
Se advierte entre los ciudadanos un descontento generalizado en la valoración de la clase política.
Podría decirse que existe una cierta desconfianza entre el ciudadano y la clase política. Quizá en parte sea debido a lo que dice Ortega y Gasset acerca de que “nada le gusta más al español que poder designar con nombre y apellidos al autor presunto de sus males”.
La ciencia política enseña que una verdadera democracia debe incluir un sistema interno de frenos y contrapesos que facilite el equilibrio general del modelo y establezca límites racionales al poder.
No en vano advertía con agudeza Montesquieu que “no hay poder que no incite al abuso, a la extralimitación….”.
A partir de aquí creo que habrá que organizar la participación de políticos y ciudadanos en la definición de los problemas y la adopción de las adecuadas soluciones.
Durante las últimas décadas, la sociedad española ha mantenido una actitud de delegar la gestión de los asuntos públicos, con carácter de monopolio, en la clase política y en los partidos como instrumento de dicha clase para el acceso y mantenimiento del poder. Ello se ha traducido, como primera premisa, en que la democracia en los últimos años ha consistido exclusivamente en depositar un voto cada cuatro años y desentenderse de hecho, de la gestión ordinaria de los asuntos que a todos nos afectan.
Esta actitud de la sociedad española ha propiciado la aparición en escena de una clase política profesionalizada, cerrada sobre sí misma, mantenida con criterios endogámicos que poco a poco, pero de manera cada día más evidente, se ha distanciado de la propia sociedad de la que recibe teóricamente su poder.
La clase política en su conjunto, se ha convertido en una casta en sentido estricto cuyo objetivo es alcanzar y mantenerse en el poder con independencia, en caso notorios, de las demandas reales de la sociedad española.
Aparece así un conjunto de personas que solo saben vivir en la política y que cierran el acceso a la misma a personas independientes de la sociedad civil.
Los partidos políticos se financian de manera sustancial con cargo a los presupuestos del Estado. Ello permite crear y potenciar esa clase política profesionalizada que vive de la política en puestos de la administración o en los propios del partido en cuestión.
La sociedad civil considera imprescindible, una renovación del modo de gobierno y administración de los asuntos públicos, que requiere en el actual estado de circunstancias personas nuevas, con talento, rigor, visión estratégica y sentido de Estado, capaces profesionalmente y con méritos contrastados y experiencia, que no tengan más ambición que la de servir con abnegación y generosidad a España y a los españoles.
España necesita un proyecto económico y social de nación que, con gran impacto europeo, sea capaz de movilizar al conjunto de la ciudadanía en torno a una iniciativa común que sea motivadora, estimulante y creadora de prosperidad, al tiempo que potencie nuestra riqueza natural y cultural.
En una democracia representativa los ciudadanos tenemos una enorme responsabilidad en el funcionamiento de la democracia, no podemos confiarnos a populismos o a salvadores de la patria, a mensajes fáciles y cortoplacistas, pues la magia no existe.

Empresario y político por servicio a la sociedad. Diplomado en Derecho Tributario y Asesoría Fiscal. Diplomado en Asesoría Laboral y Seguridad Social.
Mi propósito es difundir y dar a conocer ideas, defendiendo sin complejos un extenso ideario cuyos ejes son el valorar la familia como ámbito transmisor de vida y núcleo educador por excelencia, respetando y promoviendo su labor social y humana y su derecho natural. La familia es el elemento fundamental de nuestra sociedad y la impulsora del bien individual y común.