Sin duda alguna la parte más importante de una soldadura es la raíz y por eso debemos asegurarnos la ausencia de defectos en esa zona que más adelante puedan resultar relevantes o incluso catastróficos. En una unión soldada la salud de la raíz empieza por la misma preparación de los bordes de las piezas a soldar, no sólo estudiando y ejecutando adecuadamente su geometría, sino también preocupándonos de su limpieza y –por lo tanto- de la ausencia de agentes contaminantes (óxido, suciedad, grasa, pintura, restos de adhesivos…); independientemente del proceso de soldadura que se emplee, hay ciertas variables que deben ser controladas para garantizar una correcta fusión del metal base y una penetración adecuada del material de aporte, como pueden ser la temperatura o la velocidad de avance.

En la raíz de una soldadura podemos encontrarnos defectos tales como falta de penetración, falta de fusión, inclusiones de escoria o poros, y cualquiera de ellos puede comprometer la integridad de la unión soldada y desencadenar un fallo catastrófico.

En las soldaduras cuya geometría lo permite (cuando se suelda a tope por ambas caras) se debe realizar siempre lo que se denomina la “toma de raíz” o “saneado de raíz” que consiste en levantar por la parte de atrás del primer cordón depositado una parte de la pasada de raíz, lo necesario hasta dejar al descubierto el metal sano de la soldadura, para asegurarnos de que esa zona está en perfecto estado y podemos completar el relleno de la soldadura sin defectos en la raíz: esta operación se puede realizar mediante arco-aire, soplete, burilado, esmerilado, etc…

Hace unos días la red LinkedIn me invitó a participar en uno de sus artículos colaborativos cuyo título era: “¿Cómo puedes motivar a los empleados que se sienten estancados en su puesto actual?”. La propuesta de esta red basaba su tesis en una serie de hitos tales como el fomento de la retroalimentación y la comunicación, proporcionar oportunidades de aprendizaje y desarrollo, la asignación de tareas desafiantes y significativas, el reconocimiento y la recompensa de logros, el apoyo a las transiciones profesionales, el fomento de una cultura positiva y de apoyo, etc.

Sin menosprecio a las valiosas propuestas anteriores, consideré empezar mi aportación con un “saneado de raíz”, con algo tan simple pero tan difícil como que “antes de empezar a motivar hay que desintoxicar el ambiente, detectando y desactivando actitudes personales y métodos que minen la confianza personal en el equipo”.

Llevo muchos años de vida laboral, muchos acercamientos a empresas que ante una dificultad o un revés hacían cambios aparentemente ostentosos en las formas pero meramente cosméticos en el fondo, cambios mayores o menores que buscaban un lavado de cara aun sabiendo que el problema no estaba ahí, sino dentro, larvado en alguna parte de la organización.

Giusseppe Tomasi di Lampedusa es el autor de El Gatopardo, una novela ambientada en el sur de Italia durante la revolución de Garibaldi, y que recoge la famosa frase “Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi (si queremos que todo siga como está es necesario que todo cambie), una frase en la que se basan los estudiosos de ciencias políticas para tildar de “gatopardista” o “lampedusiano” a aquellos políticos que inician una transformación (o incitan a una revolución) que en el fondo sólo pretende alterar o cambiar la capa superficial de las organizaciones o estructuras: que parezca que hay un cambio profundo cuando en realidad siguen estando los mismos.

En mi opinión, para conseguir cambiar una organización, para motivar a los empleados que se sienten estancados, no vale con planes gatopardistas o lampedusianeos, hay que desintoxicar, hay que sanear la raíz para evitar puntos de concentración de tensiones, fisuras y/o fallos catastróficos: es difícil pero no queda otro remedio.