Cuando yo era un crío, había uno de los tebeos, ahora cómics, que ponía una columna que la titulaba “Diálogo para Besugos”.
Se trataba de dos interlocutores que siempre comenzaban con el “buenos días”, a lo que el otro contestaba, “buenas tardes”, lo que ya auspiciaba un disparatado diálogo.
No sé si el creador de tan originales diálogos fue consciente de que sus publicaciones, más que una tira cómica, fue, y sobre todo es, una sátira tremendamente común y actual.
Asistimos realmente interesados, véase los datos de audiencias, a los debates de nuestros ínclitos aspirantes a presidentes de nuestra amada nación, esperando escuchar los diferentes programa de cada uno, con sus matices, propuestas, avances sociales, distribución de los presupuestos, mejoras en la educación, sanidad, justicia etc etc.
Pero nada de eso ocurre y sorpresivamente, comienza una batalla absolutamente incoherente en la que imperan los reproches, falsedades, recordatorios de otras legislaturas, acusaciones a los pasados presidentes, imputaciones por corrupciones y un intercambio de improperios e injurias que dejan atónitos a todos los espectadores afectados por semejantes agresiones a su sentido común.
Es muy frecuente que las personas, ante una buena argumentación que afecta a sus arraigados criterios, respondan con agresiones verbales, aspectos que nada tienen que ver, o que poco aportan a la esencia del debate. La idea es no reconocer, del modo que sea, que su idea era errónea o incluso falsa.
Transcurridas las elecciones, uno de los candidatos se considera ganador, e intenta por todos los medios ocupar el deseado palacio a base de solicitar el apoyo de quienes le impidieron conseguir la mayoría absoluta, a la vez que otros radicalmente imposibles.
El otro candidato, intenta no tener que hacer la mudanza, pactando con delincuentes rehabilitados, que nunca pidieron perdón, separatistas y prófugos de la justicia que las fuerzas de seguridad del estado, intentan capturar.
En definitiva un verdadero “diálogo para besugos” aún mas incoherente que aquellos que nos regaló mi admirado Don Armando Matías Guíu-
Buenos, días…Buenas tardes.
Somos dueños de nuestra vida y somos, por consiguiente, libres, cuando nuestra razón impone su dictado a nuestra voluntad.