Los afortunados asistentes a la pasada gala de los MTV Video Music Awards (12 de septiembre pasado) tuvieron la oportunidad de presenciar la resurrección y el indulto de un vídeo censurado hace 34 años. Ha tenido que llegar el 125 aniversario de la compañía PEPSI para rescatar del olvido uno de sus más cortos y polémicos anuncios publicitarios: desempolvando la historia, y para ponerles en antecedentes, corría el año 1989 cuando la cantante Madonna firmó un histórico contrato con la mencionada compañía PEPSI, quien se apresuró a lanzar una campaña con el eslogan “Go ahead, make a wish” en formato video-clip con la música del tema “Like a Prayer”.

Ese spot era sólo el punto de partida de una campaña que cubriría toda la gira mundial de la artista en 1990, pero enseguida llegaron los problemas: en el vídeo original de esa canción Madonna bailaba frente a cruces en llamas o besaba a un santo negro -entre otras escenas-, lo que dio pie a que se alzaran voces críticas y ofendidas, primero en EE.UU. pero luego a nivel internacional, llamando al boicot contra PEPSI y sus empresas (entre las que se encontraban firmas como KFC, Taco Bell o Pizza Hut)… y contra la propia cantante, haciendo un llamamiento encabezado por el mismo Vaticano para abstenerse de consumir su música o asistir a sus conciertos.

Para los que no lo recuerden, el polémico vídeo era este:

Ante ese panorama los dirigentes de PEPSI intentaron cambiar el rumbo de los acontecimientos, pero, ante la negativa de la cantante a censurar de alguna manera su canción o su vídeo, a la compañía no le quedó más remedio que frenar la campaña publicitaria y desvincularse cuanto antes de su relación con Madonna, por lo que ambas partes llegaron al acuerdo de romper el contrato previo pago de los 5 millones de dólares estipulados.

Ni que decir tiene que la polémica le hizo la campaña publicitaria a la cantante infinitamente mejor que su contrato con PEPSI, convirtiendo al disco y a la gira en un auténtico éxito.

Treinta y cuatro años más tarde, compañía y artista vuelven a unir sus caminos con la publicación de ese spot (desconozco si ahora hay acuerdo económico de por medio), en otra sociedad y momento histórico bien distinto.

A veces conviene mirar atrás y reflexionar sobre cómo hemos cambiado como sociedad (es inevitable que las sociedades cambien), y cómo nos complace juzgar con los ojos de 2023 obras escritas o compuestas hace décadas para indultarlas o para censurarlas, así como opinar y criticar con el punto de vista de 2023 discursos, canciones o maneras de vivir de otras épocas: a moro muerto gran lanzada.

Pero mientras nos ocupamos de mirar atrás ejerciendo de inquisidores, otros espectáculos actuales no sólo no son sometidos a la más elemental crítica, sino que –amparados en el salvoconducto de la indiscutible libertad- pasan inadvertidos y son asumidos por la mayor parte de nosotros: discursos, tertulias, monólogos y chanzas carentes de toda ética se filtran por capilaridad en nuestra sociedad y –lo que es más grave- en nuestra juventud, estableciendo las pautas y los estándares éticos y morales mientras sus mentes y criterios aún están en fase de maduración.

Hace unas semanas, un conocido “influencer” de tan sólo 28 años, que forjó su fama narrando eventos deportivos y ahora cuenta con decenas de millones de seguidores en canales digitales, lideraba una tertulia con otros jóvenes en uno de sus programas en la que, en un momento dado, surge el debate sobre qué sería preferible si matar a una anciana o a un gato: ¿Qué prefieres, matar a una anciana moribunda o a un gatito recién nacido?”

No sé a ustedes, pero a mí este tipo de espectáculos y debates que son seguidos por muchos de nuestros jóvenes me parecen preocupantes.

Pero, por si eso fuera poco, hace tan sólo unos días, en un programa de máxima audiencia en la Cadena Ser, un tipo que dice ser periodista bromeaba sin reparo ni pudor sobre Santa Teresa de Calcuta:

Cabe destacar que el individuo que habla así (confieso que yo no lo conocía) fue premiado en 2021 por el Ministerio de Igualdad al otorgarle el “Reconocimiento arcoiris” a la visibilidad LGTB en el ámbito de la comunicación.

El decoro y la mesura me impiden en este momento decir lo que pienso de personas con ese tipo de discursos, pero creo que estaremos de acuerdo en que, en ambos casos, nos encontramos ante cobardes, ante gente que se creen graciosos (porque hay quien les ría las gracias) y disruptivos por el mero hecho de meterse con quien no se puede defender y con quienes no les van a represaliar o castigar por su acción: ustedes y yo sabemos que estos mismos sujetos no tendrían ese mismo valor para hacer lo que hacen en otras sociedades o para meterse con otras religiones.

Duele comprobar cómo la sociedad occidental se ha ido acostumbrando a la cobardía de juzgar desde la comodidad y con la mansedumbre del rebaño que sigue las pautas de quien le dicta lo que está bien y lo que no está bien, con quién nos podemos meter sin problemas y a quién “debemos respetar”.

Con el paso de los años hemos tenido acceso a la información y a la educación que en otros tiempos sería impensable, y no sólo no lo hemos aprovechado, sino que hoy en día parece que nos han vaciado de valores: vivimos en una sociedad de palabras huecas; nuestra sensibilidad ha abandonado a los mayores y a quienes cuidan de los más desfavorecidos para centrarse en los animales y en el cambio climático (por poner algún ejemplo).

Para tener conciencia de adónde hemos llegado y cómo se ha transformado esta sociedad, hoy en día –por ejemplo- no podría filmarse algún spot publicitario de los 60 ó 70, o una película de Ozores, Esteso y Pajares (de hecho, han caído en el olvido para las grandes plataformas), ni grabarse alguna canción de nuestros músicos de los 80… mientras que nuestros jóvenes tienen líderes mediáticos que no sólo debaten, sino que defienden matar a una anciana antes que a un gato… o una cadena con millones de radioyentes le ríe las gracias a un impresentable mofándose de una santa que dedicó su vida a cuidar de los más pobres.

Todo es muy triste, parece que en 2023 a esta sociedad adulta y moderna nos faltan valores y también nos faltan bemoles.