El pasado 27 de marzo se cumplieron 45 años de la boda de Eric Clapton y Pattie Boyd. Para conocer esta curiosa historia quizá debemos retrotraernos a marzo del año 1964, cuando una joven modelo y aficionada a la fotografía, de nombre Patricia Anne Boyd, fue seleccionada para participar en el rodaje de la película A Hard Day’s Night del grupo del momento -The Beatles-, y allí conoció a George Harrison; el guitarrista se quedó prendado de la joven y no tardó en convencerla para empezar un romance que culminaría en boda a principios de 1966.

Este amor y los buenos tiempos de la pareja le sirvieron de inspiración a George Harrison para escribir y componer unas cuantas canciones, entre las que –sin duda- podríamos destacar I need you, Here comes the sun o la magnífica Something, canción que el propio Frank Sinatra versionaba al considerarla “la mejor canción de amor jamás escrita”:

George empezó a componer esta última canción mientras los Beatles grababan el White Album en 1968, cuando la carrera del grupo ya había dado un cambio y empezaba a presentar signos de agotamiento, desnortados tras la muerte de su manager Brian Epstein y entregados a aventuras personales y a la influencia hindú que ejercía sobre ellos el religioso Maharishi Mahesh Yogi: una influencia que había empezado un año antes (1967), que había atraído particularmente a George y que –lejos de la ansiada relajación espiritual, meditación trascendental o transcendencia mística- se dice que, además de acercarles a la psicodelia y nuevas influencias orientales, les abrió a aquellos jóvenes un nuevo universo de drogas y promiscuidad sexual que les cambió por completo.

George invitó a la grabación de ese White Album a su íntimo amigo Eric Clapton para participar magistralmente en su tema While My Guitar Gently Weeps, una decisión que fue recibida con suspicacias y cierto malestar por el resto de Beatles al no haber sido consultados. Como anticipábamos más arriba, en aquella época Harrison estaba más centrado en la música, en sus amigos, en la espiritualidad religiosa y en algunas sustancias que en los Beatles y en su otrora adorada mujer… objeto de deseo para muchos otros hombres entre los que se incluso encontraban sus propios amigos.

George Harrison y Eric Clapton se habían comprado sendas casas en la misma zona (Surrey, al sur de Londres) para pasar tiempo juntos divirtiéndose y tocando la guitarra, pero mientras el primero daba rienda suelta a su promiscuidad y descuidando a su esposa Pattie Boyd, su amigo se iba enamorando poco a poco y locamente de la chica… ¡de la mujer de su amigo!: Eric Clapton, absolutamente enamorado y obsesionado con Pattie, llegó a escribirle cartas de amor aunque sin mucho éxito puesto que ella, a pesar de la poca atención que le prestaba Harrison, aún estaba enamorada de su marido; Clapton, cerca ya de la desesperación, compuso una canción que expresaba sus sentimientos y que sería fundamental en su carrera y en la historia de la música rock: LAYLA.

A pesar de los denodados intentos del pretendiente, ella persistió en la negativa y eso sumió en un pozo de frustración a Eric Clapton: al alcoholismo se unieron las adicciones a la heroína y a la cocaína y un océano de por medio para intentar evadirse y olvidar su obsesión.

Se comenta que la tormenta en el matrimonio Harrison-Boyd entra en su declive final a partir de 1970, con el músico entregado plenamente a las aventuras espirituales y a varias relaciones amorosas, a las que la modelo respondería también con alguna que otra infidelidad… hasta que todo terminó con la separación de la pareja en 1974.

Por esa época Eric Clapton seguía en Estados Unidos intentando pasar página y, aunque gracias a la ayuda de algunos amigos había conseguido salir de la heroína, aún seguía siendo un alcohólico. Su mánager -Roger Forrester-, convencido de que la presencia de Pattie podría ayudar a Eric a dejar el alcohol, logró que ésta se uniera al grupo en la gira americana… pero Eric ya no era el mismo.

La pareja empezó en ese momento una relación que culminó en boda en la primavera de 1979: a la ceremonia en marzo le siguió en mayo un festejo por todo lo alto al que asistieron varias estrellas del mundo de la música entre las que -sin duda- destacaban Paul McCartney, Ringo Star y el gran amigo del novio… George Harrison (desconozco el motivo por el que John Lennon no estaba invitado). A partir de ahí Pattie Boyd también se convirtió en fuente de inspiración para Clapton, y a Layla se unieron otras grandes canciones dedicadas a su mujer, como Bell bottom blues, She’s waiting, Old love… o la maravillosa Wonderful Tonight:

Pero los buenos momentos de la pareja pronto quedaron ensombrecidos por las adicciones del músico, que desencadenaron trastornos en su comportamiento, malos tratos y una relación absolutamente tóxica y tormentosa que acabo con una Pattie también dependiente del alcohol. El matrimonio se separó en 1987 y se divorciaron en 1989. Años más tarde la protagonista reconocería que cuando se separó de Eric Clapton sufrió una severa crisis de identidad después de dos relaciones que la habían anulado por completo: había sido la mujer del gran George Harrison y del gran Eric Clapton y eso había borrado a Pattie Boyd.

Sólo la ayuda profesional pudo hacer que volviera a reconocerse a sí misma, que recuperara su afición por la fotografía y que pudiera salir de la grave depresión en la que las experiencias al lado de dos monstruos de la música la habían sumido. 

Siempre opino que las relaciones laborales tienen cierto paralelismo con las relaciones personales, y en este caso podríamos verlo desde varias perspectivas.

  • Por una parte (George Harrison), a veces nos enamoramos de un talento al que incorporamos a nuestro lado porque pensamos que será nuestro complemento ideal, pero, una vez conquistado y conseguido ese tesoro, poco a poco los acontecimientos se encargan de demostrar que valoraremos nuevas experiencias hasta el extremo de ser infiel a nuestro objeto de deseo con otros “talentos” más superficiales.
  • En segundo lugar (Eric Clapton), a veces nos enamoramos de algún talento ajeno y ya comprometido -aunque parezca inalcanzable o incluso tenga relación con nuestro mejor amigo- de una manera tan irracional que nos hace perder el norte y la cabeza, y entrar en una deriva autodestructiva. Por último (Pattie Boyd), a veces somos capaces de sucumbir a cortejos y comprometernos con compañeros de viaje para los que supuestamente seremos su piedra angular, su fuente de inspiración… pero que no sólo no nos devolverán un reconocimiento a nuestra fidelidad y compromiso, sino que recibiremos como recompensa una relación tóxica y una anulación de nuestro verdadero potencial.