Venecia, oh Venecia. Quién podría pensar mientras se pasea por este inigualable lugar del mundo en el dolor infligido por sus oligarquías, las más perversas de Occidente; dignas herederas de las romanas que las precedieron.

El historiador, economista e investigador estadounidense Webster Tarplay asegura que la Reforma y la Contrarreforma fueron creadas por la república de Venecia. En este artículo hablaremos de los primeros pasos dados por su despiadada oligarquía para mantener intacto su poder y, después, desarrollarlo.

Como he escrito en más de una ocasión, todos los servicios secretos del mundo saben que para efectuar una operación de inteligencia es necesario crear un clima cultural favorable.

El 10 de Diciembre de 1.508, en la ciudad francesa de Cambrai se estableció la alianza entre Francia, Austria, los Estados Pontificios y España (la corona de Aragón en sentido estricto) con el objetivo de mermar la influencia veneciana en la península itálica. En aquellos momentos, Venecia representaba el poder marítimo en Europa, con una flota muy superior a la del resto de las potencias. Sin lugar a dudas era la reina del Mediterráneo y dominaba gran parte de su comercio.

La llamada liga de Cambrai prácticamente destruyó Venecia. Los venecianos entendieron que a pesar de su poderío naval eran frágiles en tierra debido a su reducido tamaño y que la existencia de una España poderosa y de la misma Iglesia Católica sería una amenaza permanente para sus intereses. Además se estaba en pleno proceso de la conquista del Nuevo Mundo. El eje Mediterráneo iría perdiendo importancia en favor del Atlántico, donde Venecia no tendría ninguna posibilidad.

Venecia designó a la Iglesia Católica y a España como sus dos grandes enemigos a derrotar. Por tal motivo fijó su atención en Inglaterra. Los informes de los embajadores venecianos a su senado –hoy públicos- establecieron que para derrotar a España el país clave era Inglaterra.

Uno de los informes señala que dado que Flandes y los Países Bajos eran el taller de España, sería fundamental controlar el Canal de la Mancha y así romper la ruta marítima entre España y aquellos. Exactamente eso fue lo que sucedió durante la guerra de los 30 años.

Hombres del Renacimiento como John Colet, Erasmo y, principalmente, Tomás Moro, aspiraban a que Inglaterra se convirtiera en un ejemplo humanista. De hecho, Erasmo dedicó su “Enchiridión” o “Manual del cristiano militante” a Enrique VIII, y su “Educación del príncipe cristiano” al entonces príncipe y futuro emperador Carlos V. De lo que se deduce la importancia dada por el gran humanista a la colaboración de ambas coronas.

Pero la gran preocupación de Venecia desde la liga de Cambrai fue evitar que España pudiera tejer cualquier futura alianza con Francia e Inglaterra.

Durante la vigencia de la liga, Venecia pudo ser aniquilada, pero los Estados Pontificios decidieron firmar la paz, desbaratando la alianza sellada en Cambrai.

Enrique VIII había estado al lado de España y una vez deshecha la liga y surgida la disputa entre Francia y España, Inglaterra declaró la guerra a Francia. Es decir, el rey inglés actuaba entonces como un aliado de España.

La derrota francesa en suelo italiano (1.525) con el cautiverio de Francisco I en la batalla de Pavía, hizo que los venecianos entraran en pánico; para ellos, Francia suponía el contrapeso al poder español. Venecia necesitaba la ruptura de Inglaterra con España. El instrumento clave fue el divorcio de Enrique VIII con Catalina de Aragón. No concebir un hijo varón fue la excusa.

Este problema podía haberse solucionado sin necesidad de recurrir al divorcio ni a la ruptura con Roma. Enrique VIII tenía un hijo bastardo. Hubiera bastado con legitimarlo para zanjar el asunto. Otra solución creativa, hubiera sido casarse con su amante, Ana Bolena, con el fin de conseguir la descendencia buscada sin divorciarse de Catalina. Ambas alternativas ya habían sido aceptadas por el papado en otros casos anteriores en virtud de la razón de Estado.

El cardenal Wosley asesoraba al rey inglés para optar por las alternativas del no divorcio. En ese momento, la facción veneciana actuó de manera contundente. El cardenal Wosley fue apartado y la confianza del rey recayó en la familia Howard (Ana Bolena era nieta de Thomas Howard). En medio de la decisión estaba Thomas Cromwell, un agente veneciano convertido en su consejero, que llegó a ejercer como secretario de estado y ministro principal.

En 1.527, la Universidad de Padua, controlada por los venecianos, apoyó jurídicamente la pretensión de Enrique VIII de divorciarse de Catalina de Aragón. En ese entonces la oligarquía veneciana tenía una eminente figura política, Gasparo Contarini, quien envió una delegación a Inglaterra que incluyó a su propio tío, Francesco Zorzi.

Thomas Cranmer -futuro arzobispo de Canterbury- era favorable a la ruptura con Roma y recibió a Zorzi con los brazos abiertos. La excusa: La capacidad de Zorzi de leer el Antiguo Testamento en hebreo y así poder dictaminar si el matrimonio de Enrique con Catalina había sido válido desde su origen.

La cuestión radicaba en que Catalina había estado casada en primeras nupcias con el hermano mayor de Enrique, Arturo, quien murió en pocos meses. En el Antiguo Testamento aparecen dos pasajes contradictorios. Uno, que establece la obligación de todo hombre de casarse con la viuda de su hermano fallecido y, otro, que lo reprueba. Para solventar la contradicción había sido emitida una dispensa papal favorable a dicho matrimonio.

El papel de Zorzi fue convencer a Enrique que la dispensa papal había sido nula por contravenir las Sagradas Escrituras y, por tanto, el papa se había excedido en su autoridad. Zorzi aseguró a Enrique que nunca había estado casado con Catalina. Y…, hasta hoy.

La rivalidad hispanoinglesa nunca desaparecía. La política de colaboración con Francia y España fundada por el padre de Enrique VIII, Enrique VII –promotor del matrimonio de su primogénito, Arturo, con Catalina de Aragón- quedó hecha trizas por el influjo veneciano.

Zorzi perteneció a una de las 10 mejores familias gobernantes de Venecia. Representaba al pensamiento oligárquico por antonomasia. Escribió una obra capital “Harmonia Mundi”, que podría considerarse como antecedente filosófico de la masonería especulativa fundada en 1717.

La alianza hispanoinglesa que el mejor humanismo trató de crear, fue truncada por la oligarquía veneciana. La misma que anticipándose a la destrucción del imperio romano, escapó a unas islas sin importancia en el Adriático para protegerse de la caballería de los bárbaros. Allí, el poder veneciano se desarrolló bajo la tutela de Bizancio y, después, gracias a las cruzadas, de las que fueron impulsores.

Utilizaron a los cruzados como mercenarios para derrotar a los turcos. Gracias a esto se convirtió en una gran potencia. Los patricios romanos huidos a Venecia transmitieron la forma intrigante, maliciosa y traicionera características de Roma. Convirtieron a la república de los canales en madre y maestra de las malas artes de Inglaterra, primero, y de su imperio, después. Por ello, se podría decir perfectamente, que el Imperio Romano nunca fue destruido. Venecia fue el equivalente al II Imperio Romano, así como los británicos representarían el III, no por el hecho de ser un imperio, sino por la cosmovisión transmitida de uno a otro.

La misma cosmovisión que hoy en día da manotazos de ahogado tratando de asirse a una tabla con la que sobrevivir. Lo malo es que con esos manotazos son capaces de llevarse por delante a todo el que se les acerque, incluso a quienes traten de salvarlos.

PD: Os dedico esta versión orquestal de Venecia sin ti. Melodía que la belleza de Venecia merece, pero no quienes la hicieron posible.