Fotografía de portada: Rómulo Betancourt, presidente constitucional de Venezuela entre 1959 y 1964
«En todos los gobiernos democráticos se desarrollaron vías de comunicación, carreteras, autopistas, puertos y puentes emblemáticos. Maduro deja la armadura delincuencial representada en organizaciones criminales como “la Banda del Tren de Aragua” que, para desgracia y vergüenza de los venezolanos, tiene alcance transnacional. Ese tipo de agrupaciones delictivas sólo es posible que surjan bajo el amparo de regímenes devenidos en mafias o corporaciones criminales.»
Siempre se ha dicho, con sabiduría popular, que a los líderes se les mide no por sus discursos encendidos o sus promesas vacías, sino por las huellas que dejan en la memoria y el destino de una nación. La historia de Venezuela es un tapiz tejido con las improntas, algunas luminosas y otras oscuras, de quienes han ostentado el poder.
El contraste entre la Venezuela de antaño, con sus aciertos y errores, y la Venezuela que hoy padece bajo la bota del régimen madurista, es abismal y desgarrador. Las obras de unos contrastan crudamente con las ruinas que deja a su paso la actual dictadura.
La Venezuela que se construyó frente a la que Maduro destruye
A Juan Vicente Gómez se le recuerda, entre otras cosas, por su empeño en unificar al país bajo un solo mando, doblegando a los caudillistas atrincherados en sus regiones.
Una empresa que, si bien se logró con mano de hierro, marcó un punto de inflexión en la consolidación del Estado centralizado venezolano.
Fue cruel a la hora de castigar a sus presos en La Rotunda, igual como lo hace ahora Maduro en su galería de prisiones, pero a diferencia de Gómez, Maduro va dejando un país deshilachado.
Al general Eleazar López Contreras, se le tiene presente por gestos de talante democrático que hoy suenan a utopía: legalizó los partidos políticos y era capaz de recibir en el Palacio Presidencial a los promotores de protestas en contra suya. Una muestra de intransigencia que contrasta con la intolerancia enfermiza de Maduro, quien ha judicializado a los partidos políticos –incluido el Partido Consumista–, y ha ordenado apresar a cuanto disidente osa criticarlo. El General López Contreras fue el fundador de la Guardia Nacional y del Banco Central de Venezuela. Maduro liquidó el BCV y desinstitucionalizó las Fuerzas Armadas.
Isaías Medina Angarita liberó presos políticos, impulsó reformas petroleras y se atrevió a buscar una fórmula de transición consensuada con la figura del diplomático Diógenes Escalante, un paso histórico que su demencia inesperada frustró.
Maduro, en cambio, aparenta buscar soluciones dialogadas para luego burlarse de los acuerdos asumidos, como el más reciente y bochornoso caso de Barbados, una farsa más para ganar tiempo mientras la represión continúa.
Rómulo Betancourt, fue el fundador de nuestra democracia, un título que nadie le regatea. Promovió elecciones libres desde el poder favoreciendo el derecho a sufragar de jóvenes y mujeres; echó las bases de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); impulsó la construcción del Parque Humboldt y del Parque del Este.
Maduro, por el contrario, arrastrará siempre el rótulo de golpista y demoledor sistemático de las instituciones del país. Comete crímenes ecológicos en el Arco Minero y trastoca nuestra política petrolera en una herramienta para corromper y colonizar enclaves.
De la cultura y las letras a la caricatura del poder
Al maestro Rómulo Gallegos lo tenemos presente en nuestras lecturas, como esas páginas de su formidable novela Doña Bárbara, y al escritor tachirense Ramón J. Velázquez por su libro Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez.
La disparidad la representan las “maburradas de Nicolás”, como cuando confunde “peces con penes” o cuando se atrevió a introducir “el nuevo lenguaje tarsaniado”.
Con Marcos Pérez Jiménez, si bien compartía esa inclinación por apresar, torturar y liquidar a quienes se le oponían, a éste la historia le reconoce algunas obras de infraestructura.
A Maduro lo tildarán siempre como el despilfarrador que prometía obras que nunca llegaron a cristalizar, un monumento a la ineficiencia y la corrupción.
Raúl Leoni defendió nuestra soberanía cuando comandos adiestrados en La Habana por Fidel Castro, intentaron la operación invasora por Machurucuto. También Raúl Leoni hizo posible la primera etapa de la monumental represa del Guri.
Su esposa doña Menca, es recordada como la promotora de la exitosa “Fundación del Niño”.
Mientras que a Maduro lo marca la historia por ceder nuestro territorio a infiltrados cubanos, rusos, iraníes y élites de la narcoguerrilla colombiana y en materia de obras no ha podido concluir la represa de Tocoma, ya que los miles de millones de dólares destinados a ese proyecto se los han robado.
Rafael Caldera tiene el mérito de haber emprendido una política de pacificación de los grupos guerrilleros, fue el Presidente que supo tender puentes.
Maduro es el padrino de nuevas cárceles para llenarlas de perseguidos políticos, civiles y militares, sembrando el terror y la división.
Obras para el futuro frente a ruinas para el presente
Carlos Andrés Pérez impulsó el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, un legado para el futuro. CAP puso en funcionamiento excelentes centros de educación superior como “La Universidad Rómulo Gallegos” en San Juan de Los Morros, y “La Universidad de Los Llanos Ezequiel Zamora” en Barinas.
Maduro, en cambio, nos dejó “el mosaico escolar”, un siniestro esquema que redujo a sólo dos días de clase la presencia de nuestros niños y jóvenes en las escuelas, hipotecando su futuro.
Luis Herrera Campins inauguró el Teatro Teresa Carreño, un bastión de la cultura venezolana. Fue el Presidente que activó las primeras líneas del Metro de Caracas.
Maduro por su parte asaltó el Ateneo de Caracas, otro símbolo de la barbarie, y en vez de instalar los rieles del ferrocarril nos deja el infierno de la banda del “Tren de Aragua”.
En todos los gobiernos democráticos se desarrollaron vías de comunicación, carreteras, autopistas, puertos y puentes emblemáticos. Maduro deja la armadura delincuencial representada en organizaciones criminales como “la Banda del Tren de Aragua” que, para desgracia y vergüenza de los venezolanos, tiene alcance transnacional.
Ese tipo de agrupaciones delictivas sólo es posible que surjan bajo el amparo de regímenes devenidos en mafias o corporaciones criminales.
Jaime Lusinchi concluyó las obras del Guri, un hito energético. En su gobierno se construyeron la línea 2 del Metro, el hospital Domingo Luciani, el complejo habitacional “Juan Pablo II” y el Paseo Vargas.
Maduro es denunciado por los innumerables hechos de corrupción en los manejos de los fondos asignados a nuevas líneas del Metro, así como de los centenares de millones de dólares saqueados que han debido invertirse en el equipamiento de centros de salud.
Fue promotor, junto con su mentor Chávez, de “los gallineros verticales” y “cultivos organopónicos” en las adyacencias de la Av. Bolívar de Caracas y, además, cabeza de la era en que menos viviendas se han edificado en Venezuela.
A Maduro lo citaremos siempre como el dictador cruel que desbarató a un país riquísimo, el que con sus obras –de destrucción y miseria– se ganó un lugar infame en los anales de nuestra historia. Eso es lo que deja a su paso Maduro: ruinas y desgracias.

Antonio José Ledezma Díaz (San Juan de los Morros, 1 de mayo de 1955) es un político y abogado venezolano, destacado opositor al régimen de Nicolas Maduro. Actualmente exiliado político en España. Fue el alcalde mayor del Distrito Metropolitano de Caracas hasta 2015, cuando fue sustituido por Helen Fernández.También se ha desempeñado como alcalde del municipio Libertador de Caracas en dos ocasiones y gobernador del antiguo Distrito Federal. Fue dos veces Diputado del extinto Congreso Nacional de Venezuela (actual Asamblea Nacional) desde 1984 y fue elegido Senador de la República en 1994, siendo la persona más joven en ser elegida para ese cargo.