Si sumas todas las comidas y cenas, seguro que hay más de todas ellas que número de empresas (JML)

Suelen ser el momento ideal para las loas, alabanzas y parabienes de los abrazafarolas, pelotas y especímenes de toda índole que aprovechan para idolatrar sin control y enaltecer el desparrame onírico de su memolo superior.

Igualmente, la oportunidad ad hoc para que, durante el ágape o tras el mismo -y copas por el medio-, alguno se vaya de la lengua arrepintiéndose al día siguiente cuando ese instante inenarrable le sea recordado por terceros (es fácil que el ínclito no se acuerde de su desperfecto verbal).

También, suele ser la coyuntura adecuada para que algunos y cada vez más, cansados de tanta hipocresía, hastiados de compañeros -aparentes trabajadores sin igual-, aprovechen por despecho para comer o cenar con otros comensales más adecuados para sus estados de ánimo.

Y ya para terminar, un tema chocante y como colmo de la tacañería…cada vez hay más cenas de empresa donde las mismas son pagadas por los propios empleados.

Al paso que vamos, con la inflación, la racanería o quién sabe qué, en poco tiempo la siguiente versión será una cena de empresa DE TRAJE: yo “traje” esto, yo “traje” lo otro…