diciendo que ha tenido un «contratiempo» y que ya, “si eso”, se acerca un día a verle (como si el Reclutador estuviera 24×7 esperando ávidamente y sin otra cosa que hacer). Este tipo de desinterés puede ser devastador para alguien que está buscando cambiar su vida laboral.
¿Cuántas veces hemos escuchado historias de personas que se sienten como si estuvieran en una montaña rusa emocional, esperando respuestas que nunca llegan? Pero, ¿Cuántas hemos oído de personas que avivan con gasolina y petardos esa montaña rusa?
5. La “paguina” y el dinero en “B”:
El Reclutador entrevista a Fulano durante una hora y, tras la perceptiva descripción del puesto de trabajo, la empresa y la idoneidad del candidato, se habla de la horquilla salarial (bastante más que el Convenio y en su misma ciudad).
Fulano dice que no al trabajo pues, entre el subsidio y lo que puede ingresar “por detrás”, no le paga la pena madrugar todos los días. Esto recuerda aquel chiste donde un desempleado va a una entrevista de trabajo de media jornada y sucede esto:
Reclutador: el trabajo es a media jornada
Candidato: sin problemas, me aferro a lo que sea
Reclutador: empezarías a las 6:00h.
Candidato:¡Ostrááásss, me partes toda la tarde!
Reclutador: Noooo, a las 6:00h de la mañana
Candidato: Tío, normal que no encuentres gente
Y ahí acabó la entrevista.
Ay!!! El dichoso teletrabajo:
El Reclutador entrevista a Fulano mediante videconferencia (residen en distintas provincias). El puesto de trabajo es como Director de Departamento de una empresa de servicios; el perfil del candidato, el sueldo y demás parámetros encajan para ambas partes.
Cuando ya se creía que surgiría el amor, Fulano suelta que le gusta la empresa, le gusta el puesto, el sueldo le resulta interesante, pero sólo con una condición: que éste fuera teletrabajo 100%. Respuesta del reclutador (tras quedarse ojiplático): “espera, espera, es una empresa de servicios y, por ende, tu actividad sería 100% estar en contacto presencial con las empresas-clientes. Quieres que sea 100% teletrabajo, desde tu casa o desde donde te venga en gana…
¿Y querrás también coche de empresa, móvil y demás?”. Y ahí se acabó la entrevista.
O sea:
Estos ejemplos (habría un ciento de ellos más) reflejan la realidad de muchas personas en el mundo laboral actual, donde la búsqueda de empleo puede ser un camino lleno de obstáculos y sorpresas inesperadas. Pero también donde dentro de esa búsqueda otras, en un número no menos importante, intentan alcanzar el unicornio laboral.
Como me dijo alguna: “mi objetivo es encontrar un trabajo donde trabajar poco, ganar mucho y tener una conciliación adecuada”.
Y de ahí mi reflexión sarcástica: «En España, parece que somos muy talentosos para la polivalencia y, como adalides de la picaresca, también para el arte de la inactividad. Por un lado, hay muchos parados buscando trabajo (incluso cambiando de trabajo de forma recurrente o, lastrados por su necesidad de ingresos económicos, aceptando condiciones laborales poco -o nada- deseables), y por el otro, un ejército de ‘quietos’ que han decidido que la mejor forma de contribuir a la economía es convertirse en expertos en el sofá (tengo una publicación de hace tiempo titulada “Generación Sofá”).
Porque, aunque suene fuerte decirlo, ¡Quién podría necesitar un empleo cuando se puede ser cum laude en la contemplación del propio techo! Tal vez deberíamos considerar el ‘parado’ y el ‘quieto’ como dos categorías de un nuevo deporte nacional.
El parado porque, por desgracia, el mercado es cada vez más competitivo y, ante la oferta y la demanda, las empresas y sus reclutadores tienen la sartén por el mango y éste debe ejercitarse todos los días en un extenuante fragor maratoniano.
El quieto porque no tiene ninguna intención de cambiar su status salvo que aparezca el unicornio laboral o que caiga un meteorito. O ambos…
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Consultor empresarial.
Germánico en organización, perseverante en las metas, pragmático en soluciones y latino en la vida personal.
¿Y por qué no?