Avecrem

Por libre

En esta época de encendidos mágicos, para aquellos benditos infantes que pueden disfrutar de unas felices fiestas navideñas, alejados de la barbarie que no muy lejos de nuestros lares, sigue azotando medio mundo, ante la impasividad de quienes supuestamente deberían tomar cartas en el asunto, o al menos, llevar a la máxima aquello tan castizo de “Manolete, si no sabes, pa qué te metes” -véase la liada del Presidente de esta España con cada vez menos luces-, ha tenido lugar en nuestra Asturias, Paraíso Natural, uno de los alumbramientos más famosos, desde que SS.MM. de Oriente, ofreciesen oro, incienso y mirra (algunos asturianistas, afirman que sidra) al Hijo de Dios.

Con décadas de retraso, finalmente un insigne aparato locomotor, de nombre AVE, ha desvirgado nuestra casta Cordillera Cantábrica, permitiendo de este modo, que las distancias con la capital del Reino de España (ya veremos por cuánto tiempo), se reduzcan a una velocidad que ya hubiera querido para sí el Halcon Milenario (ave rapaz quien lo pilotaba).

Con esta penetración (con sentido por la necesidad, pero sin sentido por la demora), que algunos auguraban para después de la finalización de la Sagrada Familia, dicen algunos que se subieron al único sillón que probablemente podrán aspirar, políticamente hablando, que nada será lo mismo.

Y es que como en el amor, cuando de utilizar el seso para discernir lo justo de lo que no lo es, se pasa al sexo prematuro o en exceso tardío, existe algo que se rompe y jamás volverá. Y para Asturias, todo este tiempo perdido, como Comunidad no ya de segunda, sino de tercera, nunca volverá.

Querer hacer del mayor de los fracasos un éxito, cacareándolo a los cuatro vientos, es propio del galán fanfarrón que como en el juego del parchís, come una (con suerte) y cuenta veinte. Como siempre será el tiempo el que coloque a cada cual en su lugar. Y no tardaremos en ver en función de precios, por ejemplo, por qué método de trasporte se inclinará el humilde usuario que haya de atravesar la Meseta.

Lo que de momento sabemos a ciencia cierta, es que después de años y paños, tenemos un tren que ni siquiera llega a las principales urbes de nuestra Comunidad Autónoma y que de aquellas velocidades, rozando la velocidad del sonido, nos hemos quedado un poco por debajo de lo esperado. A ver si a este caldo de AVE le han querido dar sabor con una pastillita de Avecrem.

Llegan tiempos de reencuentros, y será una buena prueba de fuego, para ver el rendimiento que se le puede sacar a esta obra faraónica. A la espera de conocer resultados, convendría no olvidarse de otros corredores de comunicación y de otras infraestructuras que tanto esta ciudad, como nuestra región sigue necesitando a gritos, que ni la Lloca del Rinconín, clamando por su amor allende de los mares.