
Fotografía de portada: cuando Carlos Santillana, con un riñón menos que los demás, remataba de cabeza balones-piedra.
Del fútbol de tela rasposa y balones como piedras, al fútbol de tecnología y “traje de Iron Man”. Cambió el material… y cambió el cuento.
CAMISETAS
Antes:
Parecían hechas con tela rasposa y sin suavizar. Eran pesadas, con cero elasticidad y, si llovía o estaba el campo embarrado, pesabas 300 kgs más. No había necesidad de ir al gimnasio. Si las estirabas, rompían. No transpiraban (¿qué era eso?). Sus colores eran tan apagados que parecía mismamente que se olían la derrota.
Un diseño austero, muy básico. Lisas o a rayas. El escudo seguramente bordado a mano por las monjas más cercanas.
Antes tenías un patrocinador en el pecho del tipo “Lejías Manolo” o “Ferretería el Torniquete”.
Cuando el algodón mandaba y el barro te hacía halterófilo por decreto.
Ahora:
Tecnología aeroespacial, inteligente, con costuras térmicas, paneles de ventilación y cortes anatómicos. Parece más un traje de Iron Man que una camiseta.
Se muestran envasadas al vacío en los cuerpos y respiran más que su propio inquilino. Dichas telas —o lo que sea— echan de encima el sudor y hasta la mala leche. Aunque no juegues bien, parecerás muy sexy.
Ah, y el escudo ya no se borda, se termoimprime. Que no es lo mismo, pero queda “más pro”.
Ahora tiene más parches de publicidad que una moto GP: las dos mangas, el pecho, la espalda.
BALÓN
Antes:
El balón era como una piedra esférica, pero con costuras. Si te daba en la cara, te estampaba el logotipo hasta el cerebro. En días de lluvia, parecía un misil tierra-tierra. Los porteros no atrapaban el balón, simplemente llegaba a ellos.
Cuando sacaban de puerta por arriba, llegándola como mucho al medio del campo, rezabas para que no viniera a rosca (“fulano, saca plano”) pues cuando le dabas de cabeza parecía como si te llevara una parte de tu alma.
Siempre había uno estirado, larguirucho, que nunca iba de cabeza (a ver si se le despeinaba el flequillo) que decía “Manolín, dale otra vez que salió rebotada (Manolín aún andaba buscando sus sesos por el terreno)”.
Ni “trazabilidad” ni “datos”: puro instinto, barro y chichonera invisible.
Ahora:
Balones tan inteligentes que creo incluso llegan a tener machine learning, IA, o sabe Dios. Sus trayectorias van con precisión milimétrica, incluso describiendo parábolas inverosímiles como si dentro de los mismos estuviera un pájaro loco.
Conclusión final: del fútbol heroico al fútbol aerodinámico; lo único que no cambia es el gol.

Consultor empresarial.
Germánico en organización, perseverante en las metas, pragmático en soluciones y latino en la vida personal.
¿Y por qué no?