Comentaba este fin de semana con un amigo que se acaba mayo, el otrora mes de las flores, el mes por excelencia de la primavera, de la Virgen María, de las madres… y reflexionábamos sobre qué queda en esta sociedad de todo eso que vivimos cuando éramos más jóvenes. El vertiginoso ritmo de nuestra vida y los abruptos cambios experimentados por nuestra sociedad hacen que en apenas una generación hayamos ido olvidando todas esas costumbres, viviéndolas de una manera superficial o cambiándolas por otras actividades más modernas.

Cumpliendo con el rico refranero español, ya sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, y así nuestras jóvenes generaciones han dejado de llevarle flores a María y rezarle durante el mes de mayo como hacíamos de niños, quizás aparcándolo como una asignatura pendiente para el futuro, cuando lleguen los momentos de recurrir a la ayuda Divina ante una extrema necesidad.

Nuestra sociedad ha considerado que dentro de su proceso de “modernización” o evolución no hay espacio para la religión en los centros educativos y eso es lógico, sobre todo cuando la mayor parte de las familias no practica la religión activamente y también deja la Fe y las flores a María para cuando lleguen los nubarrones y/o en sus vidas se ponga a tronar.

Tampoco tenemos tiempo para contemplar y disfrutar del mejor periodo del año, con temperaturas agradables y los días de la primavera estirándose, amaneciendo cada vez más pronto y con atardeceres sin prisa por terminar. Tenemos tantas ganas de que llegue el verano para disfrutar de unos merecidos días de vacaciones que nos perdemos el viaje por el espectacular periodo primaveral que le precede.

Pero, volviendo a la conversación con mi amigo, nos sorprendíamos de la proliferación de actividades que han tenido en muchos colegios y centros educativos en el mes de mayo, manteniendo la línea trazada para todo el curso por las últimas leyes educativas que buscan aliviar el trabajo, la concentración y la exigencia de los alumnos insertando periodos de asueto y jornadas no lectivas.

Si bien en las últimas décadas se han ido abandonando las fiestas religiosas, hoy nos encontramos con que desde el inicio de curso hemos tenido ocasión para -entre otras cosas- celebrar Halloween, para el magosto (o sus variantes en algunas comunidades autónomas del norte), para el “amigo invisible”, festival de Navidad, carnaval, jornadas de cine, jornadas del deporte, diversas excursiones y visitas locales, campamentos y viajes de estudios, etc.

Después de este somero recuento, los contertulios echábamos en falta un par de fechas que han sido desterradas en muchos colegios como son los días dedicados a celebrar y recordar al padre y a la madre, unas fechas que, aunque quizás podamos considerar que se han desnaturalizado por el consumismo de la propia sociedad y la intervención de los grandes almacenes, han pasado al olvido en muchos centros educativos.

Desconozco si la razón por la que nuestros hijos tienen tiempo para celebrar Halloween (o cualquier otra fiesta) pero no para tener presente a su padre o a su madre es una instrucción de la Consejería de turno o voluntad propia de cada centro educativo, pero la explicación oficial que en su momento se me trasladó fue que actualmente vivíamos en una sociedad en la que muchas familias (quizá ya la mayoría) están “desestructuradas”, y celebrar un día del padre o de la madre cuando hay niños que están en el centro de la discordia, o que tienen que comprender que padres se han separado y rehecho sus vidas con nuevas parejas, es un motivo de tristeza y disgusto más que de fiesta. Si aceptamos como válido ese argumento, deberíamos plantearnos qué sociedad y qué familias estamos “estructurando” para que un día de celebración repercuta negativamente en nuestros hijos.

Como llega el verano y muchos estarán buscando alojamiento para unas merecidas vacaciones, llama la atención comprobar que haya más establecimientos que muestren orgullosos el cartel de “hotel sin niños” o el de “se admiten mascotas” que el de “hotel ideal para familias” y esto puede ser una pista de por dónde van los tiros en nuestra sociedad.

En una época en la que los médicos alertan seriamente de un incremento en los trastornos psicológicos que afectan a personas de todas las edades -pero cada vez con una mayor incidencia entre la juventud-, o en la que las noticias nos inundan diariamente con episodios no ya de fracasos escolares, sino de violencia, acoso, o de suicidio en edades cada vez más tempranas… convendría reflexionar si hemos acertado cambiando las flores a María, la oración de nuestra juventud y la celebración del día del padre o de la madre por este moderno sistema educativo que incluye -seguramente con la mejor de las intenciones- la asignatura de “Educación en valores cívicos y éticos”, o un calendario en el que se insertan fiestas que poco tienen que ver con nuestra tradición y jornadas varias que adornan el curso académico.

También deberíamos pararnos a pensar si -tal vez- el rumbo que llevamos tanto a nivel social como educativo es el más adecuado para el crecimiento y la maduración de nuestros hijos.

En mi infancia éramos pocos los que vivíamos en “familias desestructuradas”, pero (hablo por mí) no nos sentíamos inferiores o discriminados con respecto al resto porque había que tirar con la situación que nos había tocado en suerte: en el colegio éramos un niño más para el resto de amigos y en casa teníamos un ambiente y una familia que suplía las carencias de la ausencia no deseada. Desde luego, no recuerdo que el día del padre o el día de la madre, cuando cada año poníamos nuestra mayor ilusión y mejor hacer en algún trabajo manual en el cole con el que obsequiar a los nuestros, supusiera un trauma o un momento de tristeza para mí o para alguno de mis compañeros.

Los tiempos cambian, y en las escuelas hemos pasado de aprender el “Honrarás a tu padre y a tu madre” a no poder celebrarlo por respeto a las nuevas estructuras familiares. Si consideramos la familia como la célula o pilar fundamental de la sociedad, tal vez deberíamos reflexionar si no estamos debilitando en exceso nuestros fundamentos.

Para ayudarles en la meditación, les invito a disfrutar de un vídeo de la una versión de la conocida canción de Los Secretos Volver a ser un niño, adaptada a villancico y grabada en un colegio con la maravillosa colaboración de un coro de niños.