Porque no cabe duda de que Donald Trump tuvo mucha suerte. Girar la cabeza en el preciso momento en el que Thomas Matthew Crooks disparaba su AR-15 es de estas cosas que pasan porque sí, no hay necesidad de buscar una explicación mística.

Fue una pena que el tirador errara. Una pena para algunos, claro, no para nosotros. En España llevamos años escuchando todo tipo de insultos, a cada cual más severo, contra el ex presidente norteamericano. Del manual del buen progre y del comprometido radical de izquierdas, todos los errejones, urtasun, monteros y compañía llevan años odiando lo que sea republicano y usándolo para insultar al PP o Vox.

Estamos hartos de escuchar a la opinión sincronizada que Ayuso es trumpista porque es una neoliberal económica, conservadora en lo moral, cristiana radical en lo religioso (como si alguna estas características fueran negativas), que todas las políticas que no gustan a la progresía son discursos del odio, que los que combaten sus ideas son de extrema derecha, que Ayuso imita cada vez más a Abascal y Trump, ése que llevó a cientos de personas a asaltar el Capitolio.

Es el odio constante, la definición de todo lo discrepante como extrema derecha. Trump lucha contra ese globalismo naif de la izquierda radical defendiendo la soberanía y fortaleza de las naciones que además conecta con el control de la inmigración irregular; reniega de la cultura woke y apoya a la familia tradicional, aborrece el discurso de género, lucha contra el antisemitismo y combate el blanqueamiento de doctrinas tan peligrosas como el comunismo. Todo lo contrario de lo que defienden Podemos, Sumar y los satélites de la nesciente Yolanda Díaz que salvo quejarse y decir que hay que cambiar las cosas, poco aportan. 

Ese discurso se da en todos los lugares, también en EEUU. Trump lleva años sometido a una crítica feroz antes, durante y después de su presidencia, en tribunales por cuestiones sobre todo personales  con anuncios de acusaciones de decenas de delitos como si fuera un Al Capone del siglo XXI. Día tras día escuchando que es el diablo, que acabará con EEUU, que nuestra forma de vida desaparecerá, que todo irá peor, menos libertad, menos crecimiento, menos bienestar.

Y en un país tan grande tenía que acabar habiendo alguien que se creyera paladín de la democracia y decidiera tomar cartas en el asunto. Acceso a potentes armas, un escenario propicio, una vigilancia demasiado confiada y un atentado exitoso contra Donald Trump.

En medios españoles se ha dicho en varias ocasiones “atentado fallido” cuando no fue así. El atentado se produjo, otra cuestión es el resultado final (un muerto y varios heridos). El sesgo de la noticia es claro con la evidente intención de restar importancia al gravísimo hecho.

Muchos de los de la izquierda radical además no condenaron el atentado, como mucho publicaron frases vacías sobre defender la democracia y esas cosas o retuitearon a otros (¡ay la cobardía!)  que entre líneas vienen a insinuar que él, Trump, es quien ha alimentado el odio, que incluso Crooks era un potencial votante republicano y que de alguna manera se lo tiene merecido.

Que la gente de la nueva derecha son retrasados mentales, que “Uyyyyyy” al ver que Trump no moría o al ahora en segundo plano Pablo Iglesias en un editorial que sí, que condena, pero que no, que Trump se lo ha buscado. Los mensajes moderados de los líderes, las huestes que los siguen con más libertad hasta llegar a decir que fue simulado para que Trump mejore los resultados electorales.

El 15M vino para cambiar la política de arriba abajo, para hacerla mejor, cercana, transparente, dejando atrás años de olor a naftalina y de corrupción. 

Juzguen ustedes mismos.

PS: la fantástica foto que acompaña a este texto es del periodista de The Associated Press, Evan Vucci