Asturias Liberal > Aportaciones > Bovem mutum

Acabamos de celebrar la festividad de Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia y patrón de los estudiantes y las universidades. Siempre me ha llamado la atención que ni agnósticos, ni ateos ni creyentes de otras religiones se pierden una sólo celebración de cualquier santo patrono con las que se adornan nuestros calendarios.

Hace unas semanas charlaba con unos colegas y hablábamos del mundo profesional y de los problemas que afectan a las empresas. Al mencionar a uno de sus compañeros y los problemas que éste estaba sufriendo, uno de mis interlocutores lo excusaba argumentando que “es buen chaval… y muy válido: tiene dos másteres”. El tercer interlocutor matizaba esta tesis recordando que el susodicho había llevado a pérdidas todo lo que había tocado desde hace años, habiendo gozado siempre –inexplicablemente- de la comprensión y benevolencia de su empresa, tan es así que -según afirmaba el hablante- esos másteres los había realizado mientras trabajaba: “si se hubiera dedicado más a sus responsabilidades y menos a sus másteres quizá sus resultados no habrían sido tan nefastos”.

La formación es básica, el mundo cambia y tenemos que estar en formación continua para adaptarnos al cambio, para aprender a trabajar en otros entornos y de otras maneras, ahora bien: mal haríamos si consideráramos la formación un fin y no un medio.

El festejo de Santo Tomás me hizo recordar este artículo de hace unas semanas en el que se deja patente la proliferación de catedráticos en las universidades españolas:

https://almacendederecho.org/una-universidad-de-catedraticos

De este interesante artículo me ha llamado la atención algo que coincide en mi percepción no sólo para los catedráticos, sino también para otras profesiones otrora admiradas y respetadas: “entre los Catedráticos de “última generación” ya no existe la figura del maestro con auctoritas respetado por su sabiduría y bagaje intelectual, que tenía un enorme poder académico, científico y personal, pues decidía todo lo que podía afectar a la vida de su escuela.

Ahora ser Catedrático se ha convertido en la culminación de la carrera profesional, perdiendo esa aureola que tenían las antiguas Cátedras”. Es muy interesante también, y muy digno de estudio -en mi opinión- que esa proliferación de catedráticos no haya supuesto una mejor valoración de las universidades españolas en el ranking de Shanghai, en el que la universidad mejor valorada de España está en el tramo 151-200 del ranking mundial, y para encontrar a mi querida universidad de Oviedo debemos ir hasta el tramo 801-900 del ranking:

https://www.shanghairanking.com/rankings/arwu/2024

Pero volviendo a mis colegas y al insigne poseedor de dos másteres, creo muchas veces confundimos el tener un título con la capacidad de las personas: no somos más o menos, mejores o peores, por los títulos que nos adornan o que hemos logrado merecer, sino por la competencia que tenemos para aplicar nuestros conocimientos o nuestra profesionalidad y conseguir así que las cosas salgan bien, que las cosas pasen y que nuestros equipos funcionen.

La situación se agrava si la arrogancia se apodera de nosotros y presumimos de título en lugar de demostrar con actos y hechos nuestra competencia.Durante una etapa de la vida de Santo Tomás de Aquino el teólogo alemán San Alberto Magno percibió en él un gran potencial y se lo llevó a Colonia para profundizar en el estudio de la filosofía aristotélica. Al ser nuestro Santo Tomás de complexión robusta, callado y taciturno, sus compañeros de estudios empezaron a llamarlo despectivamente “bovem mutum” (el buey mudo); cuando esta chanza llegó a San Alberto Magno, éste recriminó la burla con una frase que ha quedado para la posteridad: “¡Ustedes lo llaman el buey mudo! Yo les digo que este buey mugirá tan fuerte que su mugido resonará en todo el mundo».

Cuando un expediente está tan repleto de títulos como de incompetencias o fracasos recurrentes, los primeros no dejan de ser trofeos o copas vacías, símil que podríamos encontrar en la película Cars, en la que un joven y arrogante aspirante a campeón se pierde en un pueblo y es allí donde se lleva una cura de humildad, una verdadera lección… y donde encuentra a sus verdaderos amigos.

Fotografía de cabecera, gentileza de http://www.lacivilitacattolica.es/