«Nuestra alternativa en Europa es ir a la cola y servir de rompeolas al Tercer Mundo» (Gustavo Bueno)

El Gobierno italiano, dirigido por Giorgia Meloni, decretó el estado de emergencia nacional migratorio durante los próximos seis meses, una medida que podría suponer mayores expulsiones de migrantes. La medida tendrá, afirman, una financiación de cinco millones de euros y se implementará en Italia por seis meses. 

Teóricamente, permitirá realizar procesos y acciones más ágiles para los migrantes que buscan acogida. Según el Gobierno, ayudaría a hacer frente a la llegada de miles de personas a ese territorio, con la asistencia tanto de Protección Civil como de la Cruz Roja Italiana. Ante estas medidas, ¿Qué es lo que está en juego? Veámoslo.

Las llegadas de inmigrantes ilegales a Italia han superado ya las 31.000 desde el inicio de 2023, casi cuatro veces más que las cerca de 8.000 de 2022. 3.002 de estos inmigrantes han llegado en los últimos tres días, con un récord de 1.389 el pasado viernes, 7 de abril. No parece ningún capricho que los italianos estén alarmados ante ello.

O quizá sí es un capricho suyo. O una confusión del gobierno, que ha interpretado mal lo que en realidad deseaban los italianos. ¿Es posible que el gobierno que preside Giorgia Meloni no haya sido elegido por los italianos para, principalmente, poner freno a las maniobras de algunas ONGs? No, claramente no es posible y esta interrogación no es un interrogante, sino la necesidad de subrayar lo que la campaña mediática desatada contra el gobierno italiano no señala.

Los italianos también tienen algo que decir sobre las condiciones en que han de acoger a inmigrantes. A Meloni la han elegido, además, para otras medidas de de reactivación económica y de confrontación cultural frente al delirio de géneros sexuales, de números de familias y de casos de cruel transexualismo.

Los italianos sabían lo que querían cuando votaron a los partidos de la coalición que lidera Meloni y, específicamente, a su Hermanos de Italia. Pero parece que eso, lo que los italianos quieren, ha de estar muy por debajo de lo que las ONGs buscan y de lo que los gobiernos del norte de Europa dictan.

Open Arms, MSF y otras de las que se dedican a estos asuntos no están libres de conformar un entramado muy cercano al negocio, en primer lugar; al negocio político, en segundo; y al negocio político en connivencia casual (o no) con las mafias de inmigrantes de África, en conclusión. Una relación acumulativa de motivos oscuros que pretenden ocultar removiendo el automatismo emocional de la empatía inmediatista.

Robert Cialdini describió este mecanismo de la empatía como uno de los siete destinados a la manipulación. Y otro es el de la sanción social, el «todos lo están diciendo», de ahí la salida en tromba de los medios del globalismo y los gobiernos que no sufren más problema inmigratorio del que quieren sufrir. Tromba confusa que aparenta unanimidad contra Italia.

Pero Italia no quiere ser quien reciba a la mitad de toda la inmigración que llega a Europa. E Italia son millones de italianos. Los «todos» de los globalistas son menos que los italianos que votaron a la coalición. Y en cualquier caso, son esos italianos, los que votaron a su gobierno y los que no, los legítimos dueños de ese solar señero llamado Italia.

Pero vamos también a poner a Meloni en su sitio.

Su propuesta no es la reacción firme, contundente, totalitaria y fascista que pretende o, más bien, la que algunos pretenden que pretenda. Lleva pidiendo a la UE que tome cartas en el asunto desde que asumió la jefatura del gobierno. Atiende, además, a las desesperadas reclamaciones de gobiernos regionales como el de Sicilia. La exigencia a los Veintisiete de que intervengan en este asunto también vino de las autoridades sicilianas, de Renato Schifani, el presidente regional de Sicilia, cuyos centros de acogida han superado ampliamente su capacidad.

Y hay más. Nello Musumeci, ministro de Protección Civil y de las Políticas del Mar, de quien partió la propuesta de que se declarara el estado de emergencia, dejó claro que esta decisión «no resuelve el problema», pues la eventual solución sólo llegará con una intervención «consciente y responsable» por parte de la Unión Europea.

Vamos, que intentando poner en su sitio a la intolerante Meloni, he encontrado que, en realidad, no se la escucha y que no se escucha a millones de italianos. Termino recordando la frase de don Gustavo Bueno que encabeza este artículo. La UE ha asignado al sur de Europa el papel de rompeolas. El mapa de rutas migratorias hacia Italia que encabeza este artículo es claro.