
De manos generosas en la colleja y en la zapatilla como arma de destrucción masiva. Empáticas en los castigos físicos pues siempre (decían) les dolía más que al propio receptor.
Amas de casa, progenitoras y gestoras del patrimonio familiar. Adalides del sentido común y CEO´s de la economía doméstica. Siguiendo sus directrices seguramente muchas empresas en crisis saldrían a flote.
Maestras y aprendices diarias de la formación afectiva y efectiva.
Merecedoras de la medalla al mérito y homenajes sin parangón.
Inventoras del lenguaje inclusivo pues de ellas provienen celebérrimas y manidas expresiones tales como “ni peros, ni peras”, “ni discotecas ni discotecos”, “ni noches ni nochos” y así una pléyade de elementos inclusivos de su propio lenguaje o biblia de madre.
Creadoras del hilo musical maternal con 3 únicos volúmenes y cambiantes según lo requiriera la ocasión: el alto, el muy alto y el del arrullo o consuelo cuál melodía de ambiente.
Creadoras del Google “casero” (saben de todo), como del Google Maps (conocen exactamente su situación) así como de los grandes misterios en el hogar (dicen dónde está cada cosa que tú ni has visto aunque lo hayas intentado 5 veces…y ahí está, donde ellas dijeron).
Recordadoras por defecto y por exceso de su sentido del deber como madre y de tu intransigencia como hijo.
Artífices de la deconstrucción gastronómica. Economía de guerra lo llamaban. Cenabas lo que había sobrado del mediodía, aderezado y parecía distinto.
Modelos de elegancia en la sencillez y no en la exuberancia.
Productoras y directoras de grandes culebrones, donde tú eres el protagonista, aunque estés dotado de un atractivo peculiar, incómodo, incluso a veces físico y duro.
Capaces de arrojar dolores antiguos y borrar cada minuto los nombres de su libreta de rencores.
Modistas, diseñadoras y reparadoras de rotos y sietes por doquier, textiles y sentimentales.
Auxiliares, enfermeras, doctoras y cirujanas. Con su dedo milagroso, “sanatodo y limpiatodo”, mojado en su propia saliva.
Obreras inquebrantables que en su humildad son capaces de guardar retazos de opulencia contenida.
Inasequibles al desaliento. Águilas imperiales, leonas, peluches, confesoras en su regazo.
Entrenadoras que te enseñaron a etiquetarte en competitividad con familiares, vecinos y compañeros de colegio. Aunque la comparación, por momentos, resultase odiosa.
Cuentacuentos impagables, a veces de propia inventiva y, donde casi siempre, tú eres el protagonista.
A todas aquellas personas que encuentran todo lo que se pierde y sin necesidad de San Antonio.
A todas aquellas que saben de todo, incluso más que Google.
A todas aquellas que hacen de búhos las noches que haga falta por pesadillas o dolores de barriga.
A todas las que son a la vez alumnas y profesoras, maestras y aprendices.
A las que son inventoras de aventuras en lugares canijos.
A las que son siempre ganadoras de Master Chef en nuestras casas.
A todas ésas que son Hadas Madrinas, grandes, únicas.
Porque son trabajadoras incansables, persistentes, guapas.
A todas vosotras, madres, mamás, madrazas, presentes y ausentes, nuestro superaplauso del día porque, simplemente, os queremos.
Gracias MAMÁS

Consultor empresarial.
Germánico en organización, perseverante en las metas, pragmático en soluciones y latino en la vida personal.
¿Y por qué no?