Deseando ante todo que el hecho familiar inesperado se solucione, el abandono del diputado regional viene a confirmar lo que muchos esperábamos: que un candidato ganador que no gobierna es un candidato inútil.

Estamos acostumbrados a estas cosas:

  • En 2019 el fichaje estrella de Ciudadanos, el ex rector Juan Vázquez, se fue porque no se veía haciendo oposición y porque sus capacidades eran mayores para la gestión. Buen argumento aderezado con las excusas de que Ciudadanos ya no era igual y que su estrategía le disgustaba.
  • Ese mismo año Carmen Moriyón, la ahora alcaldesa de Gijón, no recogía su acta de diputada tras el mal resultado de Foro en mayo de 2019 y se apartaba de la primera línea política aunque manteniendo la presidencia de Foro, volviendo en las últimas municipales a probar suerte con un éxito inesperado viendo las carambolas surgidas de las urnas y la bisoñez de Vox. Es probable que si no hubiese sido elegida alcaldesa se hubiera ido otra vez. Quién sabe.
  • Y a nivel nacional lo mismo con el fantástico ejemplo de Guillermo Fernández Vara en Extremadura que en julio de este año dijo que abandonaba la política para volver a ser forense, después que se presentaba a la presidencia al ver que el PP no cerraba un acuerdo con Vox y al final consiguió acomodo como senador autonómico y por tanto, a seguir. Un esperpento.

Volviendo a Diego Canga, algunos recordamos ese 9 de diciembre de 2022 en el que, mochila al hombro, aterrizó en el aeropuerto colocando ya a Adrián Barbón en la oposición. Su equipo (Queipo, Llamazares) presto y diligente le recibió, mucha prensa convocada, sonrisas y apretones de manos a todo el mundo y el aire triunfador del que vuelve al terruño tras haber hecho las Américas.

Se olvidaba Canga de un detalle: no basta con que uno se vea ganador, los demás tienen que percibirlo así también.

No se puede negar que el resultado electoral fue bueno, de 10 a 17 escaños, lo que le dejó, acuerdos mediante, a las puertas de la presidencia. También que imprimió cierto dinamismo y desparpajo al PP asturiano, aburrido como siempre en sus ataques a un Barbón más que curtido en estos enfrentamientos.

Pero realmente su paso por el partido no ha tenido ningún impacto en la sociedad asturiana, abundando en la idea de que la candidatura del PP de Asturias es algo que poco importa a los asturianos.

Solo hubo un caso de verdadera movilización del votante de centro derecha cuando en 2011 apareció Álvarez-Cascos pero el Partido Popular, acomplejado como siempre, boicoteó esa opción y pasó al ostracismo.

Doce años después ha tenido que ser la inercia la que haya devuelto al partido a unos inútiles buenos resultados porque si bien Canga se puede atribuir parte del éxito, generalmente el votante en Asturias se rige más por inercias nacionales que por cuestiones regionales.

A Canga ya le habían comprado el billete de vuelta el día que aterrizó en Asturias, fue algo que se repitió de manera constante tanto por la oposición como por los cercanos, estos últimos con la boca pequeña. El destino ha querido que se vaya el día que se conoce la convocatoria del congreso regional que elegirá la presidencia del partido a la que no podía optar por no llevar afiliado al menos un año.

Para abundar en el esperpento, Barbón ha publicado un ocurrente tuit de esos de “ya os lo dije” y Adriana Lastra corrió rauda a la FSA a comentar la jugada para la tele, intentando demostrar cierta inteligencia política que no acabamos de encontrar.

Desde el punto de vista del ciudadano, el PP de Asturias hará un congreso que no interesará a nadie, elegirá a unos órganos totalmente indiferentes y se pondrá en barbecho hasta las próximas elecciones autonómicas y municipales, momento en el que el electorado especulará con la aparición de un nuevo “paracaidista ganador” que vendrá, cómo no desde fuera, a tomar las riendas de la cosa y echar al PSOE. O no.

A Diego Canga le deseamos lo mejor en el ámbito personal, que se solucionen los problemas, que el retorno a la Comisión tras la excedencia sea tranquilo y que desde allí lejos, en Bruselas, piense en una Asturias que, no sabemos si para bien o para mal, ya se ha olvidado de él.