En 1905 se publicaba la obra de Miguel de Unamuno “Vida de Don Quijote y Sancho”, una interpretación muy personal del Quijote por parte del autor que es un fiel reflejo de su personalidad, de su espíritu crítico y de su carácter libre.


En uno de los párrafos de este libro encontramos el siguiente fragmento: “…para que el bueno del bachiller de Salamanca aprendiese aquello de Quod natura non dat, Salmantica non præstat, vieja verdad a pesar de aquel arrogante lema del escudo de la vieja Escuela que dice: Omnium scientiarum princeps Salmantica docet”: aseveración chocante y esclarecedora si tenemos en cuenta que el autor fue catedrático y rector de la Universidad de Salamanca.


Hace unos días, en un acto organizado por nuestro gobierno, la cantante Jimena Amarillo hizo una interpretación de la canción “Libertad sin ira”, no sin unos problemas iniciales con el “Auto-Tune”:



Como sabrán, el “Auto-Tune” es un efecto que, mediante un software o un procesador, permite disimular las salidas de tono de los cantantes, aunque también puede emplearse para dar un efecto enlatado a las voces.


La interpretación de esta chica me recordó a mis años jóvenes, cuando participaba en un grupo y en los ensayos el bajista solía preguntar: “¿qué tema vamos a perpetrar hoy?” Ángel Corpa, el autor de la canción y fundador del grupo Jarcha, no ha tenido reparos en mostrar su perplejidad y disgusto por esa interpretación que, según sus propias palabras publicadas en el periódico El Español, “desvirtúa un tema que forma parte de la memoria colectiva de los españoles”.


Precisamente a los cantantes originales de este tema -el grupo Jarcha- les concedieron en febrero del pasado año la Medalla Manuel Clavero Arévalo en la Comunidad Autónoma de Andalucía, como reconocimiento a su trayectoria en defensa del interés general de Andalucía, argumentando que la música y las letras de Jarcha son un referente de la época de la transición española, y esta fue su interpretación en aquel acto:


Si tenemos en cuenta que la música es un arte, y que el arte en cualquiera de sus formas tiene que transmitir, emocionar… permítanme reconocer que entre las dos interpretaciones que he compartido del mismo tema me quedo -sin duda- con la segunda. El Auto-Tune es una herramienta similar a la gaseosa que se le añade al vino peleón para hacerlo más digerible, aunque a veces hay “vinos” (por llamarlos de alguna manera) que son capaces de hacer indigesta a la gaseosa de mejor calidad.


No se trata de jóvenes o viejos, de juzgar con criterios más antiguos o más modernos, se trata de transmitir emociones con la interpretación, de entender la intención del autor, el contexto y lo que éste quería transmitir con su composición.


El inventor del Auto-Tune es el Dr. Andy Hildebrand, quién empezó a darle vueltas al asunto después de que –según dicen- la esposa de uno de sus amigos bromeara en una fiesta pidiéndole que inventara un aparato que hiciera que su marido no desafinara; lo que parecía una idea descabellada no cayó en saco roto y, después de meses de desarrollo, en 1997 fue lanzado el mencionado Auto-Tune, un programa que permitía corregir en tiempo real pequeñas desviaciones en el tono de un audio, y que fue concebido inicialmente para facilitar la labor a los técnicos de sonido en los estudios de grabación, liberándoles del tedioso trabajo de grabar distintas tomas antes de conseguir la interpretación definitiva para mezclar… desde entonces el Auto-Tune ha supuesto un enorme ahorro para los estudios de grabación de tomas, de tiempo y de dinero.


Antes de llegar a crear el Auto-Tune el Dr. Andy Hildebrand había estudiado ciencias y trabajado en el Centro de Ingeniería Naval de los EEUU, colaborando en el desarrollo de un sistema de navegación precursor del actual GPS; siguió estudiando matemáticas y en 1976 se doctoró por la Universidad de Illinois, para pasar a trabajar en Texas en la industria petrolífera, desarrollando para la empresa EXXON programas de prospección geofísica. La inquietud por el aprendizaje y hacer cosas distintas llevaron a nuestro Andy a iniciar en 1989 estudios de composición musical, campo en el que su experiencia hizo posible mezclar el análisis de datos con la composición con sintetizadores para terminar desarrollando -como hemos visto- el Auto-Tune.


Pero -en mi opinión- la parte fea de la historia aparece cuando esta maravillosa herramienta empieza a ser utilizada con fines para los que no fue diseñada. Si al principio los estudios de grabación y los propios músicos evitaban reconocer el uso del Auto-Tune (cuando exclusivamente lo hacían para ahorrar tiempo y costes), por temor a que alguien pudiera pensar que las interpretaciones estaban «dopadas» por una maquinita o no eran puras, con el paso de los años el uso se convirtió en un abuso, empleándolo primero para variar los tonos en el estudio de grabación deliberadamente y obtener voces con efectos enlatados (la primera fue Cher con su canción «Believe») y más tarde para estandarizar su uso por parte de «artistas»
cuya calidad pudiera verse comprometida o quedar en evidencia en actuaciones en directo.


No podemos evitar que las herramientas y los avances tecnológicos sean empleados para otros fines distintos a los objetivos para los que fueron diseñados, pero algo falla en nuestra sociedad cuando con el nuevo siglo hemos pasado de casi avergonzarnos por usar una herramienta creada para facilitar el trabajo (ojo, no para suplantarlo) a admitir que el producto que nos ofrecen se use para embaucar, hacer trampas o presentar un trabajo deshonesto: voces que no entonan, músicos que no tocan… hace poco escuché que las nuevas generaciones incorporadas al mercado laboral son las que estudiaron con la «inestimable»
ayuda de «El Rincón del Vago» y antes de que nos demos cuenta los próximos licenciados serán los expertos en herramientas como ChatGPT u otras herramientas de Inteligencia Artificial.


Cualquier desarrollo tecnológico debería verse como algo beneficioso, pero, ¿dónde queda la ética para admitir su uso fraudulento con la intención de suplantar conocimientos o habilidades?, ¿hasta dónde llegaremos?


Mi opinión es que si echamos gaseosa a todos los vinos corremos el riesgo de dejar de apreciar la excelencia de los mejores caldos y acabar equiparándolos a cualquier ponzoña mezclada con sifón. Una sociedad (o una empresa) que ampara la picaresca, y juzga y reconoce de igual manera al sacrificado y al talentoso que al suplantador o al usurpador tiene un recorrido muy limitado, como recuerdan las palabras de don Miguel de Unamuno: Quod natura non dat, Salmantica non præstat Cada vez que asisto a una interpretación mediocre financiada con algún criterio sospechoso (sobre todo si está aderezada con Auto-Tune) me duele, y pienso en todos los músicos que tienen talento, que invierten su vida en ensayar, en practicar, en dedicar su tiempo a trabajar para mejorar sus interpretaciones y sólo tienen la recompensa de tocar en la calle o en locales modestos que apenas les rentan para vivir dignamente.


Por último, y con los debidos permisos, les dejo una grabación de mis amigos Diego y Laura, a quienes la naturaleza sí ha dotado de recursos sobresalientes, que permite apreciar sin filtros el talento honesto y el gusto por la interpretación.