Por fin ha pasado el “hype” que dicen los modernos de la llegada de Adriana Lastra. En estos tiempos de tuits, acciones y reacciones, la nueva delegada hizo lo que le han encomendado: entrar como elefante en cacharrería, marcando los temas, metiéndonos a todos en su marco de referencia y llevando la voz cantante, esperando reacciones de Vox, la Iglesia… Vino de agitadora y de agitadora hace. Vox, a través de Javier Jové, le soltó un buen sopapo tras escuchar que se negaría a hablar con la formación política.
Monseñor Sanz Montes hizo lo propio tras la intención de Lastra de dirigir su homilía en Covadonga del 8 de septiembre, Día de Asturias. En ambos casos, entre otros calificativos, definió al partido y mensaje del arzobispo como “ultraderechistas”, en línea con la simpleza argumental que los socialistas y comunistas vienen utilizando en los últimos años.
Quizá Adriana Lastra debería de haber echado un vistazo a la Wikipedia (no pedimos más), y comprobar que un delegado representa al Gobierno central, dirige la Administración del Estado en ese territorio y la coordina con la propia del territorio en el que ha sido nombrado.
Sí, es un cargo gris, aburrido y en ocasiones difícil porque, sobre todo si ambos gobiernos son de distinto signo político, los constantes conflictos obligan a encajar golpes, asimilarlos y trasladarlos de la manera más suave posible hacía el otro lado. Y jamás, jamás, recibes un parabién.
Pedir esto a Adriana Lastra es inútil porque ha sido nombrada para todo lo contrario. En sus primeros días ya se ha puesto en contra de la Iglesia y de los más de 50.000 votantes de Vox, en la línea de Pedro Sánchez y su muro frente a derecha, ultraderecha y ultraultraderecha.
Como además goza de buena relación con los líderes de ambos Gobiernos se aventura complicado prever cualquier tipo de defensa de los intereses de Asturias en Madrid. Es una comisaria política y tendremos que acostumbrarnos a que se dedique única y exclusivamente a vender la tarea del Gobierno central en Asturias.
Nada más. Ni una crítica a Barbón, ni una protesta a Madrid… Nada. Recibirá a las autoridades centrales con habilidosa genuflexión, les acompañará en sus excursiones cuales caudillos divinos, se hará fotos para su galería particular -mirad en Instagram cómo me relaciono con los ministros-, qué estupendo es todo… y de las necesidades de Asturias, nada.
Cualquier ataque que el PP asturiano o Vox dirijan al Gobierno Central de Sánchez en infraestructuras, presupuestos, transferencias económicas, etc., será inmediatamente rebatido por Lastra con términos tales como “ultraderechistas”, “desleales”, “machistas” y todas esas cosas del argumentario sincronizado que manejan desde hace unos años.
Y todo esto tras haber fulminado a Delia Losa tras 6 años en la Delegación y que, no cabe duda, hará honor al refranero: “otro vendrá que bueno me hará”. Losa, a la que no parece haberle hecho mucha gracia tener que dejar el cargo, no tenía un marcado perfil político de acuerdo a la actual situación nacional.
Si bien fue conciliadora en asuntos con las autoridades más directamente bajo su coordinación, sufrió un gran desgaste con el AVE y últimamente con la autopista Y con mensajes que quizá no fueron trasladados de manera adecuada a la opinión.
De todas formas, el PSOE no suele ser desagradecido con sus ex altos cargos y quién sabe si veremos a Delia Losa de candidata del PSOE a la Alcaldía de Oviedo dentro de unos años.
Lo de Adriana Lastra es lo que es: una agitadora para tiempos convulsos con la única misión de enrarecer el ambiente y que Adrián Barbón no se queme y llegue inmaculado a las próximas autonómicas porque, no lo olvidemos, las de 2023 casi las pierde y ante eso hay que hacer lo que sea por seguir.
En Pedro Sánchez tienen buen ejemplo.
Los hechos son los hechos, independientemente de los sentimientos, deseos, esperanzas o miedos de los hombres.