Asistimos a una vorágine de informaciones, a una tormenta de emociones, a una gota fría de manipulaciones con el único objetivo de lograr que no nos enteremos de lo esencial. La teoría de los bulos que se difunden marca la sensación de que nada es cierto y, por tanto, de que solo importa la sensación de drama,

Es curioso, o no, que esto de los bulos sea más viejo que la humanidad, y que los de siempre quieran dictaminar qué es y qué no es bulo. Ya en Doctor Zhivago había una muestra de ello:

OJO: El corte está en inglés. Vean que, en el momento en que Omar Sharif se dispone a subir las escaleras de la que era su casa (expropiada por los de siempre), los «camaradas» tachan de bulo contrarrevolucionario el hecho de que haya una epidemia. Claro, la Revolución no admite fallos ni epidemias provocadas por ella misma.

La idea es que en el río revuelto, en cada impresión sensorial y sentimental, la verdad quede oculta para que nada cambie. Al fin y al cabo, si nada cambia, los aprovechados de costumbre siguen pescando los beneficios a costa de los demás. Poner orden en esta tormenta de sensaciones es necesario. Veamos.

Bulo1: fallo de Estado.

Este es el primero de ellos en cuanto que fue inmediato en muchos divulgadores, el que muchos han creído y siguen creyendo. Tras los errores cometidos desde el mismo comienzo, en el que ni la autonomía valenciana ni el gobierno de la nación se dieron por enterados de las informaciones de la AEMET, incompletas y titubeantes tanto como las actitudes de los políticos acerca de la alerta necesaria a la población, la frase más repetida es: el español es un Estado fallido. Se dijo esto porque se piensa que «la misión del Estado es proteger a la población».

Y eso, en sí mismo, es un bulo. La misión demostrada de un Estado es perpetuarse a sí mismo, perpetuar a los grupos que se asientan sobre él. Al menos es así en la historia de todos los Estados y solamente en aquellos en que hay algunas instituciones de control del poder forzadas por la conciencia de los derechos de los ciudadanos hay manera de protegernos. España tiene una tradición vaga y perezosa al respecto. La DANA y muchas otras cosas, cogen a los españoles faltos de mecanismos de previsión y llenos de deseos de que sean los gobiernos quienes solucionen todos los problemas. Así nos va.

El Estado de las autonomías, modelado por los políticos para hacernos creer que la administración se acerca así al ciudadano, es una entelequia conformada para mantener a los políticos locales y crear una red (gobernanza la llaman) donde los grandes partidos se reparten el poder y, cuando es necesario, las culpas. Y el Estado centralizado, no se equivoquen sería más de lo mismo. La única vía es un la de un Estado pequeño (centralizado o no), pero eficaz, que deje la iniciativa de previsión a la sociedad (empresas, aseguradoras, consorcios privados de obras, etc.) y que facilite normas para que esas iniciativas sean llevadas a cabo.

En este corte, el catedrático de Economía, Jesús Huerta de Soto, responde acerca del papel de los gobiernos Vs el papel de la iniciativa privada en el caso de los desastres:

Los impuestos no están para prestar servicios a los ciudadanos, sino para reducir su capacidad para construir sus propias vidas y sus propias seguridades. A cambio, con los impuestos y el endeudamiento se pagan, eso sí, beneficios inmediatos a unos u otros sectores, no previsiones a largo plazo. La ideología que insertan (ecologismo, luchas entre sexos, derechos inventados para minorías inventadas, etc.) es el entramado justo para justificar que los ciudadanos, los habitantes, en este caso, de las comarcas afectadas por la DANA, no apliquen lo que saben:

  1. Que las riadas se previenen cuando no suceden para que las lluvias destruyan casas, enseres, empresas y vidas humanas lo menos posible.
  2. Que la limpieza de los arroyos y colinas de maleza y otros obstáculos es imprescindible no solo para las riadas, sino, también, añado, para los incendios.
  3. Que los sistemas privados de seguros, consorcios de obras, redes de alertas y otras iniciativas también privadas han de liderar la protección de los propios ciudadanos. El Estado ha de ser solamente un obediente seguidor de los intereses indicados por la iniciativa privada. Los valencianos, los ingenieros, las aseguradoras, los ayuntamientos, los regantes, los vecinos saben lo que el Estado ideológico, que no fallidos, niega:
    • Que las DANAS llevan produciéndose en el mediterráneo español desde, que se tenga constancia, el siglo XIV. Y que lo hacen con una intensidad similar cada 30 años más o menos y casi cada año con una intensidad más leve. Si siente curiosidad, aquí dejo la referencia al estudio «Variabilidad espacio-temporal de las inundaciones en la cuenca mediterránea española desde 1300 d.C.: procesos atmosféricos, hidrológicos e interacciones con la actividad humana : https://futur.upc.edu/19380201, «L
    • Que el desastre es, más que la lluvia torrencial, la riada descontrolada. La mayor exposición de bienes y personas a partir de la segunda mitad del siglo XX y el aumento de la vulnerabilidad están potenciando los efectos de las inundaciones sobre las sociedades, con mayores pérdidas asociadas.
    • Que las presas en vacío y los encauzamientos de los ríos y arroyos son imprescindibles, aunque los escarabajos y las culebras deban adaptarse a las obras humanas.
    • Que la construcción de viviendas e infraviviendas en cauces secos, barrancos y ramblas son un boleto a la muerte.

El Estado no falla cuando desprotege a los ciudadanos, simplemente acierta en perpetuarse en el poder. Los ciudadanos son lo de menos para las élites políticas, no se equivoquen sobre esto.

Bulo 2: fallo de la Humanidad.

Este es muy gordo, como diría mi abuela. El gran bulo de la culpa humana por un calentamiento global que lo mismo aspira a justificar las heladas y los enfriamientos que las sequías y los tornados tiene como destinatario desviar cantidades ingentes de dinero para un grupo de élite, empresarios metidos a políticos y políticos jugando a empresarios, Y es que la ideología del calentamiento antropogénico es eso, una ideología.

No me refiero a los datos precisos y exactos sobre los cambios en los climas de la Tierra, no me refiero al cúmulo de indicadores, muchas veces contradictorios, aunque es cierto que el clima cambia. Los recursos extraídos de los impuestos para evitar las emisiones de CO2 no repercuten en absoluto en modificar la atmósfera global (hablaremos de la hipocresía, también global, que hay sobre el tema en otra ocasión). Claro que el clima cambia, siempre lo hace y es imprescindible dedicar investigación a hacer seguimientos de ello.

Pero eso es una cosa y otra es crear un dogma ideológico más allá de lo que estrictamente los hechos indican. Esta ideología, la del cambio climático global producido por «el hombre», además de servir para explicar cualquier cosa y su contraria, sirve, en el caso del desastre de Valencia, que es de España, para evitar centrarnos en lo que sí podemos hacer, en lo que los ingenieros de caminos dicen.

Tanto llenarse la boca de hablar de «la ciencia» y evitan dar voz a lo que, desde la ciencia aplicada, se nos puede decir. La ideología climática, llamémosla así, mata. Y lo hace porque pretende colarnos, por lo visto hasta ahora, que las riadas se minimizan comprando coches eléctricos, reciclando las basuras, yendo en transporte público, dejando que los montes, bosques, ríos y arroyos fluyan «libremente» y las lagartijas, escarabajos, culebras y demás fauna regulen los ecosistemas.

(NOTA AL MARGEN: También resultará muy eficaz seguir insultando a Donald Trump, que eso desahoga mucho a los zurdos hipertensos. Aquí al lado proporciono una imagen de las que ya circulan para tener a quien culpar de sus propias fantasías, fracasos y falacias).

Dentro de 10, 15, 20 o 30 años, las riadas volverán a donde siempre han ido y cada vez matarán a más y más gente simplemente porque no se ha hecho nada para encauzar y retener las aguas de las gotas frías ni para desbrozar y limpiar los tapones vegetales que la madre naturaleza ha puesto ahí para adoración de todos. Señores, más ingenieros de caminos y menos cumbres del clima.

Lean la información que adjunto aquí sin falta porque solo así se puede dar uno cuenta de la dimensión letal de lo dicho hasta aquí sobre la inoperancia inerradicable de los políticos y la mortal ideología climática:

https://www.20minutos.es/noticia/5650631/0/ribera-mantuvo-parados-durante-anos-dos-proyectos-que-buscaban-evitar-riadas-sobre-las-poblaciones-mas-afectada-por-dana

Hay que leer el artículo entero para hacerse una mínima idea del problema, pero dejo aquí esta captura de una parte muy, pero que muy mollar del mismo:

En definitiva

No se trata solo de quién desoyó las alertas, si fue peor lo que hizo Mazón o lo de Teresa Ribera, aunque también. Creo que una actuación judicial clara sobre un código penal que persiga a los políticos en sus culpas «in vigilando» es necesaria. No la hay pero estaría muy bien que lo hubiera.

Tampoco se trata del salseo sobre la más que justa indignación de los valencianos ante el Rey y ante Pedro Sánchez. Y eso que esa reacción ha sido refrescante, sin duda, vista la pasividad mostrada por los canarios de La Palma cuando «el figura» se acercó a comerse un plátano en apoyo.

Se trata a la postre de que el dinero de los impuestos es inútil para prevenir y para solucionar y muy útil para desarmar la iniciativa social.

Se trata de que las regulaciones sin fin con que nos regalan los socialistas de izquierda y de derecha fijan objetivos fantasiosos para el año 2030 y protegen a las culebrillas, pero desamparan a los humanos.

Se trata de que hace falta, no lo duden, una nueva derecha, la que hay está vieja y la izquierda siempre ha sido obsoleta.