
(Foto de portada: Adrián Barbón generado por IA)
Este año se conmemoran los 175 años del fallecimiento de Marie Tussaud, quien fundó en el siglo XIX en Londres el primer museo de figuras de cera realistas, retratando a personajes históricos y célebres. Tussaud perfeccionó su técnica bajo la tutela de Philippe Curtius, un médico y escultor francés, jefe de su madre, conocido por sus detallados modelos anatómicos de cera usados en estudios médicos.
Con el tiempo, el museo londinense evolucionó hasta convertirse en Madame Tussauds, una marca global con sedes en ciudades como Madrid. Probablemente les resulte familiar este lugar, ya que ocasionalmente exhiben sus creaciones al público. Sin embargo, y es necesario comentarlo, los resultados a menudo decepcionan, más próximos al Ecce Homo de Borja que a una obra de Miguel Ángel. Basta con ver las figuras de los Reyes actuales o de Fernando Alonso para confirmarlo.
Adrián Barbón parece haber heredado el espíritu de Madame Tussaud, pero no precisamente su talento.
Su tarea pretende convertir la realidad en algo atractivo, pulido y exacto, pero lo que logra es exponer las vergüenzas de un trabajo tan deficiente que las constantes correcciones para encubrir el caos de su Gobierno solo evidencian su falta de destreza, a pesar de intentar compensarlo con una cercanía fingida en redes sociales o sus sermones en vídeo en YouTube.
Para analizar lo ocurrido el pasado Miércoles del Espía, nos apoyaremos en la crónica de la Radio Televisión Pública de Asturias —cómo añoramos los días en que la llamábamos TeleTini—, que captura con precisión los momentos más relevantes. Y ya que nos cuesta un buen dinero, aprovechemos sus recursos.
Reestructuración del Ejecutivo
En un vídeo grabado desde Presidencia, Barbón explica la eliminación de la Consejería de Transición Ecológica, Industria y Comercio, siguiendo la lógica constructivista de que “lo que no se nombra, no existe”, y al desterrarla del organigrama, redistribuye sus competencias: Industria pasa a Ciencia, y Medio Ambiente se integra en Movilidad.
Lo que resulta llamativo es la justificación del presidente para esta decisión: asegura que agrupar las competencias tiene sentido. Esto plantea una pregunta inevitable: ¿por qué no lo hizo antes? Argumentos tan simplistas como que “Asturias necesita a la ciencia para seguir siendo industrial” no convencen, ya que ambas áreas siempre han estado conectadas. Y que suprima Transición Ecológica para incluirla en “Movilidad, Cooperación Local y Gestión de Emergencias”, alegando que esta última ya gestionaba recursos ambientales, suena a otro engaño más.
En resumen, Barbón busca deshacerse de una vez por todas de una consejería que solo le genera problemas, delegando parte de sus funciones a los dos consejeros con mejor imagen pública.
Tanto Borja Sánchez en Ciencia como Alejandro Calvo en Movilidad atraviesan un momento favorable. Sánchez, que acaba de regresar tras superar una grave enfermedad con la que aún lucha, ha logrado estabilizar el ecosistema tecnológico regional y avanzar en proyectos como Sékuens, que ya rinde frutos. Calvo, por su parte, goza de popularidad con una consejería bien vista por la sociedad: logros como la tarjeta Conecta o el aumento de conexiones aéreas han impactado entre los ciudadanos (que no parecen reparar en el costo que estas medidas tienen para las arcas públicas), dejando a un lado los inconvenientes del soterramiento ferroviario de Cercanías o los problemas esporádicos con la alta velocidad.
Barbón intenta confundirnos: no elige a estos consejeros por su experiencia ni reorganiza por lógica. Lo hace porque son figuras con buena imagen, destinadas a encubrir el fiasco de Roqueñí y Díaz, y, de paso, hacer desaparecer la consejería que tanto lo incomoda.
Reacciones políticas
La opinión de Ovidio Zapico carece de relevancia, al igual que su Consejería, creada más para acomodar a aliados, silenciar críticas y enfrentarse a Costco que para gestionar con eficacia. Afirma que la reestructuración, por ser “rápida”, es positiva, aunque no queda claro por qué. Calificarla de “correcta” por apostar a lo seguro no aporta nada, y su predicción de una supuesta regeneración suena a idea hueca.
Lo cierto es que Zapico se alegra porque este cambio le proporciona argumentos para oponerse a la creación de una comisión de investigación que le forzaría a la incómoda tarea de exigir responsabilidades a su socio mientras comparte mesa con él en el Consejo de Gobierno.
PP y Vox coinciden en señalar al presidente como responsable por haber tenido tres consejeros en tres años y por terminar repartiendo competencias en lugar de incorporar nuevas figuras, lo que sugiere que carece de personal capacitado para el trabajo. Foro pone en duda la capacidad de Alejandro Calvo para asumir más responsabilidades mientras que Covadonga Tomé, exdiputada de Podemos y ahora en el grupo mixto, expresa el deseo de que una consejería que ya no existe funcione mejor. Así, tal cual.
La comisión de investigación: la clave
El principal objetivo de Adrián Barbón es claro: evitar a toda costa la creación de la comisión de investigación, y así lo ha dejado patente en la JGPA, mostrando que hará lo posible para impedirla. El voto de Covadonga Tomé resulta clave, y el presidente se ha apresurado a ofrecerle toda la información posible, confiando —no sabemos por qué— en las capacidades técnicas o jurídicas de la diputada. Ha forzado a su consejero de Ciencia a protagonizar el paripé de entregarle en público su teléfono a Tomé para que le consulte lo que desee, y ha recurrido al trillado discurso de “somos un gobierno reformista y progresista” para, suponemos, apelar a los sentimientos de la diputada expulsada de Podemos. En resumen, ha evidenciado su desesperación por bloquear la comisión.
Ante las preguntas de la prensa, y cayendo de nuevo en el surrealismo propio del entorno podemita, Tomé ha comenzado a hacer lo habitual: divagar. Lo más exasperante es el recurrente argumento que estos partidos del cambio se han inventado: cuando toca tomar una decisión complicada dicen que “van a consultar a las bases”. Lo hemos visto en Podemos, en Somos, en ERC. La capacidad de los representantes de Podemos para asumir responsabilidades es asombrosa. Además, Tomé ha sido expulsada de Podemos Asturies y ahora forma parte del Grupo Mixto. ¿A quién va a consultar entonces? ¿Qué bases son esas? Un auténtico esperpento que lleva la política regional al ridículo.
Adrián Barbón se opone a la comisión de investigación porque pondría al descubierto el caos con el que dirige su Gobierno y expondría las flaquezas de una Administración ineficaz e incapaz.
Una comisión que, durante semanas, coparía los titulares de la prensa regional y los medios, con un cruce de acusaciones, innumerables “no lo conozco” y “no me consta”, y un desfile de cargos políticos y administrativos que socavarían la confianza en un Gobierno del que él es el principal responsable.
Opta por la vía judicial, más discreta y sin el escarnio público de los telediarios. Además, si tuviera que comparecer, probablemente se escudaría en la prerrogativa que le permite declarar por escrito, como ya hizo en el juicio por acoso contra su ex Directora General de Igualdad.
La cobardía del autoproclamado “fíu de mineros” no conoce límites. Lleva semanas apelando a lo emocional, a lo personal, para conectar con las víctimas y sus familias, compartiendo su dolor y la urgencia de conocer la verdad y llevar a los culpables de la tragedia ante la justicia. Sin embargo, al mismo tiempo, maniobra para evitar una comisión parlamentaria que dejaría al descubierto las vergüenzas de un sistema socialista corrupto e ineficaz, que mantiene anestesiada a buena parte de la sociedad asturiana y que, en los momentos críticos, resulta desastroso. ¿Acaso teme que se compare su gestión con la de Mazón durante la crisis de la DANA?
Marie Tussaud lograba plasmar la realidad en sus figuras de cera, con mayor o menor precisión, pero siempre con un éxito rotundo. Adrián Barbón, en cambio, intenta reflejar una realidad que cada vez se aleja más de sus intenciones: busca pulir un detalle y le sale un manchón, intenta trazar una línea fina que termina en un garabato tosco, contener el color en una figura que se desborda por completo.
Para él, lo más grave no es ser un estafador, un pésimo falsificador de la realidad. Es que lo hemos descubierto y lo sabe.

Los hechos son los hechos, independientemente de los sentimientos, deseos, esperanzas o miedos de los hombres.