Se le atribuye a Napoleón la célebre frase “Si quieres que algo sea hecho, nombra un responsable. Si quieres que algo se demore eternamente, nombra una comisión”.
No queremos equiparar al estadista francés con nuestro Adrián Barbón porque las comparaciones son odiosas pero viene al caso traer al militar por la ilusionante iniciativa con la que el presidente asturiano está animando las páginas salmón de la prensa regional.
Tanto La Nueva España como El Comercio o la RTPA (Radio Televisión Privada de
Adrián) recogen estos días la creación de la Oficina Económica de Presidencia, un proyecto personal de Adrián Barbon para dar un perfil más económico y de gestión al Gobierno.
En las crónicas se pueden leer las bondades de la nueva entidad así que poco más podremos aportar salvo anotar algunas cuestiones que pueden ser de interés. Es cierto que el sector empresarial asturiano (Fade y Cámaras) ha apoyado la creación de la Oficina, cómo no, pero se advierten matices que son más próximos a la cortesía institucional que a la realidad política de Asturias.
El más claro es el de Fade: “[…] existen suficientes organismos para atender las necesidades de las empresas de manera adecuada”. El antiguo IDEPA hizo un excelente trabajo durante años y transformó su nombre y funciones para conformar la actual agencia Sekuens que buenos frutos está dando. La Consejería de Ciencia, dentro de la promoción y ayuda a las empresas, tiene claro su papel y por tanto poco o nada puede aportar la Oficina de Barbón.
Asturias no necesita más asesores económicos en presidencia o nuevos organismos para buscar empresas. Como sucede en los modos de gestión socialista, ante un problema se crea un organismo que lo resuelva pero sin hacer lo más importante que es analizar y corregir lo que está fallando, la génesis del problema.
El Principado puede abrir las oficinas que quiera en un esfuerzo inútil porque, además de Sekuens, tanto Fade como las Cámaras de Comercio o entidades como Compromiso Asturias XXI disponen de mecanismos de formación, promoción y apoyo al tejido empresarial con los que llevar al osado emprendedor desde la idea hasta el inicio de la actividad, a crecer al que le va bien, a escuchar al que lo pasa mal y a encontrar la mejor solución para la empresa y el empresario.
Y aunque Adrián Barbón se centrase en la búsqueda de nuevas inversiones, choca con los numerosos problemas estructurales de Asturias que desalientan cualquier iniciativa. El primero, sin duda, su socio de Gobierno, Izquierda Unida, un lastre para todo lo que tenga que ver con el progreso empresarial.
Si quieres crear un entorno favorable para el establecimiento de las empresas no puedes ir de la mano de dirigentes como Ovidio Zapico que han puesto trabas a iniciativas fundamentales como los parques de baterías o eólicos o el más que notorio problema con Costco, compañía norteamericana que invertiría 30 millones de euros y crearía 200 puestos de trabajo en Siero, con el que va a demorar sine die la reforma de las directrices regionales de comercio más allá de lo tolerable para acabar consiguiendo, seguramente, que se acaben cansando y se lleven la inversión a otra comunidad.
Pero es que además entre las opciones sindicales, tradicionalmente cercanas a la izquierda, hay discrepancias sobre este proyecto, con UGT apoyando a Costco y CCOO demonizando a la empresa.
Si a ello sumamos la maraña de impuestos, tasas y gravámenes que soportamos, la agonía de los procesos de tramitación urbanística y medioambiental, los tiempos para que consejerías como ese popurrí sin sentido que es Territorio, Urbanismo, Vivienda y Derechos Ciudadanos metan en un cajón iniciativas industriales de impacto… Un pequeño análisis echaría hasta al más osado emprendedor lejos del Negrón.
No hace falta una Oficina Económica del Presidente. Hace falta una buena política educativa con una FP dinámica que cubra las próximas necesidades de las empresas. Necesitamos agilidad en los procesos burocráticos cuando nuestras actividades tienen afecciones ambientales o urbanísticas de relevancia. Necesitamos transparencia en las decisiones, lejos de la arbitrariedad de la que tanto gustan ciertos políticos llegados a la cosa pública en muchos casos de rebote y no por su capacidad conocida.
Si bien es cierto que hemos mejorado en comunicaciones y que la tecnología nos acerca a todo el mundo, necesitamos economía en los desplazamientos, velocidad para llegar a todos los sitios en el menor tiempo posible, traer y almacenar materias primas sin dificultad, procesar con diligencia y entregar con rapidez. Necesitamos empatizar con el que emprende y no enfrentarle con esos burócratas de la administración a la búsqueda de la norma que impida tal o cual desarrollo, que los proyectos no duerman el sueño de los justos.
Cuando el Gobierno de turno y la Administración bajo su mando entienda que comprometiéndose con todo lo anterior, y con seguro muchas cosas más que se nos pasan, la iniciativa privada se abrirá paso a toda velocidad y prosperaremos como nunca, cuando entiendan eso será entonces el momento de, tal vez, plantearse una Oficina Económica del Presidente. Hasta entonces, más trabajo, menos discursos y el deseo de que el protagonista de esta historia cumpla lo que dice: «Mi estilo como presidente me diferencia de otros presidentes autonómicos: menos exhibicionismo y más resultados».
Que así sea.
Los hechos son los hechos, independientemente de los sentimientos, deseos, esperanzas o miedos de los hombres.