
Durante décadas, la educación en Asturias ha sido víctima de una lenta pero implacable degradación. Desde los años 80, una cadena de reformas educativas, desde la LODE hasta la LOMLOE, impulsadas más por intereses políticos que por una visión pedagógica clara, ha ido socavando la calidad de la enseñanza pública en España y en la región.
En lugar de consolidar un modelo educativo sólido y estable, se ha sometido al profesorado y al alumnado a constantes vaivenes legislativos, metodológicos y curriculares. El resultado es un sistema fatigado, burocratizado y profundamente desconectado de las necesidades reales del aula.
El desastre del exceso de leyes educativas

El carrusel legislativo ha tenido un efecto devastador sobre la estabilidad del sistema educativo español.
Los docentes tuvimos que adaptarnos continuamente a nuevas normativas, evaluaciones, metodologías, currículos y terminología. En lugar de mejorar la enseñanza, las reformas han generado confusión, agotamiento y una profunda sensación de impotencia profesional.
Mientras tanto, los resultados académicos han empeorado y la brecha entre lo que se enseña y lo que la sociedad demanda se ha ampliado. Uno de los síntomas más evidentes del deterioro educativo en Asturias es la burocratización extrema del trabajo docente.
El tiempo que los profesores pueden dedicar a preparar clases, atender al alumnado o innovar en su práctica educativa ha sido devorado por una avalancha de tareas administrativas sin valor pedagógico.
Como profesional que fui de la enseñanza, puedo asegurar que hubo un punto de inflexión en el que el profesorado llegó a la situación absurda de mirar más para la pantalla de un ordenador que a los ojos de sus alumnos. La burocracia es la gran enemiga del aula: deshumaniza la relación profesor/alumno.
Todavía recuerdo los últimos años en la profesión, que los pasé rellenando infinitos documentos:
- -programaciones,
- -informes individualizados,
- -planes de refuerzo,
- -registros de evaluación por competencias, rúbricas,
- -actas digitales,
- -justificaciones,
- -memorias,
- -planes de convivencia,
- -protocolos de diversidad,
- -registros de tutoría,
- -planes de lectura,
- -planes digitales,
- -autoevaluaciones de centro,
- -encuestas de satisfacción
- -… y un largo etcétera.
Todo ello sin una mejora real del rendimiento académico ni de la atención a los alumnos.
Docentes degradados y mal retribuidos
Desde la primera reforma educativa, los docentes fuimos perdiendo el liderazgo pedagógico que teníamos.
Ahora ya no somos vistos como profesionales con criterio, sino como meros ejecutores de instrucciones administrativas, convertidos en secretarios de su propia impotencia.
Esto afecta no solo a su moral y salud mental, sino también a la calidad de la educación que pueden ofrecer. No hay tiempo para reflexionar, colaborar o formar comunidad educativa: hay que cumplir plazos, marcar casillas y seguir procedimientos.
A esta situación se suma un dato demoledor: Asturias tiene uno de los peores sueldos docentes de toda España. Según los últimos informes comparativos, los profesores asturianos están a la cola del país en términos salariales.
Los profesores no solo están mal pagados, sino que están mal considerados ante la sociedad, y este problema está alimentado por una falta histórica de reconocimiento económico y profesional por parte del Gobierno del Principado.
Lo lógico en España sería que a igual formación, igual responsabilidad y similar carga de trabajo, correspondiera una retribución equivalente. En cambio, los docentes asturianos reciben cientos de euros menos al mes que sus homólogos en muchas comunidades autónomas.
Una brecha injustificable que agrava aún más la precariedad emocional y material del colectivo. En otras comunidades se han pactado mejoras laborales, pagas extra más elevadas y mejores condiciones de jubilación. Asturias, en cambio, sigue con el mismo calendario, el mismo horario y los mismos agravios que hace décadas.
Una respuesta sindical tardía pero prometedora

Dicho todo lo anterior, creo que el despertar sindical es una respuesta necesaria. Durante años, el profesorado asturiano ha mostrado una mezcla de resignación y estoicismo. Las protestas han sido escasas, puntuales y desorganizadas. Muchos docentes han sentido que nada cambiaría, que la administración siempre tendría la última palabra y que los sindicatos estaban demasiado fragmentados como para liderar una respuesta contundente.
Sin embargo, algo ha cambiado en las últimas semanas. Los cinco sindicatos representativos de la enseñanza pública en Asturias (ANPE, SUATEA, CCOO, UGT y CSIF) han aparcado sus diferencias y han decidido actuar de forma conjunta. Por primera vez en mucho tiempo, existe una unidad de acción sindical real, un frente común que ha dicho basta, y así lo han manifestado esta mañana levantándose de la mesa de negociación propuesta por la consejera Lydia Espina.
La reunión la calificaron los sindicatos como “una tomadura de pelo”, aunque esto no debería sorprenderles, porque es lo habitual en este gobierno de Adrián Barbón, que no hace otra cosa que seguir los pasos de sus antecesores socialistas, con el agravante de ser totalmente sumiso al presidente del Gobierno central, que no goza precisamente de buena reputación y permanece escondido entre La Moncloa y el Falcon.
Las cinco organizaciones sindicales han anunciado movilizaciones contundentes contra la Consejera de Educación, a la que acusan de inacción, desprecio al profesorado y falta de diálogo. La situación ha llegado a tal punto que las protestas no se limitan a la consejería: su blanco simbólico es ya el propio presidente autonómico, Adrián Barbón, al que se le reprocha haber convertido la educación pública en una moneda de cambio política, sin proyecto ni inversión real.
Una oportunidad histórica para la educación asturiana
Este hecho es el principio de un cambio necesario. La respuesta sindical, si se mantiene firme y organizada, puede ser el primer paso hacia una transformación profunda en la educación asturiana. Pero no bastará con una huelga o una manifestación.
Hará falta una revisión estructural de todo el sistema:
- -recuperar la autoridad profesional del docente,
- -desburocratizar los centros,
- -establecer una carrera profesional clara,
- -garantizar sueldos dignos
- -y dotar a la enseñanza de un marco legal estable y consensuado, al margen de los vaivenes partidistas.
Un olé por los sindicatos, porque todos unidos conseguirán movilizaciones importantes, que es lo que hemos echado de menos la generación que nos hemos jubilado recientemente.
Yo les pido encarecidamente que se mantengan unidos hasta el final. La educación no puede seguir siendo una trinchera ideológica ni una fábrica de papeles sin alma.
Los alumnos necesitan atención real, apoyo emocional, estímulo intelectual y profesores motivados.
Y para eso, los docentes deben ser escuchados, respetados y tratados como lo que son: el pilar fundamental del sistema educativo.
Asturias tiene tradición cultural, recursos humanos y una sociedad que valora la educación. Pero necesita una clase política valiente que entienda que invertir en educación no es un gasto, sino una inversión de futuro.
Si la administración no actúa, el conflicto no hará más que crecer. Y esta vez, parece que el profesorado ha despertado de su letargo.
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Licenciada en Químicas
Profesora jubilada de intitutos.