
El presidente del Principado ha enmudecido tras la publicación en el periódico El Mundo de las conversaciones de WhatsApp entre Jose Luis Ábalos y Pedro Sánchez Castejón.
Y nada habría de extraño en ello de no ser porque, precisamente, el pdte. del Principado es gran amigo de compartir sus opiniones sobre todo y sobre todos ad vomitum, opiniones que disfraza hábilmente de sentencias universalmente válidas.
El que fuera apodado por algún medio regional como «el Obama asturiano», sin embargo y a pesar de los evidentes recursos retóricos que posee, no cayó en la cuenta de una máxima que no encontrará en los libros de Historia que tanto le gusta decir que lee, ni en el ejemplar de Meditaciones de Marco Aurelio sobre la mesa de su despacho que ha salido convenientemente retratado en alguna de sus innecesarias fotos de autobombo: «por la boca muere el pez».
El autopercibido como líder del pueblo asturiano ha demostrado su total ignorancia o su total desdén sobre la sabiduría popular y de aquellos barros, estos lodos.
Autor de sentencias tan vacías como inútiles (citemos algunas de ellas: «ni todo vale ni todos valen» o «el insulto no es mi forma de hacer política») ha tuiteado por encima de sus posibilidades impartiendo justicia DEMOCRÁTICA (así, en mayúsculas, como le gusta escribir, desafiando unas mínimas normas de estilo) y ahora, en el momento en el que más debería demostrar esa fortaleza política de la que tanto presume, calla y se agazapa tras esas cuestiones de las que ha hecho bandera, pero que no son los problemas de Asturias.
El pdte. asturiano coquetea de forma incesante y descarada con un ideario independentista en el que hablar neolengua, tener apellidos asturianos o lucir la montera picona te hace un asturiano como Dios manda.
No hace falta destacar el tufillo supremacista de este argumentario, ya que se muestra evidente para quienes asturianos, son hijos o nietos de extremeños, andaluces o castellanos, nunca han pisado una mina y, por supuesto, como la mayoría, hablan español.
Juega con fuego el pdte. al reivindicar unas esencias, un mínimo exigible para alcanzar «la asturianía» (sea eso lo que sea), puesto que en la reivindicación de una identidad imaginaria, cae en la exclusión de quienes no cumplen unos requisitos que él marca y que son aleatorios, caprichosos y ficticios.
La pregunta es «¿por qué?»: ¿por qué quien presume de una sapiencia descomunal se zambulle en un discurso tan estúpido, como, dicho en términos presidenciales, «poco democrático», porque genera una desigualdad absolutamente innecesaria?
Sin perjuicio de otras posibles respuestas a esta incógnita, la primera y más evidente responde, lamentablemente, a la falta de ingenio y capacidad de un Gobierno mediocre que apuesta por la ramplonería antes que por la excelencia.
Sin ambición y repitiendo las fórmulas que han hecho de Asturias, por ejemplo, una de las Comunidades más envejecidas y con menos población, se diría que el pdte. asturiano es como el estudiante que no se esfuerza y va a por el aprobado, pero que se pasa todo el día en la biblioteca haciendo ver que estudia.
Una política de encefalograma plano en la que el objetivo no es despegar, sino mantenerse en lo gris y anodino.
Pero como la realidad es tozuda y difícil de enmascarar (ni tan siquiera detrás de la bandera de Asturias) los escándalos le sacuden y el pdte. no puede sacudirse su responsabilidad: menores tutelabas por el Principado y explotadas sexualmente por una banda de miserables o cinco mineros fallecidos en una explotación minera ilegal de la que el Principado no sabía nada a pesar de las denuncias que había, son algunas de las vergüenzas de un Gobierno sin audacia política para ir más allá de lo que les ha sido dado.
La realidad es que Asturias no pinta nada y que las cosas en Asturias no pintan bien, pero nada de esto parece importarle a un pdte. del que se podría decir que está más preocupado de su imagen, que de los problemas de los asturianos.
Tras más de cuatro décadas de gobierno socialista en el Principado, su partido se presentó a los últimos comicios autonómicos con el eslogan «llegó el momento de Asturias», lema que sonaba más a chiste o broma de mal gusto que a talento mercadotécnico.
Es imposible predecir cuándo llegará ese momento, pero lo que sí se puede afirmar es que nunca llegará mientras el partido del pdte. siga al timón.

(Avilés 1973), investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno, licenciada en filosofía por la Universidad de Oviedo y máster en Comunicación política y empresarial por ID Digital School y UCJC, ha trabajado en la Fundación Gustavo Bueno como responsable de publicaciones, relaciones institucionales, secretaría de redacción de la revista El Basilisco y presentando el debate del programa de televisión Teatro Crítico. El 19 de junio de 2023 ofreció en la EFO la lección “Feminismo administrado”