La importancia del ejercicio de responsabilidad que posibilite el cambio que se necesita en este país sólo se entiende desde la visión histórica de los últimos años.

El 22 de julio del año 2000 José Luis Rodríguez Zapatero se impuso a José Bono, Matilde Fernández y a Rosa Díez en la carrera por la secretaría general del PSOE. A pesar de su inexperiencia y aparente neutralidad dentro del partido, contaba con el apoyo decisivo del PSC, que en 1999 ganaba representatividad y ya había superado a una desgastada CIU (recordemos que en 2003 el PSC llega al poder en Cataluña tras firmar el pacto del Tinell con Esquerra Republicana de Catalunya y la coalición Iniciativa per Catalunya Verds – Esquerra Unida).

Como el Emperador Palpatine en la Guerra de las Galaxias, Zapatero va mudando su imagen de moderado y realiza una revolución en el PSOE, apartando a la mayor parte de los miembros históricos y purgando a quienes se oponen a su hoja de ruta que pasa por acercarse a independentistas, pro-terroristas y todos aquellos que no sólo cuestionan, sino que quieren romper España y la Constitución de 1978.

Rodríguez Zapatero llega a la presidencia del gobierno en marzo de 2004, después de ir muy por detrás en las encuestas frente a Rajoy y merced a unos desgraciados atentados que todos recordamos. Lo que viene después son años de nefasto gobierno en los que nuestro país pierde peso y relevancia a nivel internacional, cambiamos nuestras consolidadas alianzas por otras con países y líderes de cuestionable reputación y no sólo no se solucionan los problemas de los españoles, sino que voluntariamente se mete la ideología en el tablero político con el único fin de separar, de dividir a unos ciudadanos que hasta ese momento habían dado por cerrado el capítulo histórico de la guerra civil y el régimen de Franco con el periodo de transición democrática.

Mientras los ciudadanos se entretienen abriendo y echando limón en heridas ya cicatrizadas los gobiernos de Rodríguez Zapatero, protagonizados en muchos casos por perfiles mediocres, se dedican a dilapidar y gestionar pésimamente la herencia recibida de Aznar y a afrontar crisis económica de 2008 con “patadas a seguir”.

La situación no dio más de sí y Zapatero no tuvo más remedio que dimitir y ceder el testigo en 2011 a Mariano Rajoy, un Mariano Rajoy que había sido designado sucesor de Aznar en 2004 y que había perdido ante Zapatero en el propio año 2004 y en 2008.

Con dos derrotas a sus espaldas y con su cachaza gallega, esperó a que la fruta madura cayera del árbol y que una situación catastrófica hiciera a los españoles tener que elegir entre él y un Alfredo Pérez Rubalcaba que se había hecho cargo del PSOE tras la dimisión de Zapatero.

Pero el PP de 2011 de Rajoy ya no era el de la brillante gestión de J. M. Aznar, puesto que él mismo se había encargado de limpiar y purgar a los más acérrimos de Aznar y al sector liberal en el congreso del partido en 2008.

Con la situación del país heredada de Zapatero, y una mayoría absoluta otorgada por los españoles para hacer y deshacer, Rajoy gestionó como pudo la maltrecha economía española y evitó una intervención del país por parte de la Unión Europea, si bien las soluciones para conseguirlo no pasaron por cerrar ningún grifo, prescindir de algún vehículo oficial o cortar los excesos recibidos de las políticas zapateriles, sino que se limitó a incumplir sus promesas electorales y subir los impuestos y apretar las tuercas a los cotizantes de turno.

Ideológicamente también incumplió sus promesas electorales y no sólo no corrigió las líneas trazadas por los gobiernos de Zapatero, sino que mantuvo el trato y los mimos al sector progre, a los separatistas y a los terroristas (excarcelando incluso a algún significativo terrorista), lo que provocó la salida poco a poco de significativos miembros como Ortega Lara, Santiago Abascal, María San Gil o Cayetana Álvarez de Toledo, quienes lo acusaban de “traicionar sus ideas y valores”.

Seguramente que, por el desgaste del poder, pero también por el incumplimiento de gran parte de sus promesas electorales (fundamentalmente las ideológicas), el Partido Popular pierde la mayoría absoluta en 2016, y pasa a gobernar en minoría hasta la moción de censura ganada por Pedro Sánchez en 2018.

Las políticas de paños calientes y las intervenciones por acción u omisión de Zapatero primero y de Rajoy después provocaron que partidos pro-terroristas pudieran participar en nuestro régimen democrático y llegar a las instituciones, que condenados por crímenes vieran reducidas o aliviadas sus penas y que desde instituciones oficiales se promovieran sin ningún tipo de oposición operaciones destinadas a menoscabar la imagen de España tanto en el interior como en el exterior, minar nuestro estado democrático y romper la unidad de España: el momento culmen de este periodo es el referéndum y la proclamación de independencia en Cataluña en 2017.

Desde 2018 y con Pedro Sánchez en el gobierno las cosas no han hecho nada más que seguir el rumbo previsto: políticas ideológicas de Zapatero corregidas y aumentadas, destinadas a romper nuestra sociedad tanto de manera individual como colectiva, politización de la justicia, indultos a los golpistas catalanes de 2017, estrechamiento de lazos con los líderes del Grupo de Puebla, debilitamiento extremo de la diplomacia y posición internacional de España, apartamiento del Jefe del Estado y la Casa Real, crecimiento del endeudamiento del país a niveles nunca antes vistos, empobrecimiento de la sociedad acompañado del crecimiento del número de ministerios, instituciones y asesores… sigan ustedes.

La situación es crítica y debemos reflexionar en manos de quiénes hemos estado estos años que llevamos de siglo XXI. Ahora vamos a necesitar a los mejores para gestionar una situación económica muy complicada, a profesionales que nos saquen del pozo en el que estamos y que diseñen una estrategia para que nuestro sistema económico se haga sostenible: debemos ser conscientes de que nuestro sistema económico actual no es sostenible, llevamos años gastando más de lo que tenemos e ingresamos; las condiciones laborales, las altas tasas de paro y bajas tasas de natalidad hacen que nuestra población activa no puede soportar el peso de las pensiones; las subvenciones y los costes de una administración pública cada vez más grande e ineficiente lastran la competitividad de cualquier sistema social que quiera ser moderno.

Pero también serán necesarios políticos valientes que no tengan complejos a la hora de “devolver la pasta de dientes al tubo”,  embridar los excesos de estos últimos años y trazar nuevas líneas de actuación que se enmarquen en nuestra Constitución Española; algunos dirán que los cambios en políticas ideológicas, la defensa de nuestros intereses económicos e industriales, el cierre de chiringuitos y el fin ayudas y “sofitos” varios serán una pérdida de libertades o una vuelta al pasado, pero lo que está claro es que así no se puede seguir.

Está claro que las líneas mantenidas por el PSOE y sus apoyos (como en este caso la coalición SUMAR) son las del despilfarro, la de la fiesta para todos que pagan unos pocos y (lo peor) la del desmantelamiento, la crispación y la división del país.

Se han enfocado en sus intereses partidistas y personales a costa del bien común de los españoles, a costa de ir en muchas ocasiones en contra de la Ley y a costa de “motivar” a empresas y medios de comunicación par que lavaran su imagen y los presentaran como importantes estadistas.

Se reaccionó tarde y mal ante una pandemia mundial, lo que ocasionó más víctimas de las imprescindibles, se impusieron sucesivos estados de alarma que más tarde fueron declarados inconstitucionales; desde entonces nos hemos metido en una deuda económica de la que no se sabe cómo se va a salir y las políticas industriales y “ecológicas” han provocado cierres industriales, despidos, alza en el coste de la energía y una dependencia del exterior sin precedentes. Internacionalmente somos un pelele (como refleja la imagen del presidente buscando su minuto de gloria con Joe Biden) de los países desarrollados y nos hemos metido en conflicto diplomático con Argelia y Marruecos a la vez (seguro que para facilitar las cosas a las muchas empresas con intereses comerciales en esos países).

Nuestro nivel educativo sigue bajando en los marcadores de referencia, a lo que ha ayudado la última Ley Celáa y nuestros jóvenes están cada vez peor formados para acceder a un mercado laboral cada vez más competitivo: ¿se han parado a pensar cómo nuestros hijos se van a emancipar o van a encontrar la estabilidad para sus vidas con sueldos mileuristas y menores?, ¿cómo se va a mantener el sistema?, ¿de dónde va a salir el dinero para sanidad, educación, pensiones…?

Nos han metido un sistema que mantiene ayudas y pagas para cualquier asociación, chiringuito, observatorio o persona… y esas ayudas han pervertido el sistema de tal manera que ahora se han convertido en “derechos”. En vez de ayudar a quien de verdad lo necesita o a quien de verdad se lo merece por méritos propios alguien prefirió en un momento determinado regar con dinero a los afines para garantizarse apoyos cada cuatro años.

La alternativa está en el PP y en VOX, pero está por ver qué PP nos encontramos, si el de Aznar o el de Rajoy, si el de Ayuso o el de Casado… aunque no debemos olvidar que los cimientos sobre los que Feijóo ha creado “su PP” son muchos de los que acompañaban a Rajoy y a Casado en los últimos años, por lo que podemos sospechar por dónde pueden ir los tiros y ya sabemos que a los azules les cuesta tomar decisiones disruptivas y que puedan molestar a sus enemigos: piensan que ganan algo actuando como les gustaría a los que se burlan de ellos y nunca les votarían. No olvidemos que este PP votó en contra en la primera y se abstuvo en la segunda de las mociones de censura de VOX contra Sánchez.

Por más que la prensa y los mensajes oficiales traten de mostrar a VOX como un partido peligroso y de ultraderecha, sus fundadores son José Antonio Ortega Lara y Santiago Abascal, dos exmilitantes del PP que, en un momento dado, entre mantener sus cómodas posiciones y seguir “con la pinza en la nariz” comulgando con los complejos y las traiciones ideológicas de Mariano Rajoy o emprender la batalla de sus ideas por su parte eligieron lo segundo.

Es chocante que los mismos opinantes que nunca se rasgarían las vestiduras ni protestarían por un programa electoral del Partido Comunista o de cualquier grupo revolucionario o separatista, o que admiten como libertad de expresión la falta de respeto a España y sus símbolos, la quema de la bandera o de imágenes del Rey, pitadas al himno de España o intenciones de secesionismo son los primeros que alzan la voz y tachan a VOX de mantener una ideología anticonstitucional: quizás lo que hay es miedo, miedo a que llegue alguien que pare la fiesta que tienen montada y que exija, para empezar, cumplir con la Constitución y para continuar cumplir con unos mínimos requisitos éticos para vivir en sociedad.

Quizás hay miedo a que llegue alguien lo suficientemente valiente para devolver la igualdad a todos los españoles, para hacer cambios estructurales en la administración, en la enseñanza o en la sanidad que garanticen unos mejores y más eficientes servicios.

El pueblo no necesita un regadío de subvenciones porque eso conduce a la molicie, o que le regalen el pan y el circo; el pueblo lo que necesita es que sus gobernantes hagan una gestión eficaz y eficiente de los recursos, seguridad y buenas oportunidades laborales para que la sociedad prospere y pueda elegir qué pan comer y qué circo ver.  

Ha llegado el momento de votar sin la pinza en la nariz, y teniendo en cuenta que el voto útil es aquel que defiende su programa, el programa por el que se le vota y que –en teoría- representa al votante.

Escuchen con atención este fragmento de entrevista a Arturo Fernández a en la época de Zapatero. En entrevistador le introduce afirmando que: “usted inventó la derecha”, a lo que el actor le responde con ese soliloquio:

Por cierto, ahora que tanto se habla de censura por parte de la izquierda, conviene tener en cuenta que Arturo Fernández estuvo vetado muchos años en su Gijón del alma por no ser del gusto de la corporación municipal al declararse “de derechas”: