Asturias Liberal > Aportaciones > La indefensión ante el silencio del «iteuvero» (ITV)

Hace unos días llevé el coche a la ITV. Previo a ese gran encuentro anual (cual hemorragia de satisfacción, como ir al dentista), me surgió la duda de rigor: ¿lo llevo yo mismo?, ¿voy primero a un taller (si al final no pasa, me acuerdo de su madre) o le digo que me lo lleve él (seguro que me clava un buen dinero)?

Muestro la documentación (¿me faltará algo?) y pago el canon correspondiente. —Sitúese en los portones 1 o 2 —me indican.

Documentación a mano, móvil en silencio y radio apagada (no vaya a ser que el “iteuvero” se mosquee).

El ritual de la prueba

Aparece el ínclito. Intento crear un ambiente distendido, rozando la camaradería, pero… rostro hermético y actitud de inspector de Hacienda (oye, yo no te he hecho nada).

Pongo las ruedas entre dos cilindros (¡Por favor, mira para mí y no para los papeles!). Ya verás, a que los paso de largo, quedo atravesado o, incluso, caigo en el foso). Piso el freno todo lo que puedo y me da la sensación de que voy a hacer un agujero en los bajos del coche.

En la pantalla veo dos gráficos que indican derecho e izquierdo (creo que no salen exactamente iguales). El iteuvero apunta en su PDA (¿será algo bueno o todo anomalías?).

Me pide poner la luz larga (¿dónde narices se acciona, si suelo hacerlo de forma mecánica?) y le doy al limpiaparabrisas. Luz antiniebla (¿dónde está?). Intermitente derecho, izquierdo, marcha atrás, freno de mano (esto creo que lo he clavado).

Mira que los cinturones de seguridad actúen correctamente (los de atrás hace meses que no sube nadie y se trastabillarán).

Le pregunto —rebajando tensión— cómo lo va viendo, y prudente me dice:

—Todo bien. (Seguro que es mentira).

La espera y la angustia

Sitúo el coche encima de unas losas y este empieza a moverse cual tiovivo moderno (no sé lo que pasará antes, si que el coche se descoyunte o que yo eche el desayuno).

Baja al foso y recibiré instrucciones a través de un altavoz a mi izquierda (silencio absoluto, pues si respiro igual no le oigo y se me mosquea, ¿tendré algo raro en los bajos?).

Finalmente, me dice que acelere y deje las revoluciones en 2.000 (a ver si me entra el tembleque en el pie y paso de 1.500 a 8.000 en 0,). Se va.

En esa espera cuasi infinita pienso en qué me puede deparar el destino: si pegatina del color que corresponda, si falta leve y volver a traerlo dentro de 15 días (¿por qué no lo habré llevado antes a un taller?), o si hay que dejar el coche para el desguace, pues ya está entrado en años.

Final incierto con pegatina

Una vez me dijeron que tenía problemas con el factor Landa, que era una sonda que hacía no sé qué y contaminaba no sé cuánto y, ¡albricias!, el taller al que lo llevé para corregir la anomalía sabía perfectamente de qué se estaba hablando.

A lo lejos diviso al tipo y creo vislumbrar una tenue sonrisa en la comisura de sus labios (¿será bueno?).

¡Regocijo sin igual!: pegatina y otro año de libertad.

De camino a casa pienso si para la próxima vez lo llevaré antes a un taller.¿Lo llevo o no lo llevo? 364 días para pensarlo.

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