La película Ford v Ferrari (2019, titulada en España Le Mans ’66) es recomendable para todo aquel al que le apasionen los automóviles y la competición: como seguramente ya sepan, se trata de la historia de cómo la Ford Motor Company consigue desarrollar un equipo y un auto capaz de competir y vencer a la mítica Ferrari en las exigentes 24 Horas de Le Mans.

Pero si profundizamos un poco más allá de la historia que nos reproducen, podremos comprobar cómo es el reflejo de lo que ha pasado y sigue pasando en las empresas y en la sociedad desde hace demasiado tiempo: Henry Ford II, el dueño de una gran empresa familiar (Ford Motor Company) cuyos resultados empeoran alarmantemente a pesar de contar con un ejército de burócratas y directivos, pide ideas a sus empleados para enderezar el rumbo y sólo uno de sus directivos se atreve a plantear un cambio radical y transgresor que aporte aire fresco y una nueva imagen para la empresa, y –fundamentalmente- para sus productos (los automóviles), con el fin de hacerla más atractiva para el mercado del momento:

Lee Iacocca, un líder carismático que siempre se caracterizó por conocer a su propia empresa pero también por mirar de puertas afuera, por explorar los gustos y demandas del mercado y lo que la competencia ofrecía. Mientras otros directivos y empleados de Ford se ponían de perfil y mantenían un deliberado silencio ante la ausencia de ideas o argumentos que pudieran no ser del agrado de su jefe,

Lee Iacocca tuvo lo que en la metodología Scrum se denomina “CORAJE” o atrevimiento para hacer lo correcto, lo que se espera de un profesional: el valor necesario para decir las cosas o para plantear ideas que considere decisivas, aunque pudieran no ser del gusto de sus compañeros o superiores… el foco siempre debe estar en el objetivo, le pese a quien le pese.

Cuando el primer plan fracasa (negociaciones Ford-Ferrari), Iacocca tiene la habilidad para sacar adelante un plan B, y para ello ya sabe que el hombre debe ser Carroll Shelby, al que convence y otorga “un cheque en blanco”: es su hombre. Shelby -a su vez- cuenta en su equipo con Ken Miles, un extraordinario piloto y mecánico de origen británico con una especial habilidad para conducir incansablemente, detectando problemas y debilidades y aportando soluciones que harán del Ford GT40 un coche ganador.

El problema con el que se encuentran Shelby y –fundamentalmente- Miles es que ellos entienden de coches, mecánica y competición, no pertenecen a la casta de burócratas, mediocres y aduladores con temor a perder su privilegiado puesto en la empresa, y no tienen reparos ni complejos en decir si un diseño es bueno o malo, o si unas piezas son mejorables para aguantar la exigencia de las 24 horas de Le Mans.

Si bien Henry Ford II quiere lo mejor para su empresa y continuar el legado de su padre y de su abuelo, y Lee Iacocca interpreta a la perfección la voluntad de su jefe buscando los medios para alcanzar el objetivo, otros directivos ven con recelo la llegada de Shelby y Miles por su manera de trabajar y expresarse sin tapujos ni medias tintas: ¿les recuerda tal vez a lo que pasa en nuestra sociedad?, ¿conocen algún caso en alguna empresa donde pueda pasar algo semejante?

Después de meses de intenso trabajo y cuando ya parece que los coches son competitivos, uno de los directivos de Ford, Leo Beebe, hace todo lo posible para que Ken Miles no participe en las carreras con los coches de Ford porque “es un beatnik, viste como ellos… no es un hombre Ford”, a lo que Shelby le responde que si hay algo que el dinero no pueda comprar es un corredor puro al volante de sus coches… y ese es Ken Miles.

En el fondo lo que trata de evitar Leo Beebe es que Ken Miles tenga éxito y gane con los coches de su empresa… porque no lo traga, tiene celos profesionales, es un mediocre que no puede admitir que un piloto y mecánico hable con franqueza, pueda tener razón y deje en evidencia al ejército de burócratas que nunca han salido del despacho en el edificio de Ford Motor Company en Michigan.

Esto es lo que pasa en muchísimas ocasiones: así como hay directores que saben muy bien que su éxito depende de sus subordinados, y que deben cuidarlos para tener a los mejores profesionales y obtener los resultados esperados, todavía quedan muchos otros directivos de medio pelo que también quieren el éxito (pero SU éxito, no el de la empresa que les paga) y no dudo de que busquen que el trabajo se haga bien, pero sin reconocer ni cuidar a sus subordinados.

El término que emplea Leo Beebe para referirse de manera despectiva a Ken Miles no es casual: beatnik. En aquella época un beatnik era un joven rebelde y solitario, seguidor del movimiento musical beat, pero al usarlo peyorativamente su significado variaba incluyendo también las acepciones de vago, holgazán, desaseado, delincuente, antipatriota… y eso es lo que sigue pasando en algunas ocasiones: como el mediocre de turno no puede apartar o sentenciar a su objetivo por la vía profesional, se sacan otros aspectos que nada tienen que ver con su desempeño para desgastar y menoscabar su imagen… seguro que les suena.

A mí me desagrada que desde determinadas instancias se atrevan a clasificar como “hombres de empresa” no a quienes trabajan por el desarrollo de la empresa, sino exclusivamente a quienes cumplen con los cánones de estilo marcados desde algún despacho… aunque sean manifiestamente inútiles.

Pero llegados a este punto es interesante lo que hace Carroll Shelby para defender a su amigo y colaborador Ken Miles: encierra a Leo Beebe en su oficina y aprovecha para darle una vuelta al mismísimo gran jefe en el GT40 y que pueda así conocer de primera mano su propio producto, que experimente el fruto del trabajo de Shelby, Miles y el resto del equipo… pero –sobre todo- que compruebe por sí mismo que no todo el mundo está capacitado para pilotar ese vehículo y llevarlo a la victoria.

Les recomiendo que vean la película y reflexionen en qué habría pasado si Henry Ford II no hubiera hecho caso a la intuición e ideas de Lee Iacocca: ¿sería posible para Ford ganar en Le Mans sin el trabajo de Carroll Shelby y Ken Miles? Nunca lo podremos saber, pero lo que sí podemos asegurar que Ford no tenía experiencia previa en este tipo de competiciones y que los responsables de desarrollar un coche ganador fueron ellos.