¡Ay, el tiempo perdido! El noble arte del balompié que ha pasado de ser una picardía ocasional a una pura estrategia táctica.
Y sí, hubo una época —rara pero gloriosa— en la que los árbitros aún conservaban una pizca de autoridad y un sistema unipersonal y rudimentario pero efectivo para evitar que los partidos se convirtieran en el “Chóu del Minuto Muerto”.
Pero, vayamos por partes: EL TIEMPO PERDIDO.
Un auténtico arte sagrado.
“¿Cómo es posible que hayan pasado 90 minutos y se hayan jugado 34?”
Voy a desmenuzarlo, porque lo de ahora ya no es pérdida de tiempo, es algo litúrgico, una coreografía universal del “tú espera, que ya si eso jugamos en otro momento”.
1. El portero contemplador
Antes, sacaba rápido porque había prisa, ritmo y un árbitro que contaba con los dedos.
Ahora:
- Coge el balón.
- Se echa al suelo como si hubiera parado un penalti en el minuto 104 en la final del Mundial.
- Mira al horizonte, por si pasa el tren, un OVNI o vete tú a saber.
- Se levanta con parsimonia, se estira las medias (que ya las tiene por encima de la rodilla) y, aún elásticas, están a punto de romper, hace estiramientos como si llevara 3 horas tirado en el sofá, ajusta los guantes (que más ajustados no pueden estar), le habla al defensa que le apetece, camina, escupe, coloca el balón, lo cambia de sitio pues no le gustaba donde lo había colocado pues igual una brizna de hierba estaba 0,2 mm por encima del resto…
- Y cuando parece que va a sacar en corto con la mano, se arrepiente: pum, patada para arriba.
Resultado: 56 segundos cada vez que ocurre. Repetido 12 veces = un montón de minutos.
Y el árbitro, atusándose el pelo y al artilugio que lleva en el antebrazo, mirando como si fuera un espectador más.
Así, los porteros y la famosa regla de los 5 segundos
En aquel tiempo, que no es tan remoto, los porteros no eran señores que hablaban amistosamente al esférico y acariciaban el balón en las manos. Cuando lo atrapaban, el árbitro los miraba y empezaba a contar con los dedos hasta 5 (cuando se le acaban los de una mano). Literalmente. Como una madre contando hasta 5 antes de soltarte el zapatillazo (cosa que sucedía a la de 3 para que no te lo esperaras).
- 1, 2, 3, 4, 5… Y si llegaba al 6, se escuchaba el silbato y… ¡falta indirecta dentro del área!. Aunque fuera a un metro de la línea de gol y toda la barrera ocupando la portería. Un castigo más humillante que comerse olímpico.
- Esto obligaba al cancerbero a pensar rápido, moverse y sacar el balón, no a mirarlo como si fuera un libro abierto de autoayuda sobre el sentido de la vida.
Hoy, eso sería impensable. Ahora el guardameta habla con el balón, lo abraza, lo acaricia, lo analiza, lo estudia, y, cuando se cansa, lo suelta. Y todo con el árbitro mirando con cara de “a mí que me registren, que lo mire el VAR”.
2. El saque de banda parsimonioso
Antes, el balón salía y el que estaba más cerca lo cogía y lo tiraba como viniera. Así, los saques de banda de antes eran una rutina simple, rápida, eficiente.
Ahora:
Hoy, sin embargo, se han convertido en un espectáculo digno de una gala de los mejores Óscar:
- -El jugador que va a sacar mira alrededor durante 30 segundos, seguramente pensando en las vacaciones de verano o en el colegio de sus futuros hijos.
- -Observa con detenimiento el balón, como si dudara de la existencia de ambos: persona y esférico.
- -Lo palpa cual melón en el mercadillo, como si entendiera y por si éste estuviera “mal calibrado”. Se lo cambian, luego se lo vuelven a cambiar porque ese “no le va bien”.
- -Después camina unos 20 metros hacia delante como si nadie se diera cuenta, hasta que el linier lo devuelve a la realidad.
- -Viene otro compañero que parece que es el experto y saca mejor.
- -Seca el balón por dentro de la camiseta (embarazándose con el mismo), aunque esté seco pues hay 52º a la sombra, seca las manos, atusa las medias, coloca bien las botas, su sentido y su alma.
- -Indica señalando con un dedo que va a hacer un saque largo.
- -Luego piensa que no es buena idea, mejor en corto.
- -Lo repiensa de nuevo.
- -Finalmente, saca… ¡pero no! Avisa al compañero que venga a sacar él porque está “mejor perfilado”.
- -Y saca otro compañero.
Total: 103 segundos para que el balón recorra un metro o, a lo sumo, metro y medio.
Comparado con eso, los anuncios de Antena 3 parecen un suspiro.
3. El córner que nunca acaba
¿Y creíamos que un córner es simplemente lanzar el balón al área? ¡Iluso!. Eso era antes. En la época de Santillana.
Hoy es:
- -Uno se acerca al banderín.
- -Luego llega otro y le hace señales que solo entienden las ballenas o los delfines.
- -Uno pone el balón.
- El otro lo acomoda un milímetro más a la izquierda.
- -Llega el linier y les indica que lo coloquen un “pelímetro” hacia dentro pues está fuera de la zona.
- -Fingen que lo van a sacar en corto.
- -Luego cambian de opinión.
- -Finalmente lo sacan… y rebota en el defensa más cercano.
Tiempo invertido: mínimo 1 minuto.
Repetido 7 veces por partido: pues igual otros 7 minutos al cubo.
4. La danza de los cambios infinitos
Antes: había 5 suplentes y solo se permitían 2 cambios, más tarde 3. El que salía corría, el que entraba, tras enseñar los tacos al linier (no fuera que los tuviera afilados) no saludaba ni a su familia.
Ahora:
- Hasta 5 cambios, en 3 tandas, por equipo.
- Más los cambios por conmoción cerebral.
- Más las ventanas tácticas.
- Más el “espérate que se va al córner más lejano y se va a tirar al suelo antes de rewclamar asistencia”.
Y claro: cada jugador que va a salir, lo hace a velocidad de procesión de Semana Santa, mirando al tendido, aplaudiendo, abrazando a medio banquillo, dando la mano al árbitro (antes alguno se la daba al final del partido, pero procurando meterla antes en el barro), santiguándose y saludando a su prole delante de una cámara.
Cada cambio: 1 minuto mínimo.
10 cambios = pues van a ser otros 10 minutazos perdidos.
5. Cuando hay que hidratarse
-¿Minuto 30 de la primera parte?
-¿Hace calor?
-¿Hay sol?
-¿Una nube sospechosa?
-¿Me ha caído una cagada de paloma?
-¿O es granizo?
¡Parada de hidratación!
- -Los jugadores beben, charlan, se ajustan las espinilleras. Como si un descanso de un rondo de entrenamiento se tratase.
- -El entrenador aprovecha para dar una mini charla técnica.
- -El árbitro también bebe, estira, hace respiraciones intramusculares.
Duración media: 3 minutos.
Y si hay dos mitades, pues 6 minutos regalados al cajón de los horrores.
6. Esas lesiones imaginarias
Antes: si te hacían una entrada y no te dolía de verdad, te levantabas por dignidad.
Ahora:
- -Te miran de reojo, se acercan al cordón de tu bota (la que tenga cordones y no sea calzado 5.0), y caes al suelo como si te hubieran alcanzado con una lanza medieval.
- -Entra el fisio, el masajista, el psicólogo deportivo, el chamán de tu equipo y el coach ejecutivo erigido en Director de Felicidad del club.
- -Te rocían con agua mágica y espray multiusos.
- -Te sacan en camilla.
- -Y dos segundos después estás corriendo como si nada.
Tiempo perdido: incalculable.
Ganancia táctica: infinita.
7. El VAR: el gran agujero negro del tiempo
Antes: el árbitro pitaba y ya. Te podía perjudicar, sí, pero el tiempo seguía. Ya habría tiempo para criticar y echar cagamentos en el postpartido.
Ahora, 3 minutos después y cuando el juego ya está en el área contraria:
- Revisión por posible mano en tu área.
- Revisión VAR por posible penalti.
- Revisión por posible fuera de juego de la oreja del delantero (¿Qué culpa tiene de tener las orejas de soplillo y no pegadas a la cara?)
- Revisión por si el linier pestañeó cuando no debía.
Y al final, cuando ya todo el mundo clama penalti y el jugador pone el balón en la zona de castigo, los del VAR (que igual antes estuvieron en el BAR) en conjunción con el árbitro, indican que ni siquiera es falta.
Y mientras tanto, otros 3 minutos de incertidumbre, nervios, repeticiones, tirados a la buchaca.
8. Y el añadido… ¿Un chiste moderno?
Antes, el tiempo añadido era una estimación de buena voluntad:
– «Vamos a poner 3 minutos, por si acaso», decía el árbitro, aunque se hubieran perdido 31.
Y nadie protestaba mucho, porque la gente quería irse al BAR.
Ahora, con la nueva obsesión por recuperar todo, incluso hasta el aire que se pierde, te plantan 15 minutos de añadido. Que no está mal en intención…
Pero claro: si vas a añadir 15 minutos porque han perdido tiempo y en ese añadido también se pierde tiempo, ¿entonces qué? ¿Metemos “el añadido del añadido”?
A este paso, habrá partidos de 180 minutos. Y lo peor: ¡todavía el portero seguirá abrazando el balón y hablando con él!
Resultado final: ¿cuánto fútbol REAL se juega?
Estudios recientes lo confirman:
De los 90 minutos de partido, se juegan en realidad no más de 60 minutos.
Y eso en partidos fluidos. En otros, ni 45.
🧠 Reflexión final
Antes, el fútbol era imperfecto, pero básicamente fluido. Y sin zarandajas.
Ahora, es perfectamente estéril dentro de su esterilidad. No hay ritmo pues se ha perdido a favor de la táctica, del VAR, de los cambios inteligentes… y de qué se yo.
Eso sí, todo con estadísticas al “pelímetro”, cámaras desde el espacio sideral y análisis táctico postpartido…
del tiempo que NO se jugó.