Anaxágoras fue un filósofo presocrático que vivió en el Siglo V a.C. Nació en Clazómenas pero se trasladó a Atenas, donde estudió e impartió clases durante unos treinta años y por eso se le considera el primer filósofo ateniense.

Renunció a las riquezas de su familia acomodada para dedicar su vida a adquirir y transmitir conocimientos sobre doctrinas filosóficas, la materia, la naturaleza o la astronomía.

Brevemente, y de manera muy somera, podríamos destacar que en sus doctrinas es el primer pensador que introduce el concepto de un nous (mente o inteligencia) para dar respuesta al ordenamiento de las distintas partículas que forman todas las cosas.

Pero, a pesar de sus trabajos y teorías, muy recomendables para el lector inquieto, hay un par de frases atribuidas a Anaxágoras que hoy en día y en este momento cobran especial interés y relevancia:

  • Cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena.
  • Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, la culpa es mía.

Quedan pocos días para las Elecciones Generales en España, unos comicios que determinarán el rumbo de nuestro país en un entorno post-pandemia, con un déficit económico galopante y con un déficit cultural y ético aún mayor.

Nuestra sociedad occidental está inmersa en un proceso de demolición de nuestros valores y status quo y no sólo no hace nada por pararlo, sino que parece colaborar con “el enemigo”: un discurso dirigido por no se sabe quién (o no se quiere saber) para que nos despojemos voluntariamente de nuestros valores, renunciemos, nos avergoncemos y condenemos nuestra historia y colaboremos activamente con un cambio económico y social que será lesivo para nuestra calidad de vida tal y como la hemos conocido. Hemos llegado al punto de inflexión, debemos ser conscientes de que vamos a vivir peor que nuestros padres y –si nadie lo remedia- nuestros hijos vivirán peor que nosotros.

Es fundamental ir a votar, ejercer nuestro derecho al voto, pero hacerlo de una manera responsable. En este momento discursos como “voy a votar a X porque en mi familia siempre se ha votado a X” no se sostienen, de la misma manera que no se sostiene lavar a mano en el río “porque así lo hacía mi abuela” pudiendo tener una lavadora en casa.

Tampoco se sostiene el discurso de que los políticos “son todos iguales”. Aquí hay políticos que han mentido de una manera grosera, hay grupos políticos que han estado en el poder y su gestión es discutible (o incluso ha sido condenada) por sus acciones u omisiones: por ejemplo, y dejando a un lado la corrupción de los grandes partidos que han gobernado en España desde la Transición (algo que ya debería deshabilitarles), hay partidos que prometieron acabar con el paro y no lo hicieron, o bajar los impuestos, o derogar determinadas leyes… por eso es importante recordar y tener presente a nuestro querido Anaxágoras: Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, la culpa es mía

En la era digital, no cabe el discurso de desconocer lo que se vota: nuestra es la responsabilidad de acceder a los diferentes partidos y leer sus cartas de intenciones en forma de programas electorales.

Obviamente es extremadamente difícil encontrar un programa cuyo articulado cumpla al 100% con nuestras expectativas, pero sí encontraremos programas con los que podamos estar de acuerdo en un amplio porcentaje. En este punto también es interesante recordar quién nos ha engañado hasta la fecha y quién no: es muy distinto no llegar a cumplir el programa electoral por falta de apoyos para ello (no teniendo una mayoría de gobierno suficiente) que no cumplirlo aun gozando de una mayoría absoluta… o incluso hacer algo opuesto a lo prometido.

Recuerden: Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, la culpa es mía

Es nuestro deber y responsabilidad examinar las actuaciones (tanto desde un punto de vista operativo como desde un punto de vista ético) de nuestros políticos tanto en el ámbito nacional como en organismos internacionales defendiendo nuestros intereses, y exigirles que cumplan con sus promesas y antepongan los intereses de sus representados a los propios.

Vivimos en un momento histórico en el que es posible que la gestión quede en un segundo plano por detrás de las ideas, del modus vivendi, de nuestras raíces y de la ética. No basta con ser buen gestor, hay que demostrar tener el valor necesario para oponerse a las corrientes de opinión empeñadas en nuestro debilitamiento como sociedad.

Y por esto mismo también es recomendable un cierto aislamiento mediático: hoy en día quedan pocos periodistas libres que transmitan los mensajes sin algún tipo de influencia, trabajan para empresas y grupos empresariales con grandes intereses que les hacen lustrar determinados mensajes, empañar otros o incluso difuminar o tergiversar a los terceros con total impunidad y con el amparo de una supuesta libertad de opinión.

Volviendo a la Atenas del Siglo V a.C., tengan en cuenta que, a pesar del supuesto respeto que nuestro amigo Anaxágoras se había ganado en la sociedad ateniense, acabó siendo sometido a un proceso de impiedad a causa de sus “atrevidas” teorías astronómicas que sostenían que el Sol no era un dios, sino una masa de fuego incandescente (más grande que el Peloponeso, según su teoría) y condenado a muerte; aunque ayudado por Pericles pudo fugarse a Lámpsaco, donde abrió una nueva escuela y falleció unos años más tarde.

Demostremos que nuestra sociedad todavía tiene ese nous infinito (inteligencia) del que hablaba Anaxágoras, y sepamos elegir, para defender nuestros designios, a aquellos cuyos ideales coincidan en un amplio porcentaje con los nuestros, a aquellos que –de momento- no nos hayan mentido, o a aquellos que, ante las voces acusadoras de nuestros enemigos, no se queden callados esperando la condena, sino que defiendan nuestros intereses.