Filosóficamente, a lo largo de los siglos, se ha reflexionado mucho sobre el concepto de libertad y grandes pensadores de todos los tiempos han dedicado esfuerzos a definir y acotar su definición, desde la antigua Grecia, hasta el día de hoy. Podemos enfocar la libertad en los varios aspectos que gobiernan la actividad humana, la natural, la política, la social, la económica… para siempre acabamos dándonos cuenta de que la libertad total y absoluta no existe, así entendida como un “hacer lo que me dé la gana”, y que la propia convivencia en comunidad la limita.

En nuestra sociedad muchas veces se pretende asociar la libertad a hacer lo que se quiera, sin límites ni cortapisas, y Rosseau define a esta forma de actuar “libertad natural”, en la que cada uno cumple sus deseos respondiendo a sus instintos, sin restricciones y de forma ilimitada.

Pero curiosamente éste tipo de libertad haría al ser humano esclavo de sus pasiones, por lo que finalmente no es una libertad real. Uno puede esclavo, no por obra de un tercero que le limite en alguna manera, si no por uno mismo, por adicciones, avaricia, envidia, convencionalismos, presunción… todas esas cosas nos restan libertad.

En toda comunidad humana existen normas, costumbres, leyes y reglas, aún las no escritas, que limitan lo que uno puede o no puede hacer sin caer en lo incorrecto, lo ilegal o lo mal visto. Según el “Contrato social” de Rousseau la “libertad civil” sería la capacidad que hacer lo que se quiera, pero de forma ordenada y limitada por las leyes.

En nuestro país la Constitución Española de 1978 consagra varias libertades y derechos, que nos parecen naturales, “de cajón”, pero que no siempre se dieron históricamente, algunas son anteriores a la propia Constitución y otras son verdaderas conquistas.

La libertad de expresión, de reunión, de asociación, de propiedad, de circulación, de residencia, ideológica, religiosa,  de culto, de manifestación, etc. han de ser  ejercidas con responsabilidad y conscientes de que nuestros derechos y libertades personales acaban donde empiezan los de las demás personas que conviven con nosotros y que, por poner algunos ejemplos, el que se sea libre para cometer una injusticia o incluso un delito, no conlleva que no tenga su merecida condena; el que se tenga libertad de expresión, y se pueda decir cualquier cosa, no conlleva que no deba tener su castigo la maledicencia, la mentira y la calumnia; o la libertad de huelga secuestrar el derecho al trabajo del que no esté de acuerdo por lo que se convoca.

Se atribuye a Aristóteles la idea de que un ser humano ha de ser “dueño de sus actos y esclavo de sus palabras” de manera que, si bien tiene libertad de elección, también tiene responsabilidad sobre lo que hace o dice.

La libertad y la responsabilidad van de la mano, la libertad no es impunidad y no debe ser confundida con el libertinaje, que es otro concepto ligado al desenfreno, a la actuación sin medida ni respeto hacia las personas que nos rodean, sus ideas o hacia las instituciones. Fernando Savater decía: “No hay libertad sin responsabilidad. Son dos caras de la misma moneda. Hablamos de libertad cuando vamos a actuar, y de responsabilidad cuando hemos actuado”.

Pero la libertad ha de ser una “libertad informada” para poder ser ejercida. Así, la libertad y la educación también deben ir unidas. Puedo ejercerla si sé en que consiste, qué limites tiene y hasta donde puedo llegar. Citando al presidente John Fitzgerald Kennedy: “La libertad sin educación es siempre un peligro; la educación sin libertad resulta vana”.

En mi opinión, y saliéndome ya de la filosofía, la verdadera libertad en la sociedad actual es la independencia económica. Uno puede ejercer su libertad, hacer lo que le apetezca, decir lo que le pluga o ir donde quiera, siempre y cuando tenga recursos económicos que le permitan hacerlo sin salirse del marco legal o de las reglas de educación socialmente aceptadas.

Cuando tu sustento depende de otro, sería cosa loca contrariar a quien te lo facilita, aun haciendo uso de tu libertad. Es por eso que mucha gente calla ante el abuso de un jefe, se doblega ante el poderoso y finalmente relega su libertad por el sustento. Para ser libre, también hay que ser independiente.

Y lo mismo aplica para un individuo que para un medio de comunicación, una institución, una empresa, una asociación, un sindicato… mientras se dependa de otro en lo económico, no se es libre y se está a lo que manda el que paga.