Asturias Liberal > España > La estrategia del PP: El arte de guardar la silla

Corría el año 1975 y la gris carrera de Edward Heath caía aplastada bajo su propio peso. Heath, agotado y sin pulso, representaba ese conservadurismo de poltrona centrado en negociar para no decidir. Margaret Thatcher lo olfateó y no tuvo piedad, aunque ni tuvo necesidad de carecer de ella. Allí no hubo un duelo; solo un hombre desmoronándose bajo su propia tibieza, mientras una lideresa con ambición recogía el trofeo.

Pero no, una y mil veces

Por supuesto, el Partido Popular parece haberse quedado con la parte menos inspiradora de la historia de Edward Heath: la cómoda inercia. Su única pasión real es el arte de guardar la silla. Si el tiempo político fuera un río, ellos estarían siempre pescando a mosca… sin caña, pero con una mesa plegable bien anclada al suelo. Lo suyo no es remar, sino esperar a que el caudal los lleve a algún lado. Si es que acaso importa a dónde.

Si el Partido Popular hubiese tenido el más leve atisbo de principios, habría sabido evitar la ratonera para ingenuos que supone esa supuesta política social oculta entre las líneas del decreto ómnibus, reciclado ahora en un minibús para despistados.

Su torpeza y su cobardía lo llevan no solo a tolerar semejante despropósito, sino también a aceptar, sin pestañear, el obsequio del palacete español en París al PNV, justificándose con un apático “total, ya lo usaban los jetzales”.

Es como si, en lugar de asumir la realidad, se limitasen a encogerse de hombros y afirmar que simplemente llueve, mientras el resto sabe bien que no es más que una descarada micción.

El conservadurismo del calendario salarial

No es un conservadurismo de principios, valores o ideas. Es un conservadurismo de presupuestos, escaños y dietas. Feijóo, con su tono monocorde y su lenguaje tan fresco como un comunicado administrativo, no quiere ni tocar el tablero. Mejor no mover la ficha, que igual el juego se descontrola.

Por su parte, el Secretario de Organización, Borja Sémper, parece un actor secundario obligado a hacer un monólogo de media hora cuando lo suyo era una breve intervención en la cafetería del plató. Entre los dos, no generan entusiasmo, solo una somnolencia plácida que debe de ser lo que entienden por estabilidad política.

Apostar por aliados imposibles: la gran tradición

Su estrategia favorita es buscar amigos donde no los hay. Desde tiempos de Rajoy, el PP parece convencido de que las derechas secesionistas acabarán siendo posibles aliados de algo que suene a español, aunque se diga de derechas. El PNV ya amagó con proteger a Rajoy de Sánchez y, como era de esperar, no lo hizo. Luego, cuando tocó apoyar a Feijóo contra Sánchez, el PNV se hizo el sueco y allí lo dejaron, como a un invitado que llega a la boda sin saber que fue cancelada. Pero el PP no aprende.

Mantiene su sueño húmedo de juntar a las derechas nacionales, regionales y marcianas bajo un mismo paraguas, como si por arte de magia todas fueran a tararear a coro el himno de España y a votar a favor de echar a Sánchez.

Sin visión en el tablero internacional

En Europa, la cosa no les pinta mejor. La estrategia del PP parece ser inclinarse cada vez más hacia la euro-familia del PSOE, no para ofrecer algo nuevo, sino porque les resulta más cómodo. El pacto entre socialistas y populares es tan emocionante como un lunes por la tarde en un archivo provincial.

Feijóo parece contentarse consintiéndose derrotas, incapaz de prever los cambios que vienen desde el otro lado del Atlántico.

Mientras, Esteban González Pons se dedica a criticar a Trump, lo que evidentemente no preocupa a Trump ni un poco. Entonces Feijóo, en un gesto de torpeza casi entrañable, corre a desautorizarlo, demostrando una vez más que, si algo domina el PP, es la estrategia del tropezón constante.

La lección que no quieren aprender

Lo que queda es un conservadurismo sin futuro, una política que no busca cambiar nada ni inspirar a nadie. No es el arte de gobernar, sino el arte de sobrevivir. No hay pasión, no hay plan, no hay ambición. El PP parece empeñado en ser un museo viviente de la mediocridad, un testimonio perpetuo de que, si uno se sienta lo suficientemente quieto, algo bueno tal vez pase… aunque no les toque a ellos.

¿Dónde está la Thatcher del PP?

En el fondo, Feijóo parece no tener problema en ceder el escenario madrileño a Isabel Díaz Ayuso, aunque marcando los límites regionales con la severidad que los demás barones, usuarios de la hamaca, imponen en heroica defensa de su parcela de siesta. Quedan así disecadas sus posibilidades de convertirse en la Thatcher del Partido Popular. Enésima repetición de la costumbre de sabotear el abordaje de Génova desde la Puerta del Sol. Un abordaje que rompería la maldición fatal de la vida apoltronada de Partido Popular. Pero tampoco.