Que no sea peor

Por libre

Con este recién parido año, aún con sangre en su cordón umbilical, sin que haya trascendido si el 2024 ha venido de cabeza o de posaderas, en este último arreón de las Fiestas Navideñas, que concluirán como manda la tradición (veremos los años que logra resistir), con la Cabalgata de SS.MM. de Oriente, para alborozo de los más pequeños, cuya inocencia está aprueba de cualquier ‘fake new’, es el clásico momento de expresar grandes deseos para cada uno de los próximos días, semanas y meses de este año bisiesto.

Los más conservadores, entre los que me incluyo, somos más de augurar un quizás un tanto lacónico “que no sea peor”, pero que a la postre resulta como una carta de felicitación tipo comodín de lo más efectiva, donde cada uno puede emplearla para situar su listón particular, en función de sus vivencias personales del año que ya se fue.


Dejo que sea la guerra (¡malditas todas!, cuando traspasan lo dialéctico), entre los eternos optimistas y los pesimistas, quien se encargue de establecer previsiones, que en la mayoría de los casos son simples augurios, con la misma solidez que el turrón blando, que a poco que se calienta, se vuelve insoportablemente pegajoso.


Un año más, un año menos; de esto es de lo que se trata en definitiva. Que cada cual lo asuma como una responsabilidad, como un reto o se aferre a la esperanza de que ese “que no sea peor”, esconde en sí mismo un potencial de crecimiento enorme.


Pero no crean del todo cierto aquello de que “no dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy”. Porque quizás hoy no estemos aún preparados para ese gran o pequeño propósito, abocándonos a una derrota personal sin paliativos. Los retos se asumen cuando uno está convencido de poder alcanzarlos. Y recelen de quienes desde afuera, pretenden guiar sus vidas como si fueran marionetas. Quizás deberían antes intentar poner en orden las suyas. Que ya se sabe que la facilidad para dar consejos, es inversamente proporcional a la capacidad de aceptarlos.


Desde estas líneas, lo más que puedo augurales a ustedes y a los suyos, el verdadero clásico de los clásicos: un “salud, dinero y amor“, y que luego cada cual sitúe este trío mágico en el orden que prefiera, conforme a sus necesidades. Algunos corazones despechados han optado incluso por eliminar el amor y duplicar la salud. Bien pensado, a ciertas edades no es mala opción.


Así que recuerden, queridos lectores, “que no sea peor“, que como mínimo, eso asegurará el que dentro de 365 días, estarán ustedes leyendo a cualquier otro humilde “opinador”, que habrán comprobado que para esta ocasión, de política no ha dicho ni pío. Sobran gallinas en este enorme corral llamado mundo.