
Cada vez más ciudadanos de este país, anteriormente llamado España, ahora eufemísticamente llamado por algunos «el Estado español«, estamos esperando que haya unas elecciones generales en las que ya matemáticamente no le den los números al putrefacto y corrupto Partido Socialista para reeditar el famoso gobierno «Frankenstein«: esa coalición donde cada partido minoritario ha visto la solución para colocar a sus afines y sacar sus tajadas, porque sumando los muchos pocos han juntado una mayoría suficiente para conservar el gobierno, gracias a las enormes tragaderas demostradas por el PSOE y su gran capacidad para bajarse los pantalones ante el partido más pequeño.
La corrupción y degradación es tan notoria que ya ni siquiera los medios de comunicación afines son capaces de ocultarlo a la vista ni de parar el clamor popular, hartos y agotados de soportar un escándalo tras otro: de obscenas fiestas privadas pagadas con dinero público, empleos públicos para personas que no trabajan y ni siquiera saben dónde está su centro de trabajo, corruptelas desde las instituciones, nepotismo de la más baja estofa, uso torticero, sectario y aprovechado de las instituciones, aforamientos vergonzosos para huir de la acción de la justicia, rescates de empresas que no lo merecen por intereses políticos o por comisiones, tratos poco claros con dirigentes extranjeros…
…y tantas otras cosas que ya el propio agotamiento de encadenar una burrada tras otra hace que olvides las anteriores, porque cada una es más gorda que la anterior.
Si ello llegara a suceder, si la matemática parlamentaria por fin diera la mayoría suficiente para gobernar a los que ahora están en la oposición, al supuesto bloque de «la derecha«… ¿entonces qué?
-¿Qué van a hacer?
-¿Serán capaces de diseñar un proyecto con una sola voz, sin contradicciones?
-¿O van a dedicarse a morderse los tobillos entre ellos por una miserable cuota de poder?
-¿Van decididamente a revertir las políticas que nos están llevando a la despoblación y a la pobreza?
-¿A, por ejemplo, desmontar el Ministerio de Igualdad, que ha trabajado claramente en generar lo contrario y ha sido un nido de chiringuitos y paguitas a correligionarios/as/es?
-¿Van a derogar toda la legislación absurda del ideario woke y acabar con la “guerra de los sexos”, de la Agenda 2030 que ha demostrado ser una fuente de miseria, promoviendo el suicidio económico en aras de un supuesto ecologismo muy mal entendido?
Una batería de reformas posibles (y necesarias)
Hay que reforzar el sistema para evitar que pueda volver a ser posible un gobierno populista y mentiroso que trabaje en contra de su propio país, aun a pesar de restar poder al conjunto de los partidos políticos. Dejar atrás la partitocracia para volver a la democracia.
Hay que reforzar los contrapesos, separar clara y meridianamente los tres poderes, y que nunca vuelva a tener el Ejecutivo el poder para manosear al Judicial, que es, en última instancia, su mayor control.
Y que el cuarto poder, la prensa, vuelva a ser notario y censor de la acción del gobierno, en lugar de estar vergonzosamente vendido a uno u otro bando.
Les regalo una sarta desordenada de medidas que podrían ayudar. Y gratis, no hace falta que me contraten de asesor:
- -Prohibir por ley la publicidad institucional pagada a los medios de comunicación privados. Para eso el Estado tiene una radio y televisión públicas. Y que sobrevivan los que mejor lo hagan. Si hay prensa que vive exclusivamente de los contratos públicos, es mejor que desaparezca, porque no está cumpliendo su función, sino siendo portavoz de quien le alimenta. “Quien paga, manda”. Pues que los medios vivan de lo que la gente pague por verlos, y así quien manda es el público, y no los ayuntamientos, diputaciones, autonomías o ministerios.
- -Derogar la ley D’Hondt. Una única circunscripción para todo el país, «un hombre, un voto», y exigir un porcentaje mínimo de votos para poder entrar al Parlamento, evitando la llegada de «paracaidistas» y de partidos minúsculos sin planes para todo el país, sino solo para algunas partes de él.
- -Endurecimiento radical de las penas de cárcel para funcionarios y políticos corruptos, para que no traiga cuenta de ninguna manera el desvío de fondos, la malversación, la prevaricación…
- -Obligación de justificar cualquier cambio patrimonial de los cargos electos y comprobación inicial y final de mandato mediante inspecciones de Hacienda.
- -Limitación de mandatos, desprofesionalizar la política y que vuelva a ser un servicio temporal, remunerado con prestigio social y no con dinero.
- -Reforma electoral que facilite el acceso a los cargos legislativos y de gobierno a personas que no pertenezcan a ninguna lista partidista, que por su prestigio personal o profesional puedan ser elegidas nominalmente. Y que las listas de cada partido sean abiertas, para que los candidatos se deban a sus electores y no a los “superiores orgánicos” de la formación política.No tiene ningún sentido que alguien sea diputado electo por Asturias, por ejemplo, y que su lealtad sea para el líder partidista, y vote lo que le mande votar su partido, en lugar de atender las necesidades o demandas de sus electores.
- -Bajar los impuestos y aliviar el infierno fiscal al que se nos tiene sometidos. Pero no bajarlos sin más, a lo loco o de manera populista, sino para favorecer el crecimiento económico, la creación de empresas y la riqueza que generan; recortar gastos superfluos o duplicados del Estado; limitar y controlar las subvenciones.
- -Obligación por ley de tener Presupuestos Generales del Estado cada año. Y si no se aprueban, obligar a elecciones. Si un gobierno no consigue que se aprueben los recursos que respaldan su acción de gobierno, no tiene sentido que continúe. Hay que llevar la economía estatal al superávit después de tantísimos años de déficit y deuda.
Gobernar bien (no solo para ser reelegidos)
Éstas y otras muchas medidas más son posibles si se tiene la mayoría suficiente y el valor de legislar, aprobar y aplicar. Se trata de reformar lo que ha demostrado mal funcionamiento, descontrol, abusos de poder, costes innecesarios o duplicados, e inútil complejidad burocrática. Se trata de volver a defender los intereses de la mayoría, sin eliminar ninguno de los derechos ya conquistados.
La tarea es hercúlea y requiere que se supere el cortoplacismo proverbial de los partidos políticos, mirando más allá de las consultas de intención de voto de la semana.
Gobernar para mejorar en las encuestas no es gobernar para resolver problemas ni para generar riqueza.
Hacer encuestas cada 15 días solo sirve para que el que gobierna convoque elecciones cuando le conviene. Pero lo pagamos todos. Sería lo ideal establecer pactos de Estado con el apoyo mayoritario de todos los partidos en cuestiones críticas, para que el siguiente gobierno no lo desmonte todo.
Educación, demografía, agua, energía… tantas cosas que merecen continuidad y planificación estratégica. Hay que ser capaces de llegar a acuerdos duraderos que sigan una coherencia nacional. Un plan de país, unos objetivos comunes. No se debería gobernar para que nos reelijan, ejecutando medidas efectistas, propagandísticas y mentirosas, sino gobernar tan bien que los ciudadanos no quieran elegir a otros.
Hay que eliminar de todos los partidos a los políticos “nini” que ni trabajan, ni aportan, ni sirven, salvo para cobrar. Eso también es regenerar la democracia.
Y habría que implementar alguna forma de obligación de cumplir el programa electoral. Demasiadas veces hemos votado por un proyecto y, al contar los últimos votos, empieza otro distinto. Eso debería tener consecuencias.
Hay que volver a la sensatez, a la calma, a la honradez, a la efectividad, al trabajo duro y al crecimiento. Estamos hartos de polarización, de enfrentamientos, de la corrupción, del “tú más” o del “tú peor”. Un problema no se resuelve porque el otro lo haga peor. Hay que llegar a acuerdos, sumar, pensar en el futuro y definir un camino para llegar a él.
¿O tal vez se van a limitar a cambiar las personas que ostentan los cargos por miembros de sus partidos y afines, y dejar todo como está?
Porque si ese va a ser el caso, avisen, que me bajo. Si ese es el plan, yo me voy, sin mirar atrás. Toda esperanza estaría perdida. Si el plan es caer en el gatopardismo, entonces, no cuenten conmigo.
Gracias.

Padre de familia, contribuyente como ciudadano de Europa, España, Asturias y Avilés
No adscrito a ningún grupo político, pero crítico de todos ellos.
Me gusta mi país y creo que aún podría ser mejor.