Recientemente ha fallecido una persona muy querida en mi corazón, a la que me unía una hermosa amistad a pesar de la diferencia de edad, en la que me superaba ampliamente, y aún así nos entendíamos bien y compartíamos aficiones, en ocasiones hasta alguna botella de vino.

Me precio, humildemente, de ser un buen oyente. Sé escuchar y así aprender, además de escarmentar, de las aventuras y peripecia ajenas. Uno siempre comprende mejor las cosas escuchando hablar a una persona más mayor, que es mucho más experimentada, y por tanto tiene más perspectiva.

Su marcha me hizo pensar en mi propia muerte, espero que lejana aún, pero cuya posibilidad es tan cierta que será si o sí, y sólo cabe tratar de adivinar cuando. Nadie vive para siempre. Según uno va cumpliendo años, lo presiente más cerca pero siempre se cree que será “mas tarde” y, sea cuando sea, siempre es demasiado pronto. De ahí la importancia de tener cada quien sus asuntos al día, todo claro y ordenado, para que los que vienen detrás sepan a qué atenerse en cuanto a lo que uno deja y cuales serían sus últimas voluntades.

Al tiempo, reflexiono sobre cómo nuestra sociedad ha articulado ésta cosas. Si se es devoto de alguna religión, su familia o amigos le procurarán los ritos propios de ella, y en mi caso, como soy católico, espero tener extrema unción si es posible, misa funeral y entierro en el osario parroquial para descansar junto a mis mayores, y así mis descendientes tengan un sitio para recordarme, aunque sea de vez en cuando.

Pero en la vida civil, como en casi todo, tenemos a ése “socio incómodo” que es el Estado, que sólo aparece para cobrar su parte, cuando hay algo que cobrar. Eso si, si hay que poner, ni está ni se le espera. Cuando uno fallece, tiene que enterrarse, y como el funeral, el tanatorio, el entierro, la cremación, etc. son servicios, “el socio” cobra su 21% de IVA.

Luego, se solicita el certificado de últimas voluntades al señor notario, el cual lo expide previo pago. Así vemos si hay o no testamento otorgado, pero tanto si lo hay como si no lo hay, los posibles herederos están sujetos al Impuesto de Sucesiones, el cual han de abonar en ocasiones incluso antes de haber recibido su legado.

Un consejo para los que os podáis ver en éste trance : a no ser que se sepa positivamente que en la herencia sólo hay activos, ante el notario aceptad la herencia “a título de inventario” , lo cual significa que si hubiera obligaciones o deudas entre lo heredado, sólo se acepta si se cubren con los propios activos de la herencia, y así no se de el caso de que haya que poner dinero para cubrir las deudas del difunto.

Morir lleva impuestos. Enterrarse también, Lo mismo que incinerarse. ¿No os parece que ya es demasiado?¿es imprescindible que el Estado intervenga y pase su factura en todo paso que se da en la vida, o en la muerte? ¿en verdad es necesario que nuestro “socio” el Estado no tenga bastante con cobrar de nuestra nómina por el IRPF, de cada compra que hacemos o servicio que contratamos a través del IVA , de cada herencia recibida a través del Impuesto de Sucesiones…?

Creo que al menos a los muertos se le debería dejar descansar gratis, sobre todo si después de una vida longeva, han pagado todo lo que tenían que pagar y más.

Descanse en paz. Todas sus fatigas y dolores terminaron ya, y ahora toca perdonarse las faltas cometidas, y perseguir y alcanzar la luz. Que sea cuanto antes.