No puedo por menos que hacer un balance político e ideológico de dos figuras cuyo trasfondo es contrapuesto a todas luces. Y no es un trasfondo menor, sino mayor, a pesar de que a una mirada inmediatista lo parezca. Y a pesar de que, con toda legitimidad y con todo mi respeto, haya quien vea innecesario tal balance. Pero quien reflexione sobre España, sobre su libertad, tiene que permitirse ir más allá. De lo contrario, ese más allá nunca llega. Difundiendo ideas solamente seguro que se hace inalcanzable, pero sin difundirlas, más aún. Es, pues, una necesidad, una obligación.

En este artículo verán dos videos en los que se comprueba qué hace Tamames y qué la telepredicadora cuando no intervienen en política.

Yadira Mestre Wilches, la telepredicadora evangélica que sobreactuó en el último mítin de Isabel Ayuso y Feijóo (el orden importa aquí, al menos en lo que ese acto se refiere), aparece como contrapunto extraño a la nada extraña, sino todo lo contrario, presencia de Ramón Tamames en la moción de censura. ¿Por qué es así? Veámoslo.

España está metida de hoz y coz en un momento político interno fruto, no sólo de una foto fija actual (la liberticida y antinacional política de el PSOE reinante), sino del proceso histórico que nos trajo a esa imagen. Y, como no todo vale en cualquier momento, la llamada espiritualidad protestante no vale en un país cuya tradición católica lo sitúa en un nivel de racionalidad mayor.

Tanto que, al lado de Yadira, Ramón Tamames es, objetivamente, más católico que ella cristiana. Aunque en su concepto personal Ramón carezca de fideísmo alguno, su raigambre católica no se ve alterada. El cristianismo de Yadira es protestante. Nada que ver.

Yadira es evangélica, una derivación de la llamada Reforma protestante que Martín Lutero, Zuinglio y Calvino desataron en el siglo XVI. La visión de la idea de Jesucristo, por más que se diga común al catolicismo, no es en absoluto similar. La telepredicadora se comportó en el mítin del PP en línea con el histrionismo que resulta de una fe en Jesús más cercana al espiritismo que a la altura teológica de la Iglesia católica. Y eso sin menoscabo de la protestantización que desde hace décadas sufre ésta.

El “libre interpretación de la Biblia” con el que arrancó Lutero se tradujo en un movimiento donde la fe en la sobreexcitación emocional se convertía en una “terapia” contra la profunda racionalidad católica.

Tal es así, que esta racionalidad, que es distintiva de la institución de la Iglesia, llevó a cabo muchas consideraciones, estudios y juicios antes de dar por buena la mística de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús. Mística que, por refinada y enmarcada en la orden católica del Carmelo, está a años luz del cuasiespiritismo de los evangélicos.

La Reforma protestante de Lutero y de Juan Calvino tuvo éxito no tanto por lo que decía cuanto por los intereses políticos y económicos que vieron en ella una ocasión para hacerse con las propiedades de la Iglesia. En tanto Lutero propugnaba la ilegitimidad de esos bienes pues “pertenecían al pueblo cristiano”, tuvo a bien aceptar y hasta facilitar que pasaran a las manos exclusivas de los príncipes alemanes.

Crearon así una plutocracia política y económica muy útil en su lucha de poder contra el Emperador Carlos V, que era sobre todo (y eso era lo que más les ofendía) rey de España, es decir, Carlos I.

¿Y qué hay de la penetración evangélico-protestante en Iberoamérica? Más de lo mismo, pues es así y no por inspiraciones elevadas como se difunden ideas, ideologías y religiones. La doctrina Morgan de “América para los americanos” fue, en verdad “América para los anglosajones”.

Y las iglesias evangélicas fueron impulsadas desde los EE.UU. en un programa de descatolización de una obra cultural y política profundamente integradora y generadora de bienestar en muchos sentidos, la española. Un episodio más de la Leyenda Negra.

Yadira Mestre es conservadora en política y en moral. Eso y que tiene audiencia entre una parte de los hispanos residentes en España, animó al PP a integrarla en un acto político con el título “Europa es Hispana”. Como es descabellado interpretar este lema como un proyecto político del PP para que España dirija Europa, hay que verlo como que la población hispana en Europa ha de tener una voz más decisiva en los asuntos del continente. No está mal. Lo suscribo.

Pero antes debería quedar claro que la mayoría de la población hispana, también en Europa, tiene una crianza católica, una cultura católica y una fe católica, aunque con menos aspavientos que los que se proclaman evangélicos.

Para ese fin loable, y que también suscribo, de atraer el voto hispano hacia el PP, lo propio sería subir al escenario a algún aguerrido cura de origen hispanoamericano. O a alguna dirigente católica profamilia, que las hay de buen nivel. Siempre presentaría mayor racionalidad que cualquier telepredicador evangélico. Sin duda.

Hasta el conservadurismo de Yadira es un conservadurismo anglo. Respetable pero anglo, propio de Ronald Reagan, George Bush (hijo) o Donald Trump y de los intereses norteamericanos. Y cuando a la derecha española le sale el ramalazo anglófilo, subyace ahí el menosprecio por lo español.

Es una enmienda a lo español, algo así como si las ideologías y hasta las religiones producidas allí fueran la salvación de un destino fracasado de España fruto de un supuesto pasado erróneo. Ni las religiones ni las ideologías son globales, aunque siempre pretendan la totalidad en algún grado, ni compatibles entre sí completamente. Dependen siempre de la raíz histórica y nacional en que se den.

Por su parte, Ramón Tamames, reiterando su posible falta de fe, no carece de catolicismo cultural, el cual está en la base de su formación, como lo está en la de todos nosotros. Y tampoco carece de convicciones muy favorables a labor de la Iglesia en América, muy especialmente, de la corona española allí. Ambas cosas, Iglesia y corona española, tan ligadas entre sí que no se entiende la una sin la otra.

Son célebres las intervenciones de Ramón en libros, prólogos y alocuciones encomiando la labor de España, combatiendo las mentiras vertidas sobre ésta y destacando el valor (como coraje y como resultado positivo de su acción) de los conquistadores.

Imaginemos, para acabar, los dos escenarios, la tarima de un mítin y el sillón de candidato de una moción de censura en el Congreso de los diputados. Tamames haría en el mítin un papel tan digno y contundente como el que tuvo en la moción. Yadira repetiría el espectáculo. Y eso importa.