Un refrán ya viejo, pleno como muchos dichos, de jugosa sabiduría, que no hay peor cuña que la de la propia madera. Y es que entre los ciudadanos españoles partidarios de la permanencia de España en su estado de monarquía parlamentaria, que son mayoría, ha circulado durante las últimas semanas la especie argumental de que Felipe VI debe tomar cartas en el asunto y proponer al líder del partido más votado, Alberto Núñez Feijóo, la formación de gobierno.

Entiendo que tal propuesta no está fundamentada en hacer daño al rey, sino en buscar un freno a lo que se anuncia como un gobierno de enemigos de España y de su orden constitucional. Es comprensible que haya temor. Si el espectáculo que lleva dándonos Pedro Sánchez con su no política y con el único horizonte de permanecer en La Moncloa con el potente apoyo de la marca PSOE, no fue sido suficiente, la entrada entre sus aliados del Juntos por Cataluña de Puigdemont, entre otras malas compañías, sube la apuesta contra la Constitución, contra el Rey y contra la democracia, la libertad y la unidad.

Todo eso se puede comprender: el temor, la impotencia, el desamparo. Pero estas no son cartas suficientes para pedirle al Rey que haga algo completamente arriesgado y fatal para ese orden benéfico que los exigentes dicen defender.

Las razones para dejar en paz al Rey son claras y son estas:

  • *Felipe VI no puede ni debe actuar antes de que se produzcan hechos claros de ruptura de la Constitución. Que Pedro Sánchez negocie no es suficiente. Que negocie con separatistas no es suficiente. Que en prensa se publiquen intenciones de unos y de otros no es suficiente.
  • *Felipe VI actuó en 2017 ante la convocatoria de referéndum independentista y declaración de independencia, no antes. E hizo perfectamente bien. Si se hubiera dejado llevar por las ansias puede que ahora tuviéramos como poco a la monarquía en estado de muerte inminente.
  • *La mera idea de que un rey constitucional proponga que forme gobierno un candidato que NO puede hacerlo, es ponerlo en la diana de quienes quieren la desaparición de aquél. Unas elecciones democráticas no tienen solamente el cometido de formar representación de los ciudadanos, sino también (y especialmente) de formar gobierno. Y la propuesta de que fuera Feijóo quien lo intentara no cumplía ni cumple este requisito básico.

El Rey es pieza básica en España para varias cosas de la mayor importancia. Su mera existencia como jefe del Estado es la última defensa para evitar la alternativa a eso: una tercera república. Y no lo duden ustedes, una nueva experiencia republicana sería en España y ahora, una experiencia de radicalismo antiespañol, contra las libertades y la democracia.

No hay un republicanismo español moderado, ni democrático. La tradición republicana española NO es nada de eso. Y en una hipotética república en España, las fuerzas dominantes serían esos enemigos que he citado.

Miren, queridos ansiosos por que el Rey haga lo que los españoles no han hecho en las urnas: intentar que dé un golpe en la mesa es expresión de la infantil impotencia de buscar la salvación en un padre poniendo en riesgo la misma casa que acoge al niño.

Feijóo ha dejado de lado esa su propuesta claramente el día en que negó a su único apoyo para gobernar, Vox, un puesto en la mesa del Congreso. ¿Por qué lo hizo tras postularse como un candidato al que el Rey debía tener en cuenta? Dejo las posibles respuestas en la consideración y la palabra de los lectores.

No lo duden: lo que las urnas no dan, el Rey no puede (no debe) otorgarlo.