De senectute

Hace sólo unas fechas tuvimos la oportunidad de asistir a una Moción de Censura en el Congreso de los Diputados presentada por el Grupo Parlamentario VOX. Con los antecedentes y la composición de fuerzas políticas presentes en nuestro Congreso era fácil prever el resultado final de Moción, pero una vez escuchados los argumentos y –sobre todo- las opiniones, artículos y tertulias que ha protagonizado, me parece que ese acto ha resultado mucho más interesante de lo inicialmente previsto.

Deberíamos reflexionar si el trato dispensado por los medios de comunicación al candidato Ramón Tamames ha sido el adecuado, sobre todo una vez escuchada y analizada su intervención.

Si nos ceñimos a su trayectoria académica, estamos hablando de un señor que es Doctor en Derecho (1958), que posteriormente estudió Ciencias Económicas (ampliando estudios en la London School of Economics en 1964-65), Técnico Comercial y Economista del Estado por oposición, Catedrático de Estructura Económica desde 1968, designado Catedrático Jean Monnet por la CE desde 1992 y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas desde 2012.

A lo largo de su extensa trayectoria ha sido galardonado con varios premios y distinciones por sus trabajos y publicaciones sobre economía, historia o política, es Ingeniero de Montes de Honor, Ingeniero Agrónomo de Honor, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires y por la de Guatemala, Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente (2003), Profesor Ad Honorem por la Universidad de Lima y por la Universidad de Pekín, etc.

Y todo lo anterior sin contar con su trayectoria política antes de la democracia, su decidida colaboración en la elaboración de nuestra Constitución (es uno de los firmantes) y su experiencia como diputado durante varias legislaturas.

Obviamente el curriculum vitae del Sr. Tamames es de una envergadura difícilmente comparable con el de los actuales miembros del Congreso de los Diputados, así que muchos críticos con la idoneidad del candidato han centrado sus argumentos precisamente en esta trayectoria política, sorprendiéndose de que un comunista y encarcelado en -al menos- dos ocasiones durante el franquismo hubiera pasado a militar en el CDS en los años 80 y termine ahora siendo el candidato presentado para esta moción por una formación como VOX.

Pero lo que más nos debería hacer reflexionar son las críticas lanzadas por aquellos que han recurrido a la edad del candidato (89 años) como un hándicap para su participación, poniendo en duda su capacidad para elaborar un análisis de la situación actual del país, argumentar y debatir sobre ella.

Es una muestra más de la actitud de nuestra sociedad -que podemos observar también en muchas de nuestras empresas- hacia los mayores, apartándolos y aparcándolos cuando consideramos que ya no son útiles o cuando por su experiencia pueden dejar en evidencia nuevas teorías o métodos revolucionarios.

Salvo contadas excepciones, es práctica habitual considerar la edad como una obligación para apartarse o jubilarse en lugar de una oportunidad para que esas personas puedan enseñar la experiencia adquirida.

Por otro lado, vivimos además en una época en la que nuestro sistema educativo fomenta también nuevas asignaturas, disciplinas y métodos mientras posterga los históricos estudios clásicos y sus maravillosos tratados. Todos estos días, cada vez que se criticaba al Dr. Tamames por su edad, yo me acordaba de Cicerón y de su obra “De Senectute”: una maravilla en la que el autor hace apología de la vejez en una época y sociedad romana en la que se trataba con bastante severidad a sus mayores.

En “De Senectute” Cicerón estructura una trama en la que el anciano Catón va refutando con sólidos argumentos los reproches de dos jóvenes –Escipión y Leio- a la edad provecta.

En primer lugar, y a la consideración por parte de Escipión y Leio de que la vejez aparta de las actividades, Catón responde señalando que las cosas más importantes no se hacen con la fuerza, la rapidez o la agilidad física, sino mediante el consejo, la autoridad y la opinión, algo que la experiencia y la vejez otorgan.

En segundo lugar, los jóvenes insisten en que la vejez trae consigo la pérdida de la fuerza física, a lo que Catón les responde que la vida no debe valorarse sólo por ésta, a la vez que les aconseja llevar un control de la salud, hacer ejercicio moderado y tomar la cantidad de comida y bebida necesaria para reponer fuerzas, no para ahogarlas con el propósito de hacer frente con garantías a esa vejez.

Pero además de ayudar al cuerpo, Catón aconseja también cultivar y trabajar la mente y el espíritu, pues estos “se extinguen con la vejez, a menos que les vayas echando aceite como a una lamparilla”.

En tercer lugar, los jóvenes ponen de manifiesto la “pérdida de placeres”, y Catón lo ve como algo bueno ya que la pasión en exceso –en su opinión- nos arrastra en muchas ocasiones a acciones vergonzosas: el placer, cuando es demasiado grande y prolongado extingue toda luz del espíritu, así que, cuando llega la vejez, el disfrute de placeres en menor medida es más placentero. En este apartado el autor hace un canto al disfrute de la agricultura para significar que debemos cuidar lo que cultivamos para recoger frutos con posterioridad.

La última razón que tienen Escipión y Leio para denostar la vejez -y con la que intentan convencer a Catón- es la cercanía de la muerte, a lo que éste les responde en primer lugar que, si no vamos a ser inmortales, es deseable dejar de existir a su debido tiempo, puesto que la naturaleza tiene su límite para la vida; y –por otro lado-  si la muerte es la puerta para la vida eterna no hay motivo para temerla.

Cicerón, a través del protagonista de su obra –Catón-, considera que los defectos que se suelen achacar a los años son propios de cada individuo, no de la edad: “del mismo modo que la petulancia y el libertinaje son más propios de los jóvenes que de los viejos, pero no de todos los jóvenes sino sólo de los no virtuosos, así también esta necedad senil que solemos llamar demencia es más propia de los ancianos si seso, no todos”.

La vejez en sí misma debería verse como algo positivo, pero sólo si la persona se ha cultivado y trabajado a lo largo de su vida, puesto que “ni las canas ni las arengas pueden proporcionar autoridad de repente, sino que es la vida anterior vivida honestamente la que recoge los últimos frutos de la autoridad”.

En definitiva, si las personas se han cultivado, la edad no debería verse como una desventaja, sino como un valiosísimo mérito de incalculable valor: la experiencia no se puede comprar, es una autoridad adquirida después de mucho tiempo de dedicación y entrega.

Volviendo a la Moción de Censura, repasen el currículum académico y vital del candidato y compárenlo con el del resto de diputados, escuchen su intervención y compárenla con las de la inmensa mayoría de los políticos actuales… comprueben todo lo que se ha dicho en las últimas semanas sobre el Sr. Tamames en los distintos medios de comunicación y –sobre todo- los méritos de quiénes lo han dicho… y quizá tengamos una imagen de nuestro país y la sociedad actual: pares cum paribus facillime congregantur