
“Sobran discursos climáticos, faltan botas en el barro.”
España vuelve a arder. Desde principios de agosto las llamas devoran los bosques: Castilla y León, Galicia y media península convertidas en hogueras estivales.
Mientras tanto, el presidente del Gobierno abandona por unas horas su paraíso vacacional —pagado por todos— para proclamar solemnemente la “emergencia climática”. Qué alivio. Así no hay que hablar de planes de prevención inexistentes, de hidroaviones que faltan, de brigadas forestales precarias. No, es el clima: ese ente abstracto que sirve de culpable universal. Si llueve, clima; si hay sequía, clima; si arde medio país, emergencia climática. ¿Y los políticos? Inocentes como niños, mientras los medios titulan que “el pueblo salva al pueblo”. Olvidan que se eligió a los políticos precisamente para gobernar.
Dragones de fuego, tirachinas de medios
En Castilla y León, los bomberos forestales lo repiten cada año: combaten dragones con tirachinas. Dos helicópteros para varios frentes, cuadrillas temporales que desaparecen en otoño, maquinaria rota en medio del monte. En Galicia, decidir entre salvar una casa o frenar el frente porque no hay manos. Resultado: los incendios se descontrolan y se convierten en espectáculo televisivo.
Épica estadística
A los medios les encanta: “cientos de efectivos trabajan en el fuego”. Suena épico. La verdad: repartidos entre todos los frentes, apenas unas docenas exhaustas por incendio. El resto es paja estadística.
“Llamar a esto ‘emergencia climática’ es la coartada perfecta.”
La coartada del cielo
Trasladar la culpa al cielo, a la atmósfera, es cómodo. Es como si un cirujano culpara a la gravedad de que se le muera un paciente. Claro que hay calor y sequía. La pregunta real es: ¿qué ha hecho el Gobierno para que ese calor no convierta media España en una antorcha?
Palabras grandilocuentes no sustituyen hidroaviones. Mientras Sánchez se dirige a Europa, en Zamora u Ourense la gente hace las maletas porque el fuego está ya en la puerta.
Hidroaviones o enchufes
La otra ironía: se nos promete que los coches eléctricos salvarán el planeta. Subvenciones millonarias para baterías de litio fabricadas a miles de kilómetros. Mientras, cada megaincendio forestal libera tanto CO₂ como meses de esos coches de combustión que quieren retirar.
Un verano de incendios destruye en días el supuesto “progreso climático” de años de propaganda verde. Pero no hay fotos de hidroaviones en portada electoral. Sí de coches eléctricos con el logo de “España verde”.
Prioridades invertidas
La política está clara: más enchufes en pueblos sin red eléctrica y menos hidroaviones para salvar esos mismos pueblos. Sobran subvenciones, faltan cuadrillas fijas. Sobran discursos, faltan botas en el barro.
Aritmética de campaña
Con lo que cuesta una campaña de transición ecológica se podrían comprar hidroaviones. Con lo que se gasta en propaganda verde, contratar brigadistas todo el año. Pero eso no da titulares en Bruselas.
“España no vive una emergencia climática, vive una emergencia política.”
Emergencia política
El clima es imprevisible, pero los incendios forestales son previsibles: cada verano, cada ola de calor, cada monte seco. Lo que no es inevitable es llegar tarde, con medios insuficientes y plantillas precarias. Eso no es meteorología: es mala política.
Prefieren discursos huecos a hechos. Inaugurar electrolineras antes que comprar hidroaviones. Hablar de transición energética mientras arden los bosques que absorben el CO₂. Y quizá, con su brillante formación, ni sepan qué es la función clorofílica.
España arde, sí. Pero lo que huele a chamusquina no es solo el monte: es la política que lo abandona año tras año. Y mientras los pueblos respiran humo, el Gobierno repite su palabra mágica: “emergencia climática”.
Pues no: lo que tenemos es una “emergencia política”. Y esa, señor Sánchez, no se apaga con titulares.
“Esa emergencia, señor Sánchez, no se apaga con titulares.”

Licenciada en Químicas
Profesora jubilada de intitutos.