Pedagogía y Ciencia

Leía ayer un artículo de Gustavo Bueno, gracias a (por culpa de) Joaquín Santiago, y por aquello del agotamiento intelectual que supone leer a Bueno y tratar de entenderlo, terminé en una entrevista suya en ABC. Más fácil de entender, muy divertida y mucho más ligera, se detiene en algo actual que me encabrona como a él le encabronaba. A él por razones mucho más profundas y a mi, por interés meramente profesional, por el día a día. Por cierto, leer a Bueno es darse cuenta de que uno, de verdad, no sabe nada.

La manía esa de la pedagogía en todo, de hacer que todo sea entendible de explicarlo todo de forma fácil, de hacerlo accesible al ciudadano.

En la entrevista contrapone psicologismo y pedagogía con (contra) historia, contra tradición; pero como herramientas. Lo usaba como argumento para explicar un hecho actual, la falta de ideas generales para establecer una sintaxis entre una cosa y otra, lo que permite que cada uno diga lo que le da la gana sin saber lo que dice. Bueno decía que las ideas pueden ser claras, pero no cortas.

Me permito acercarme a lo que Bueno decía desde el punto de vista del derecho, que es una ciencia, pero sirve también para la economía, el clima, para casi todo. Al final todo es cuestión de conocer y saber bien de que se hable.

Con el psicologismo y la pedagogía llevados al extremo, como ocurre hoy, las ideas se vuelven cortas, fáciles de entender a costa de desnudarlas de su esencia, o más bien de disfrazarlas de lo que no son para que cualquiera las puede entender. Y no señores, no todos pueden entenderlo todo, es mas no deben entenderlo.

Me explico. A un médico,  ingeniero, abogado, etc. les ha llevado muchos años de estudio entender sus herramientas profesionales, el cuerpo humano, las enfermedades, las normas, la justicia, la física, etc. Y eso, por más que queramos, no puede hacerlo cualquiera, no debería poder hacerlo cualquiera, y si puede hacerlo cualquiera sin estudios de ningún tipo es que hemos degradado la ciencia, el conocimiento y el saber.

Y claro, llevado a mi campo, cualquiera opina ahora de derecho y de las leyes como si supiera, y eso al fin y cabo tampoco es preocupante si no fuera porque en el camino, cualquiera que ha llegado al unto de olvidar que no sabe nada de eso, que no ha estudiado nada de eso, no un poco sino nada, se ve en “el derecho” de opinar y un pasito más de “hacer leyes”.

Como quiera que éste es un argumento pretendidamente lógico que pretende no ser corto, la cadena sigue, y se pone a hacer leyes y como no sabe, pues, claro, hace leyes sin sentido. Con muy buena intención en ocasiones, pero sin sentido.

Así la llamada “Ley del si es si”, o la reforma del Código Penal sobre el maltrato animal. Leyes que desde el punto de vista de cualquier son bien intencionadas, pero absolutamente equivocadas, y son equivocadas porque proviene de legos, de personas que no saben.

De esta manera nos encontramos con que con la mejor intención del mundo y el nulo acierto del que no sabe (es como poner a un ciego a disparar a una diana: probablemente mate a alguien) se ha beneficiado a delincuentes condenados al tratar de hacer lo contrario.

O con la reforma del Código Penal, en el que se ha protegido a las ratas más que a los humanos. Podríamos explicar los errores, pero aquí no se entenderían, sería demasiado largo y no es el objeto de este artículo.

Termino la idea con un poema, que me encanta y que resume lo anterior, de mi fallecido primo el poeta Víctor Botas

(EZRA POUND COMO MÚSICA DE FONDO)

Economistas, químicos,

sociólogos, sicólogos, sexólogos, expertos

en temas de lingüística,

y toda esa quincalla de los medios

de comunicación

social (también llamados,

por los más cultos, mass

media), ahora,

son flámines, arúspices;

en suma, son los sumos

sacerdotes: nos dan

la prensa como hostia, el sufragio

universal ( y las vacunas) como

circuncisión. ( También los buenos días

por la radio).

Nos dominan legiones

de mediocres, ocultos

bajo un título: habría

que temer mucho más a estos señores

que al mismísimo Atila.

Pero no;

los dejamos hacer, y así nos luce

el poco pelo que nos va quedando.