Recreación del Mito de la Caverna de Platón

En estos días, de asueto primaveral para unos y devoción para otros, hemos visto en prensa multitud de noticias relacionadas con dos acontecimientos, uno regional y otro global, uno trágico y otro más liviano, uno que nos deja un profundo desasosiego y otro frente al que uno no sabe cómo reaccionar.

La primera noticia es el intento de filicidio de una mujer de Avilés que se precipitó con su hija desde un quinto piso. Afortunadamente la hija no ha sufrido heridas graves y ambas se recuperan en centros hospitalarios. La segunda noticia es el inicio del juicio contra Donald Trump, el expresidente de los Estados Unidos acusado de más de treinta delitos.

El paciente lector podrá preguntarse qué pueden tener en común dos noticias tan distintas, tan dispares, incluso ofenderse ante la banalidad que puede suponer enfrentar a un tipo como Trump con una pobre niña que le gritaba a su madre “no me tires”.

A todos los que presumimos, orgullosos, de defender postulados liberales o conservadores siempre se nos critica cuando leemos noticias en los medios de comunicación y planteamos objeciones a lo allí expuesto. Si además esas noticias tocan uno de los múltiples mantras del pensamiento de este progresismo naif que nos atonta, veremos los ejércitos de Gengis Kan caer inmisericordes sobre nosotros.

Porque el periodismo de hoy no es el que conoció Kapuscinski, ese acto de resistencia contra la ignorancia y la opresión, ese arte que requiere pasión y compromiso y que cuestiona al poder y se enfrenta a la mentira.

El periodismo, en general, se ha convertido en el altavoz de esa dañina ideología supuestamente progresista que no nos está conduciendo a un mundo mejor, que cercena nuestra libertad, que nos unifica, normaliza, entristece… Nos aburre, nos llena de tedio, abulia. Menudo progreso.

La triste noticia de Avilés fue recogida en los medios de comunicación de acuerdo con el marco mental (frame, en palabras de George Lakoff) de que una madre siempre defenderá a sus hijos y que todo lo que salga de ese marco de madre protectora es rechazable. Por tanto, es imposible que una madre pueda hacer daño a un hijo.

Así lo podemos leer en multitud de medios: la madre se tiró porque discutió con el padre, una mujer se precipita lo que induce a pensar en un accidente y no en un acto voluntario, la niña que cayó de un quinto piso en brazos de su madre lo que incide en el percance fortuito, etc. Algunos medios recogen que la mujer era víctima de violencia machista porque estuvo en el Sistema VioGén, pero que salió en 2020 tras no recibirse denuncias durante un tiempo. De nuevo, así, orientando al lector hacia la idea de que su exmarido ha podido tener un peso fundamental en la decisión que se vio obligada a tomar a pesar de que todas la denuncias contra él presentadas fueron archivadas. 

Por último, para destacar el nivel de violencia ejercida contra la mujer, se destaca el enfrentamiento horas antes entre el abuelo materno de la niña y su padre o el intento autolítico de la abuela materna momentos después del suceso.

Una vez establecido este marco y profusamente alimentado con tragedia, dolor y sufrimiento, poco o nada puede hacer la verdad para cambiarlo. Sin embargo:

¿Cómo es posible que un juez haya dado la custodia al padre si en teoría es el culpable de todo? ¿Por qué envían al abuelo materno de la niña a la cárcel y no ingresan los dos? ¿Por qué las órdenes de alejamiento eran del suegro contra el padre y no al revés o mutuas? ¿Por qué ninguna denuncia contra el padre prosperó? 

Cuando en 2014 en San Juan de la Arena (Asturias) un hombre mató a sus dos hijas y posteriormente se suicidó, los titulares fueron: “Un parado mata a golpes a…”, “un hombre se suicida tras matar…”, “mata a golpes a sus dos hijas…”, e inciden en detalles macabros como “el infanticida de Asturias mató con la barra de hierro envuelta en papel de regalo”, “es muy duro que el asesino sea su padre Matar, padre, asesino, hombre… 

Que cada uno saque sus conclusiones.

Respecto a la segunda noticia, la del juicio a Trump, durante los días previos hemos leído que le acusan de 34 cargos para ocultar dos escándalos sexuales, que ha conformado una trama ilegal para protegerse, que podría ser presidente aún condenado y encarcelado (inaudito), que parece más que probable que las acusaciones sean ciertas, que es evidente que el juicio se celebrará, que arremete contra el juez latino que lleva el caso y que Nueva York teme a sus violentos seguidores.

Los demócratas norteamericanos, como los progresistas y radicales de izquierdas españoles, lo tienen claro, el marco está definido: culpable. Y soez, violento, racista, machista. Culpable. Si hay 34 cargos es que algo muy serio ha tenido que hacer y por tanto será condenado y quizás encarcelado. No puede ser de otra manera. Nos han metido durante semanas esa idea en la cabeza y ahí se tiene que quedar.

Pero se celebra la primera sesión del juicio y parece que no está tan claro. La acusación flojea por muchas partes, el fiscal puede haberse extralimitado, diversos juristas no ven clara la solidez de los argumentos, hay pocos precedentes.

Si estaba tan claro, si ya se le había condenado en los medios, si la sociedad le veía ya con el traje de rayas… ¿a qué vienen ahora estas dudas?

Sea crítico, amable lector, ponga en duda todo lo que caiga en sus manos.