Desde el final de la Guerra Fría, reedición a gran escala del Gran Juego de intereses y luchas que en el S.XIX mantuvo el Imperio de Su Graciosa Majestad contra el Imperio de los Zares, nunca se había palpado una tensión de proporciones mundiales. Es cierto que a una victoria suele seguirle un cierto período de paz, pero es igualmente verdad que el vencedor busca, después, avanzar posiciones para abarcar una parte mayor del globo.

Y tras otro final, el de la Unión Soviética, ha ocurrido eso en diversos escenarios y soy muy reacio a culpar de cada conflicto sólo a una de las partes. La dinámica de los Estados y de los Imperios en que aquellos se unen o se subsumen siempre acaba en confrontación.

No cabe otra y la ética nos señala la guerra como algo ruinoso. Pero no hablamos de ética, es decir, de lo que es bueno para el individuo y la guerra no lo es. De grupos humanos con vocación de existencia es, exactamente, de lo que hablamos. NOTA: No soy animalista ni asumo una primacía moral de los animales. Acabo de ver en «la 2» una guerra entre bandas de primates y es terrible.

Lo que sí es una tendencia que obedece a una lógica material, es la de que cada vencedor es el siguiente en avanzar posiciones. La paz es siempre la de éste y, además, nunca es suficiente.

Desde hace más de diez años el bloque llamado occidental, amalgamado en la OTAN, y encabezado y empujado por los EE.UU lleva preparando una nueva guerra preventiva, la que los y nos enfrenta a China. Secunda esta nueva partida (otra vez) el gobierno de Su Graciosa (hoy Su Gracioso).

Adviértase que todas las guerras son preventivas y no lo digo con ironía moralizante, sino que es materialmente necesario que así sea. La ofensiva occidental que aspira a prevenir la voracidad de Rusia sobre su espacio vital es tan preventiva como las guerras de Rusia para frenar la amenaza real y cierta de la OTAN.

Y mira que Gorbachov, Yelsin y Vladimir Putin recibieron la promesa de no avance de la OTAN hacia el este de Europa. Sucedió igual cuando Roma fue a ayudar a Sagunto contra las tropas de Aníbal aunque al acudir violara el tratado Roma-Cartago tras la Primera Guerra Púnica. ¿Pacta sunt servanda? Nunca.

Pero vamos a lo de China. Nancy Pelosi visitó Taiwan el pasado año. ¿Por y para qué? Eric Holcomb, gobernador de Indiana, lo hizo recientemente. La misma pregunta. El gobierno de Taiwán, en palabras de su primera ministra, se siente inseguro y reclama ayuda a Biden. Y, de manera añadida, está el factor electoralista: tanto los candidatos republicanos como los demócratas se apoyan en la “amenaza de China” y su vínculo con EEUU para conseguir votos.

En el medio está Europa, la continental, cuyo penoso devenir en el S.XX propició el traslado de la hegemonía en el bando occidental al otro lado del Atlántico. La guerra en Ucrania hizo cerrar filas al principio a las dos orillas del Atlántico. Pero algunas cosas que ocurren están alejando algo a Alemania de EE.UU y a Francia también de EE.UU.

Espionajes americanos a políticos europeos a través de terceros, sabotajes a gasoductos, implicaciones de tropas especiales norteamericanas en Ucrania, mas no comunicadas a los «socios», etc. Pero todo esto es hasta menor, o lo sería si el paso arriesgado de la diplomacia anti-China y de las fuerzas armadas de Biden no estuviera haciendo saltar nuevas alarmas.

Y eso es lo que preocupa a Alemania y a Francia ahora. Y eso es lo que por enésima vez, y seguramente que con el mismo nivel de fracaso de siempre, reclaman ambos. Más autonomía en la política exterior de la UE aunque servido está el fracaso porque para tener una política exterior autónoma hay que tener un potente ejército propio y algo imprescindible: armamento nuclear. Francia tiene algo, Alemania, nada y la suma de la UE, menos.

Me preocupa y me ocupa porque es obligación de todos estar atentos a cosas que nos cambian o pueden cambiar la vida. Pero aún me preocupan más las respuestas a unas preguntas incómodas:

  • ¿Tiene España que estar necesariamente supeditada a una estrategia de otros?
  • ¿Tras el envite anglosajón que terminó con el Imperio español, hay algo que decir?
  • ¿Estamos en el bando de los nuestros o no exactamente?
  • ¿Tienen España y el mundo hispano algunos intereses propios que no tienen por qué coincidir al 100% con los de otros?

Porque eso sí, hoy por hoy, estamos obligados al 100% a otros. Al menos sabemos que estamos obligados sin duda por la enorme fuerza de nuestra debilidad acumulada.

Preguntas todas estas lanzadas a ese aire que también respiran tanto los políticos más bien anglófilos del PP como los más bien germanófilos del PSOE. Demasiado trabajo para ellos el de pensar desde una filia simple y naturalmente española.